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Impulsado por La Tigresa Acuña, el pugilismo femenino local mantiene su hegemonía con 10 campeonas mundiales vigentes y 30 títulos en toda su historia. La visibilidad para derribar prejuicios, el factor negocio y las asignaturas pendientes.

Salta. En una de sus defensas del título supergallo de la Federación Internacional, Acuña se impuso a la venezolana Mayerlin Rivas. (Andres Mansilla)

El 6 de diciembre de 2003, Marcela «La Tigresa» Acuña derrotó por nocaut técnico a la panameña Damaris Pinock Ortega en el Luna Park, catedral del boxeo argentino. Ese día, Acuña se convirtió en la primera pugilista en conquistar un título mundial: el cinturón de la categoría supergallo de la Asociación Internacional de Boxeo Femenino. De ahí que a La Tigresa Acuña, licencia número uno de la Federación Argentina de Box luego de que el organismo oficializara su reglamentación, se la señale como la pionera entre las mujeres: la que logró profesionalizar el deporte para abrir un camino de gloria. Alcanza con mencionar que en 2019 el boxeo femenino argentino exhibe 10 campeonas mundiales. Y que, en total, el país ostenta 30 títulos internacionales, siendo el más ganador de todo el planeta.
Los éxitos deportivos, se sabe, pusieron de relieve otras cuestiones de fondo. Porque la visibilidad de la práctica, asentada en el esfuerzo de las atletas, permitió derribar prejuicios para que esta disciplina sea aceptada socialmente y dentro del propio mundo del boxeo, históricamente dominado por los hombres. Se trata del logro más importante. Existe otro, vinculado con la permanencia de argentinas en el más alto nivel. Un ejemplo es el de La Tigresa Acuña, quien, a los 42 años, es una de las actuales campeonas del mundo: ostenta el título supergallo de la Federación Internacional de Boxeo. «Es uno de los mejores momentos del boxeo femenino argentino: contamos con muchas campeonas, que son de diferentes categorías y entidades internacionales», señaló Acuña a Acción. La Tigresa entrena en el gimnasio del CEDEM Nº 2 de Caseros con otras campeonas mundiales argentinas: Yesica «La Tuti» Bopp (categoría minimosca, Asociación Mundial de Boxeo) y Cecilia Román (gallo, Federación Internacional).

Puertas adentro
A Acuña, Bopp y Román, en el listado de campeonas mundiales argentinas, se les suman Anahí Sánchez (superligero, Asociación), Victoria Bustos (superligero, Federación), Jorgelina Guanini (supermosca, Federación), Leonela Yúdica (mosca, Federación), Brenda Carabajal (minimosca, Federación), las hermanas Bermúdez: Daniela (gallo, Organización) y Evelyn (minimosca, Federación). Desde 2001, cuando se establecieron las bases del boxeo profesional en la Argentina, la disciplina obtuvo 30 campeonatos mundiales en diferentes categorías. Entre los hombres, desde 1954, suman 44 títulos. En ese sentido, las boxeadoras ganaron terreno: sobrepasaron el estereotipo, tiraron a la lona el término «marimacho» y le ganaron por nocaut a la discriminación. Muchas, además, fueron profesionales y tuvieron hijos, como la Tuti Bopp, que es madre y se recibió de psicóloga social. Y otras, como Carolina Duer, excampeona del mundo en peso gallo por la Organización Mundial, encararon un proyecto personal, ya que Duer  fue su propia promotora y alcanzó a ser comentarista en la TV Pública.
El desarrollo y la visibilidad del boxeo femenino, es cierto, se vinculan también con otros factores netamente mercantiles. «La baja de boxeadores varones campeones del mundo en el siglo XXI, en cantidad y calidad, benefició al boxeo femenino, porque pasó a ocupar horas de transmisiones televisivas que en principio estaban destinadas al masculino –dice a Acción el periodista Daniel Guiñazú, especialista de boxeo de Página/12–. Entonces, promotores como Osvaldo Rivero y Mario Margossian se dedicaron a impulsar a distintas boxeadoras. Eso les dio notoriedad a las boxeadoras que vinieron después de Acuña». Guiñazú, además, detalla que la escalera a la hora de subir a pelear por título del mundo es más corta entre las mujeres. «Una chica, quizá con diez o doce peleas, puede alcanzar una oportunidad por el título del mundo. Y los mánagers estuvieron dispuestos a ganar un mercado local. Salvo alguna que otra, no fueron a pelear al exterior. Esa fue la norma, no la excepción. El boxeo femenino ha tenido buen desarrollo más bien puertas adentro».

Ir por más
Aunque la proliferación de organismos desprestigia a este deporte, la gran falencia de las mujeres boxeadoras parece ser el desarrollo de la técnica. Es cierto: el dinero que reciben, más bien escaso, las obliga a emplearse y a reducir horas de entrenamiento. A ello se suman otras cuestiones para tener en cuenta en su desarrollo: el periodismo deportivo le dedica mucho menos espacio al deporte femenino. El boxeo de mujeres, además, es olímpico recién desde los Juegos de Londres 2012. «A partir del momento en que logré la reglamentación pasaron muchísimas campeonas mundiales –retoma la Tigresa–. Si lo comparamos con el tiempo de vida que tiene el boxeo masculino, puedo decir que estoy orgullosa con todo lo que se obtuvo. Sin embargo, hay que ir por más: hace 20 años que estoy en el boxeo, gané títulos mundiales y no puedo vivir de esto. Siempre estoy haciendo otras cosas». Román, a la vez, pone los logros en contexto. «Demostramos que, más allá del sexo, somos deportistas y podemos ocupar los mismos lugares que los hombres».
Razones no le faltan para destacar la evolución de la disciplina. Pese a estos condicionamientos, ningún otro país cuenta con tantas campeonas del mundo en el boxeo femenino moderno. Ni siquiera los Estados Unidos, donde nació simbólicamente el 15 de marzo de 1996, cuando Christy Martin y Deirdre Gogarty pelearon en la previa de Mike Tyson-Frank Bruno y asombraron al mundo, a tal punto que, por el nivel de emotividad, opacaron la pelea principal. A ello se suma otro dato de alto impacto: la Argentina llegó a tener 15 campeonas del mundo vigentes en 2015 repartidas en las cuatro entidades de relieve: el Consejo Mundial de Boxeo, la Federación Internacional, la Asociación Mundial y la Organización Mundial.
 Hoy, más allá de la baja de los títulos, el boxeo femenino en la Argentina parece haber conquistado otros espacios más perdurables en el tiempo: la aceptación social y el reconocimiento mundial. Aunque, como dice la Tigresa Acuña, ellas van por más.

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