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La gloria es argentina

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Pablo Provitilo

El genio de Messi lideró la conquista de la ansiada tercera estrella. La Scaloneta, un equipo que entró en el firmamento del fútbol. Fiesta popular en todo el país.

El grito de una nación. Messi, la copa, y el festejo interminable tras vencer a Francia en un partido inolvidable, en el estadio Lusail de Qatar.

Foto: NA

Un país en estado de felicidad. El fútbol argentino regresa a lo más alto tras una final épica, la mejor de la historia. Celebra Messi, con la estrella que merece. Celebra Scaloni, el arquitecto. Celebra Di María, el otro histórico. Celebra cada uno de los integrantes de La Scaloneta, todos importantes para consumar una de las victorias más notables del seleccionado argentino. O acaso la más notable teniendo en cuenta el rival, la poderosa Francia, que venía con intenciones de coronar nuevamente con Mbappé como abanderado. El 3 a 3 y la posterior victoria por penales ya están entre las páginas más gloriosas de nuestro fútbol. Por el triunfo y por el juego, por momentos con baile ante un seleccionado que buscaba defender la corona.
Hay fiesta popular a lo largo de todo el país. La tercera copa mundial en manos albicelestes es una realidad. Un suceso. Porque hay equipos que entran en el corazón de los hinchas y tienen ganado su lugar en el cielo. La selección de Lionel Scaloni, «La Scaloneta» según el cariñoso apodo popular, es una de ellas por un conjunto de factores: por el buen fútbol, desde luego, pero también por el amor a la camiseta en un tiempo desafectivizado, con el negocio invadiéndolo todo. O casi todo.
Desde su arribo al cargo tras la tumultuosa gestión de Jorge Sampaoli, Scaloni se nutrió, junto con, sus principales ayudantes, Pablo Aimar y Walter Samuel, de las ideas de José Pekerman, un docente en juveniles, autor de un ciclo luminoso en los seleccionados sub 17 y sub 20. La tarea no era sencilla, dado que urgía una renovación tras un período de protagonismo en lo más alto del fútbol mundial, pero sin una corona que conformara a los hinchas, a veces injustos en sus críticas desmedidas.
Scaloni lo entendió, y con su manual y el de sus colaboradores, convocó a un grupo de futbolistas desconocidos para la mayoría del público, por caso Emiliano «Dibu», Martínez, Leandro «Cuti» Romero, Lisandro Martínez, Nahuel Molina, más otros que ya pedían pista en la selección: Leandro Paredes, Lautaro Martínez, Giovanni Lo Celso, Alexis Mac Allister, Rodrigo De Paul. A ellos se le sumó el valor simbólico, pero también futbolístico, de la vieja guardia liderada por Lionel Messi y Ángel Di María. Un equipo nuevo, podría decirse, obligado a rendir cuentas, acaso una demasiado importante: cortar la sequía de 28 años sin títulos en el ámbito sudamericano. «La Scaloneta» lo logró, nada menos que contra Brasil y en el Maracaná.

Eterno. Messi con el trofeo que le faltaba a su carrera de leyenda.

Foto: NA

Aquello fue la confirmación de Messi, por fin con la estrella que merecía con la albiceleste, pero también el idilio del seleccionado con los hinchas, un romance extraviado tras aquel ciclo encabezado por Marcelo Bielsa que terminó en desilusión en el mundial 2002. El sentido de pertenencia, la aureola de un Messi liberado de viejas angustias, la confianza en el trabajo de Scaloni, generaron una amplia expectativa para la copa del Mundo de Qatar, la gran cita, destino final de todas las ilusiones.
Y «La Scaloneta» cumplió y más también al encadenar una serie de actuaciones inolvidables que quedarán en la memoria futbolera de los argentinos. Fue el Mundial del mejor Messi, acompañado por su amigo y socio, Rodrigo De Paul, junto con otros aciertos del DT, que supo leer los buenos momentos de dos futbolistas made in fútbol local, hoy en las principales competencias europeas: Julián Álvarez y Enzo Fernández. A ellos los respaldó un equipo, porque es difícil no mencionar las atajadas de «Dibu» Martínez, la solidez defensiva que aportaron «Cuti» Romero y Otamendi, la regularidad de los laterales Nahuel Molina, Marcos Acuña y Nicolás Tagliafico.
Al cabo, «La Scaloneta» es un todo pergeñado por su técnico, y en ese todo entran también los hinchas, que se sienten dueños de este equipo, que montaron una fiesta en los siete partidos disputados por el seleccionado en Qatar. Hay equipos que entran el corazón de los hinchas y cuando eso sucede ya no importa mucho el desenlace. La felicidad es el proceso, estos 30 días ardorosos, de pasiones extendidas en todo el país, de reencuentro con el glorioso fútbol argentino. Este equipo campeón del mundo, este Messi de leyenda, la corrida final de Gonzalo Montiel rumbo al último penal, serán recordados por generaciones. La eternidad les pertenece.

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