8 de noviembre de 2021
Por sus logros y los valores que promueve desde la docencia, la arquera Belén Succi se convirtió en referente de la disciplina. Maternidad y deporte.
Tokio. Celebración de la jugadora de 36 años, clave para que el equipo dirigido por Carlos Retegui obtuviera la medalla de plata en los juegos olímpicos.
NA
De chica, a Belén Succi le apasionaba el handball y competía federada en natación. La pasión por el deporte la había heredado de su madre. Hasta que a los 12 años, en un torneo con el Club Atlético San Isidro, faltó la arquera del equipo de hockey. Succi, entonces, se ofreció a ocupar la posición. Atajó dos penales y salieron campeonas. A pesar de que su madre no quería que atajara por la exposición a los bochazos, Belén se mantuvo firme. «Hacer tanto deporte –contó, a lo largo de distintas notas periodísticas– me desgastaba, me cansaba mucho, así que fui al arco por vaga, para moverme menos». A los 21 años, a una edad poco convencional, Succi debutó en la selección argentina. Ni ser madre, ni sufrir ataques de pánico, ni trabajar como profesora de Educación Física le impidieron desde entonces ser la arquera de Las Leonas, una referente emocional. En los Juegos de Tokio, conmovió a todos con su llanto después de que Argentina perdiera la final ante Países Bajos. Era su último partido olímpico. A los 36 años, Succi todavía no decidió si se retirará.
Elegida en 2021 como la segunda mejor arquera del mundo por la Federación Internacional de Hockey, Succi ganó con Las Leonas el Mundial de Rosario 2010, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, seis Champions Trophy, una Liga Mundial y, claro, la medalla olímpica de plata en Tokio. No atajó en los Juegos de Londres 2012 porque cuatro meses antes supo que estaba embarazada. Un año antes, había padecido los primeros ataques de pánico. En el Mundial de Londres 2018 era la única madre en el plantel de Las Leonas. Hoy, considera Succi, se habla mucho más de la maternidad en el deporte de alto rendimiento. Pero dice que no le fue fácil cuando nació Bautista, su hijo, que ya tiene 8 años. Porque los tiempos y la exigencia la alejaron de la crianza. «Tener una medalla olímpica es una medalla a la vida –dijo Succi, entre lágrimas, en Tokio–. Como madre es un ejemplo para mi hijo de que nunca va a tener permitido bajar los brazos, y que en todo lo que se proponga, su mamá va a estar siempre detrás».
Una marca registrada
Succi, además de ser arquera de River, da clases en el Colegio Niño Jesús de Praga, donde fue alumna y donde su madre y su hermana también dieron clases. En paralelo, además, trabaja en los campos municipales de San Isidro y tiene una escuela de arqueras. A todo ritmo. «Me apasiona dar clases, lo llevo en la sangre. Educar a través del deporte es algo hermoso. En un simple juego, como la mancha o el quemado, enseñás, transmitís un montón de valores: respeto, solidaridad, trabajo en equipo, paciencia. Es importante transmitirles a los chicos el disfrute», dijo sobre la docencia. Y también definió a su trabajo dentro de la cancha: «Ser arquera es mucho más mental que físico. Pura cabeza. Vos tal vez no tocás una sola bocha en todo el partido, te hicieron un gol y no pudiste hacer nada para dar vuelta eso. Hay que trabajar para que la cabeza se banque esa impotencia, porque es lo que después nos hace llorar cuando se terminan los partidos».
Goofy –como la apodan sus compañeras– suelen repetir que Las Leonas son «una marca registrada» del deporte argentino y que el legado que le dejará a las generaciones futuras será siempre ir por el podio en cualquier competencia. «Belén es el 50% de Las Leonas. Los días que no le meten ningún gol y ataja varios disparos es imposible ganarnos», dijo alguna vez su compañera Delfina Merino, elegida mejor jugadora de hockey del mundo en 2018.
Mientras Succi define si volverá a calzarse el traje de arquera para pararse en el centro de los tres palos –si estará en el Mundial de Terrassa y Ámsterdam de 2022–, y después de dejar atrás días de encierro, estrés y presión por la pandemia, disfruta de su hijo y de dar clases. «Me encanta ver la cara de felicidad de las chicas y chicos al jugar; me llena el alma. A mis alumnos les hablo como lo hago con Bautista. Les digo que no solo aspiren a ser grandes deportistas, sino que lo más importante es la formación en educación y valores». Al cabo, su gran pilar es la autoexigencia. Succi sabe de qué se trata.