La trágica muerte de Ayrton Senna, de la que se cumplen 25 años, modificó la Fórmula 1 en materia de seguridad. Reconocido por sus acciones dentro de la pista y fuera de ella, fue tricampeón mundial y protagonizó célebres duelos con Alain Prost.
9 de mayo de 2019
Emblema. El brasileño a bordo de su McLaren, en 1989, antes del Gran Premio de Canadá. (DELAY/AFP/DACHARY)
En 1994 Ayrton Senna era considerado el mejor piloto del mundo y se perfilaba para marcar un nuevo hito en la Fórmula 1 (F1). Lo avalaban tres campeonatos mundiales con McLaren y un estilo de manejo que cautivaba a los espectadores. Su llegada a Williams, la escudería que dominaba la categoría, constituía un paso adelante. Porque a los 34 años, Senna soñaba con volver a ser campeón mundial. No pudo ser. Su carrera y su vida terminaron el 1º de mayo de 1994, luego de un accidente en el circuito de Imola, en San Marino. Sin embargo, al conmemorarse el 25º aniversario de su muerte este año, el piloto brasileño sigue siendo una referencia viva del deporte mundial. Por sus destrezas en la pista, por su especial carisma y por tratarse de una personalidad que trascendió al automovilismo.
El desenlace explica, en buena medida, por qué Senna dejó una huella indeleble. Aquella jornada en Imola permanece en la retina de muchos debido a la dimensión de la tragedia. Aunque las causas del accidente nunca se esclarecieron, sí se sabe que Senna se estrelló directamente contra un muro de contención a 310 km/h. Pero la muerte del brasileño no fue la única ese fin de semana: el día anterior, en la sesión clasificatoria, el austríaco Roland Ratzenberger había fallecido en otra colisión. Senna fue uno de los pilotos más afectados. Prueba de ello fue que en aquel gran premio llevaba en el bolsillo una bandera de Austria con la intención de mostrarla en el podio en homenaje a Ratzenberger. Sid Watkins, médico de la F1 que había forjado una relación de amistad con el brasileño, dijo tras la carrera: «Lo vi llorar por la muerte de Ratzenberger. Le dije que se retire, que ya era tricampeón del mundo, el hombre más rápido del planeta. Me contestó que no podía». Watkins, cabe señalar, ocupa un lugar importante en la historia de la F1. Después de la muerte del brasileño, fue designado por la categoría para que mejorara la seguridad de los autos. En los siguientes 20 años, no hubo muertes en la competencia hasta el deceso de Jules Bianchi en 2014, la última hasta hoy.
Hitos en carrera
La leyenda Senna comenzó a forjarse ni bien desembarcó en la F1, cuando tenía 24 años. Ya en sus primeras carreras provocó asombro a causa de su espíritu competitivo. Por ejemplo en el Gran Premio de Mónaco, en 1984, largó en el puesto 13º y llegó a ponerse segundo bajo una lluvia torrencial, demostrando una de sus mejores cualidades: el manejo bajo el agua. Pero las autoridades decidieron detener el Gran Premio cuando Senna estaba por alcanzar a Alain Prost, quien lideraba la prueba y era el piloto estrella de la categoría.
La rivalidad con el francés, que nació allí, marcaría la vida de ambos. Fundamentalmente por tratarse de dos pilotos ganadores, amados por el público y decididos a pelear hasta el final en busca de subir a lo más alto del podio. No casualmente existieron tensiones que aún se recuerdan, sobre todo cuando Senna , luego de su paso por Toleman y Lotus, arribó a McLaren para acompañar al francés. Los toques entre los autos de la misma escudería durante las instancias decisivas de los campeonatos de 1989 y 1990, en Japón, constituyen escenas imborrables de la F1. «Cuando murió, una parte de mí también había muerto», sostuvo el francés, hace un tiempo, en un sentido tributo.
Pero no solo Prost destacó la carrera de Senna. Los reconcimientos se extienden a otras figuras. El papa Francisco, sin ir más lejos, recibió agradecido en abril un casco y un busto realizado por la sobrina del brasileño, Paula Senna, los cuales ya forman parte del Museo del Vaticano. A la vez, glorias de la F1, sumadas a estrellas de otros deportes, continúan evocándolo. El legado de Senna es inestimable. En Brasil, el piloto se convirtió en ídolo de un país aquejado a fines de los 80 y principios de los 90 por penurias económicas. Él aportaba alegría y orgullo. Y, como si fuera poco, también ayudaba mediante acciones solidarias en favor de los niños, especialmente los más pobres.
De ahí que, a 25 años de su muerte, no sorprenden los múltiples homenajes. Como otras figuras, su nombre perdura en la memoria popular, a la altura de una auténtica leyenda.