Deportes

Mano pesada

Tiempo de lectura: ...

El filipino se consagró campeón mundial welter al derrotar al argentino Matthysse. Actual senador, su vigencia boxística lo ayuda a consolidar una candidatura presidencial mientras promueve políticas represivas. Retos dentro y fuera del ring.

Kuala Lumpur. En el estadio Axiata Arena, el asiático mostró su mejor reportorio. (Rasfan/AFP/Dachary)

Manny Pacquiao anunció su retiro en abril de 2016, cuando tenía 37 años. Ya era candidato a senador en Filipinas y se quedaría con la banca un mes después. Pero algo pasaría, acaso problemas económicos, por lo que decidió regresar al ring en noviembre de ese año. Pacquiao peleó con el estadounidense Jessie Vargas y le arrebató el cinturón welter de la Organización Mundial de Boxeo, un título que perdería meses después. Y parecía que ya estaba, que esa vez sí llegaría el retiro de uno de los íconos pugilísticos de los últimos años. Pero no. Faltaba algo más. Por eso Pacquiao, después de noquear al argentino Lucas Matthysse en el séptimo round, es el campeón del mundo welter de la Asociación Mundial de Boxeo. A los 39 años, suma seis títulos mundiales en categorías diferentes. Es como si el Pac Man, como lo apodan, siempre volviera a empezar.
Pacquiao quiere ser presidente de Filipinas. Cuando asumió como senador se lo preguntaron, pero él dijo que no era el momento. Era demasiado pronto. Sabía que volvería al boxeo aunque sintiera que esa actividad profesional podía ser incompatible con su cargo en el Congreso. El campeón del pueblo, como lo presentaron durante la campaña electoral, se convirtió en parlamentario. De hecho, hasta había querido competir en los Juegos Olímpicos de Río 2016, pero sus más de veinte combates profesionales se lo impidieron.

Cielo e infierno
Pacquiao recibió 16 millones de votos en 2016. Terminó séptimo entre los doce senadores que ingresaron ese año a la cámara alta filipina, la mitad de las bancas totales. Aunque había apoyado a Jejomar Binay para la presidencia, se acercó luego al ganador de esos comicios, Rodrigo Duterte, el actual presidente del país asiático, del Partido Democrático Filipino. Apenas asumió, Pacquiao dijo que estaba de acuerdo con las políticas represivas que implementó Duterte. Y hasta propuso, con citas de la Biblia, porque es un cristiano devoto, reinstaurar la pena de muerte.
Ahora Duterte, que es acusado de ordenar ejecuciones extrajudiciales y organizar de escuadrones de la muerte en los barrios más populares bajo la excusa de la guerra contra el narcotráfico, apoya a Pacaquiao para que sea el presidente de Filipinas en 2022. En plena campaña, a su defensa de la pena capital le había sumado su homofobia. «Es de sentido común –dijo el boxeador durante una entrevista con la televisión filipina–. ¿Alguna vez ha visto que los animales se apareen con otros del mismo sexo? Los animales son mejores, ya que distinguen entre hombres y mujeres». Tuvo que pedir disculpas cuando se dio cuenta de que le restaba votos.
Pacquiao, que nació en Kibawe, una zona rural muy distinta a la vertiginosa Manila, la capital, sienta las bases de su popularidad en el boxeo, la disciplina que dominó durante más de una década con su metro sesenta y seis de altura, un cuerpo pequeño pero lleno de potencia. Y también de carisma. Eso le alcanzó para someter a Matthysse, que en Kuala Lumpur, Malasia, a sus 35 años intentó la defensa del título que había conseguido en enero ante el tailandés Tewa Kiram. Ganarle a Pacquiao, había dicho Matthysse, le abriría las puertas del cielo. Pero no le ganó. Y hasta se puso en duda su actuación. «Me molestó que digan que vendí mi pelea. Yo sé todo el esfuerzo que hice», dijo Matthysse cuando volvió al país. «Así como critican al mejor jugador del mundo que es Messi, a mí me van a matar. Así somos los argentinos», agregó.
Con la victoria sobre Matthysse, ya aparecieron empresarios que tienen ganas de intervenir en el futuro de Pacquiao, aunque hay quienes creen que peleará recién el año que viene. «Me encantaría que defendiera su título en Filipinas y dar a los aficionados filipinos lo que quieren en un gran evento. Queremos mostrar todos los deportes de combate con campeones en todas las divisiones», dijo Chatri Sityodtong, uno de los promotores más poderosos del mundo del boxeo. A Pacquiao no le vendría mal. Pelearía ante su público, lo que además le podría dar rédito político. Porque el futuro para Pacquiao está también en el ring de la política. Por algo le dicen Pac Man.

Estás leyendo:

Deportes

Mano pesada