En el marco del resurgimiento de la disciplina, Delfina Pignatiello y Santiago Grassi, de 16 y 20 años, emergen como los nadadores más promisorios con miras a regresar a un podio olímpico. Perspectivas de sus carreras según la mirada de especialistas.
26 de abril de 2017
Máximo reto. El santafesino Grassi durante la prueba clasificatoria de 100 metros mariposa, en los últimos juegos, en Río de Janeiro. (Télam)
Sweetenham tiene razón. Ellos son, quizá, los que más se destacarán hacia los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Si bien Federico Grabich y Andrea Berrino pueden ser competitivos, ellos son los más destacados». Bill Sweetenham es el entrenador australiano que trabaja en la selección argentina de natación, un especialista que introdujo nuevos métodos de trabajo. El que le da la razón es Osvaldo Arsenio, asesor en el área de Alto Rendimiento de la Secretaría de Deporte de la Nación y presidente de la comisión de técnicos de la Federación Internacional de Natación. Y ellos son los santafesinos Santiago Grassi y Delfina Pignatiello, las figuras que emergieron del agua en el resurgimiento de la natación argentina.
Grassi consiguió la medalla de plata en los 100 metros mariposa en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, cuando Grabich se colgó la de oro en los 100 metros libre, lo que marcó la vuelta a lo más alto del podio después de la victoria dorada de José Meolans en Santo Domingo 2003. Después, Grassi mantuvo sus marcas en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y el año pasado comenzó a cursar en la Universidad de Auburn, Alabama, una carrera vinculada a los negocios. De ahí que compitió este año en el torneo de universidades más importantes de Estados Unidos. «Hay que ver qué privilegia más él –destaca Arsenio–. Si bien hay grandes facilidades por infraestructura y demás, también es una cuestión de lo que prioriza con respecto a la carrera y el deporte. Hasta ahora tiene técnicos muy buenos, pero es variable. Las pruebas de velocidad que corre Grassi, los 100 y 200 mariposa, son pruebas con una gran dificultad para entrar en una final olímpica, e incluso mundial. No es imposible, pero hay mucha gente».
Por lo pronto, en el Grand Prix de Mesa, Arizona, Grassi, que ya cumplió los 20 años, logró las marcas mínimas en los 100 y 200 metros mariposa para clasificar al Mundial de Budapest, que se disputará entre el 15 y 30 de julio. Grassi, que comenzó a nadar en el Club Atlético Unión de Santa Fe, es el dueño de los récords argentinos en 100 y 50 estilo mariposa.
Distintos caminos
Arsenio dice que si en este momento tuviera que elegir a un especialista en la pileta con gran proyección elige a Pignatiello. «Es la única del equipo argentino, por debajo de los 18 años, que estará en condiciones de pelear una medalla en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires, el año que viene –explica el entrenador–. A su edad, es una de las cinco mejores nadadores del mundo en los 800 metros. Lo que tiene es que todavía está en crecimiento, no solo biológico, por su edad, sino técnicamente, y por supuesto fisiológicamente con el entrenamiento. Tiene una gran flotabilidad y talento. Es la aparición femenina más importante desde Georgina Bardach».
Pignatiello es la mayor esperanza de la natación argentina. Se inició en el Club Municipal de San Isidro, Santa Fe. En diciembre pasado, en el Mundial de pileta corta en Windsor, Canadá, se metió, a los 16 años, en la final de los 800 metros libres, y con récord argentino incluido: con un tiempo superó el registro de Cecilia Biagioli, que mantenía desde 2012. «Mi mamá es profesora de natación y me llevó desde bebé. Crecí en el agua y sueño con llegar a Tokio 2020», dijo Pignatiello en aquel entonces. También acudirá en julio al Mundial de Budapest: se clasificó en marzo en el Pro Swim Series de Indianápolis, Estados Unidos. «Pignatiello sigue acá y tiene un gran futuro. Hay que llevarla de a poco. Si bien ha sido finalista en el Mundial, su máximo compromiso van a ser los Juegos de la Juventud, y este año tiene el Mundial junior –insiste Arsenio–. A partir de ahí, empezará a trabajar hacia los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y los olímpicos de Tokio 2020, donde va a llegar con una edad casi ideal. Si te fijás en las trayectorias de las estadounidenses Katie Ledecky y Janet Evans, alrededor de los 20 años tuvieron sus mejores actuaciones. Es difícil hacer futurología. Los cambios que se dan de la adolescencia a la adultez, cambios fisiológicos y psicológicos, influyen en el rendimiento. Pero es una nadadora muy importante».
Sweetenham, el técnico australiano que trabajó con más de 12 dueños de récords mundiales, también lo apuntó una tarde de visita en la pileta del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD): «Con estrategia y con roce competitivo hay algunos que podrían ganar medallas olímpicas, como Santiago y Delfina. Tienen un potencial ilimitado». Grassi, quien también proviene de una familia de nadadores, buscará la revancha en los Juegos de Tokio después de quedar en el puesto 24 en Río 2016 y de irse con una sensación amarga. Mientras tanto, afuera del agua, estudia la lógica de los negocios en Estados Unidos. Pignatiello no ve la hora de viajar a Japón. El año pasado terminó el colegio secundario, justo cuando conquistó el récord argentino. Decidió, por el momento, descansar de los estudios. Diferentes caminos para Grassi y Pignatiello. Un mismo objetivo: subir al podio olímpico en 2020.