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Larga carrera

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Mariano Mastromarino comenzó a correr con 12 años, en 2014 alcanzó popularidad al ganar la Maratón de Buenos Aires y acaba de cumplir su sueño olímpico en Río de Janeiro 2016. Esfuerzos y próximos desafíos de un referente de la especialidad.

Marcha. El argentino en los Panamericanos 2015, donde obtuvo la medalla de bronce. (Cortez/Pool/AFP/Dachary)

 

Hubo un día en el que Mariano Mastromarino fue confundido con un intruso. «Por favor salí de la carrera. ¡Salí!», le gritaron las autoridades en el instante en el que superó a un keniata y pasó a liderar la maratón de Buenos Aires. Transcurría el año 2014 y Mastromarino corría el kilómetro 30 de los 42.195 que tiene la carrera. «Mirá el número, estoy compitiendo», respondió mirando hacia atrás pero sin detenerse. Y siguió su marcha: 12 kilómetros después cruzó la meta y se transformó en el primer argentino en una década en quedarse con la maratón del país.
Para ese entonces, Mastromarino llevaba solo dos años corriendo maratones: había empezado a incursionar en la prueba madre de los Juegos Olímpicos luego de toda una vida participando en 3.000 metros con obstáculos, una disciplina en la que no pudo clasificarse a Londres 2012 luego de quedarse afuera por tres segundos. Ese día fue cuando su cabeza dio un giro y decidió volcarse ciento por ciento a los 42k. A la maratón. A una carrera que lo llevó conseguir el sueño de todo atleta: competir en un juego olímpico, lo que acaba de hacer en Río 2016 con buenos resultados: completó la prueba y finalizó como el argentino mejor ubicado.  
Mastromarino –o el Colo, como lo conocen todos– nació en Mar del Plata el 15 de setiembre de 1982 y empezó a correr cuando tenía 12 años. También le gustaba –le gusta– el fútbol, pero cuando tuvo que elegir se quedó con el atletismo. Y le dedicó su vida a los 3.000 metros: allí, en pista, fue campeón sudamericano junior y también en mayores. Y se mantuvo en los primeros planos hasta 2010, cuando se quedó sin la beca estatal luego de dos temporadas que no habían sido buenas. Así, entonces, sin fondos, empezó a trabajar como vendedor para poder mantener a su mujer, Mariana, y a su hija, Morena. Y estuvo a punto de colgar las zapatillas…

 

Salto de calidad
El quiebre en su carrera se dio cuando comenzó a entrenarse con Leonardo Melgor, quien lo convenció, después de aquella frustrada clasificación olímpica en 2012, de salir de las pistas y pasarse a las carreras de calle. A los 31 años, ya con la beca salvadora del Enard, más la ayuda de la Secretaria de Deportes y el apoyo privado de Nike, era el momento de dar el salto de categoría, algo que terminó de reafirmar en esa maratón de Buenos Aires de 2014, cuando nadie pudo creer que un argentino estaba pasando a los keniatas para quedarse con el título. De allí en más, y en medio de la explosión del running, se transformó en un estandarte de una disciplina cada vez más popular.
A Río 2016 llegó después de haber sido tercero en los Panamericanos de Toronto 2015 y gracias a la clasificación que consiguió en Valencia con un tiempo de 2 horas, 15 minutos y 36 segundos, 8 segundos más que su mejor marca. La prueba madre del olimpismo, la que se mantiene en la agenda desde la edición de Atenas 1896, fue la que cerró los últimos Juegos. Y que generó controversias, ya que la largada fue a las 9 de la mañana en una ciudad que ardía con temperaturas que superaron largamente los 30 grados. En ese escenario hostil, Mastromarino terminó 53º entre los 140 que lograron llegar. Habían largado 155. Y él, con un cronómetro que marcó 2h18m44s, cumplió su sueño, ser olímpico, algo que también lograron otros dos argentinos, Luis Molina (89º, 2h23m55s) y Federico Bruno (137º, 2h40m05s), este último con épica: acalambrado desde el kilómetro 30, cruzó la meta trotando de costado, arrastrando unas piernas devastadas.
Ahora, con 33 años, Mastromarino está en la recta final de su carrera: los Juegos de Tokio 2020 le quedan lejos, pero nada es una utopía cuando aparece la motivación olímpica. Antes, eso sí, tendrá los Sudamericanos de Cochabamba 2018, en Bolivia, y también los Panamericanos de Lima 2019, a donde llegará en el lugar que se ganó: el de un referente.

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