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El seleccionado acentuó su crisis al acumular 20 derrotas en sus últimos 25 partidos exhibiendo un nivel de juego que lo aleja de las potencias. El formato elegido por la UAR en el camino hacia la profesionalización reabre debates de cara al Mundial Japón 2019.


Dublín. Dos jugadores del equipo nacional intentan frenar el ataque de Irlanda, en el último partido del año disputado en el Aviva Stadium. (Faith/AFP/Dachary)

Fue en noviembre de 2012, en Dublín, que un ciclo comenzó a cerrarse para los Pumas. Un desplome frente Irlanda expuso no solo los problemas del equipo en el juego, sino –y sobre todo– las internas que lo carcomían. La gestión de Santiago Phelan se terminó poco menos de un año después, un tiempo que transcurrió entre tensiones y disputas dentro del staff técnico y también con los jugadores. Lo que siguió fue la asunción como head coach de Daniel Hourcade. Cinco años después de aquel partido, otra vez en Dublín, con una derrota (28 a 19) frente a Irlanda –el partido se disputó en el Aviva Stadium–, los Pumas cierran una temporada negativa que, aunque muy distinta de aquella, también podría ser una bisagra.
Solo si se lo mide desde los resultados, los Pumas terminaron con una de las peores temporadas de los últimos tiempos, al menos desde que el equipo argentino irrumpió en la élite tras su tercer puesto en la copa del mundo Francia 2007. Perdió todos los partidos del Rugby Championship frente a los All Blacks, los Springboks y los Wallabies. Finalizó, claro, en el cuarto lugar. El año pasado también había terminado en esa colocación, pero le había ganado a los Springboks en Salta. Consiguió ese mismo triunfo, aunque en Durban, en 2015, cuando solo se disputaron tres fechas. Fue la única vez desde la primera edición, en 2012, que los Pumas consiguieron el tercer lugar y mandaron a los sudafricanos a la cola.
El 2017 de los Pumas incluyó 14 derrotas entre las potencias, los mejores equipos del mundo. Además de Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica e Irlanda, perdió con Inglaterra. Solo se impuso a rivales de menor peso, como Georgia y Japón. Tampoco había sido bueno el 2016, por lo que la vara no era alta. Los resultados son un GPS para el rugby argentino: dan las coordenadas del lugar que ocupa, y la distancia que tiene sobre el resto. Pero en ese mapeo hay que incluir la mirada más subjetiva, la del juego, que mostró niveles inferiores a los que se habían visto en otras ocasiones, sobre todo si se toma como punto alto el Mundial de Inglaterra en 2015, donde Argentina llegó hasta las semifinales. Desde entonces, acumuló 20 derrotas en 25 partidos. Durante la última ventana internacional de noviembre, después de perder ante Inglaterra en Twickenham, el equipo salvó la situación al vencer con cierta claridad a Italia en Florencia, lo que cortó una racha de siete caídas consecutivas.

Pelota afuera
Pero aun si se pusieran a un lado los resultados, hay un aspecto que quizá sea lo más preocupante en el balance de este año, y es a la vez el que entrega la imagen de lo que debe cambiar. También reabre el debate acerca de lo que fue el paso hacia la alta competencia, no solo por los Pumas, sino por toda la estructura que sostiene al rugby argentino. El roce internacional, tan deseado, solo entrega la foto de una distancia abismal con los mejores equipos del cono sur (Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica) y  también con las potencias europeas como Irlanda, Inglaterra y Francia. Y alimenta la idea de la «derrota digna», una estigmatización a cargo, sobre todo, de sectores alejados del deporte de la ovalada.
La aceleración de la Unión Argentina de Rugby (UAR) hacia la profesionalización –y el consecuente mano a mano con las potencias– fue de cero a cien kilómetros. Ya van dos temporadas en el Súper Rugby de los Jaguares, ese alter ego de los Pumas (ver aparte), y aunque el equipo toma ritmo le falta demasiado.
«A pesar del año inestable que pasamos a nivel de resultados, logramos mejorar ciertos aspectos del juego. Por supuesto que esto es difícil de ver, ya que a todos nos gustan los resultados expresados en triunfos. A este equipo le toca transitar por un proceso de cambio de sistema, sobre el cual vamos construyendo a medida que vamos recorriendo el camino. Ningún otro equipo pasó por esto antes, es la primera vez en el rugby argentino y asumimos la responsabilidad con mucho compromiso, trabajamos incansablemente para lograr los objetivos planteados, entendemos que todavía nos falta, es duro para nosotros, pero creemos en esto», escribió el capitán Agustín Creevy, una de las figuras del equipo, en su cuenta de Instagram después del último partido frente a Irlanda.

Reconstrucciones
«El balance a partir del resultado termina siendo negativo porque perdimos dos partidos, y ganamos uno solamente. Pero en varios aspectos creo que hemos mejorado. Por ahí, al jugar contra los equipos del norte se hace complicado jugar lindo, pero creo que hubo pasajes para tener en cuenta. Hemos evolucionado, porque logramos no caernos físicamente ni técnicamente en los últimos veinte minutos de cada partido, que era algo que siempre nos pasaba», analizó Hourcade en el programa Súper Rugby, sobre los últimos tres partidos del equipo nacional.
Ante una crisis de juego como la que atraviesan los Pumas, siempre se ponen en discusión cambios de nombres. Incluso el de Hourcade. La intención de la UAR es darle continuidad al head coach, aunque quizá haya cambios en el staff técnico. Sin embargo, lo que está planteado, más allá de quiénes componen la estructura, es cómo construir un equipo que se mida con las potencias para llegar de la mejor manera hacia el próximo gran objetivo, el Mundial 2019 en Japón. Porque lo que se puso en discusión este año es el formato elegido por el rugby argentino para el armado de los Pumas, por ejemplo, con la exclusión de los jugadores que actúan en el exterior. Desde 2016, lo que está establecido es que solo pueden integrar la selección aquellos que estén dentro del sistema UAR, como Jaguares, Argentina XV o Pumitas. De todos modos, la Unión ya confirmó que los argentinos que estén en Europa podrán ser convocados para actuar en los Pumas. Son puertas que se abren para dar el salto de calidad que tanto se espera.

 

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