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Marruecos es una causa

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Alejandro Wall - Desde Qatar

El pasado colonial, la inmigración y la cultura árabe son el combustible de un seleccionado fuerte dentro y fuera de la cancha, con sello de autor.

Todos juntos. La imponente celebración marroquí tras el histórico triunfo sobre Portugal, en el estadio Al Thumana. Previamente derrotó a España en octavos, y a Bélgica en la fase de grupos.

Foto: @fifaworldcup_es

Un grupo de marroquíes se sube al metro en Doha. Es la línea roja, que los llevará a la estación donde harán combinación con la verde. Van a Education City, el estadio donde Marruecos juega un rato más tarde contra España por los octavos de final. Tienen banderas de su país en los hombros, camisetas, y tienen una bandera de Palestina que despliegan en el vagón. Se juntan en el medio, apretados, se dan indicaciones y reivindican a Mahgred, la África árabe. Le cantan a su amada Palestina, a la que siempre, dicen, van a proteger.
Qatar 2022 tiene todavía a Lionel Messi y a la Argentina, tiene la dureza de Croacia, la velocidad imparable de Francia, pero sobre todo tiene a Marruecos. Son las semifinales, no queda casi nada de Mundial.
Esa es la ida al partido con España, la vuelta será inmersos en una alegría que arderá en cada lugar por donde pasen. Hay una fuerza en Marruecos, un fuego, que sale de los hinchas pero también del equipo. Porque la victoria contra los españoles era también la simbólica, ganarle a los colonizadores, al poderoso, a los que expulsan a sus migrantes. El fútbol equilibra otros asuntos. No los repara, pero entrega triunfos que otorgan una sensación de justicia. Lo que sigue es Portugal. Apenas se produce la victoria, las calles de Doha colapsan. El tráfico se atasca, se cubre todo de bocinazos, gritos, cada tanto llegan los cantos. En los autos flamean las banderas de Marruecos y no son autos con marroquíes, son autos con saudíes, camionetas de alta gama con qataríes, el primer Mundial árabe celebra a su representante. Lo que no pudo hacer la selección local, lo que no pudo hacer la vecina Arabia Saudita, lo hace un equipo que viene de África, pero que inunda al emirato de su gente.
Nunca una selección africana había logrado llegar a las semifinales mundialistas. Pero además lo logra como una sorpresa. ¿Con qué puede compararse? ¿Con Corea del Sur en 2002?
El camino de Marruecos en el Mundial no fue sencillo. Jugaba en un grupo donde estaban Croacia, finalista en Rusia 2018 y ahora próximo rival de la Argentina en semifinales, una Canadá que prometía y Bélgica, candidata eterna aunque nunca le alcance. Salió primera con dos triunfos y empate, contra los croatas. Solo tiene un gol en contra, se lo hicieron los canadienses, lo que habla también de una rocosidad defensiva que hay que tener en cuenta. Resistió con España aunque nunca abandonó la idea de ganar el partido, y pasó el filtro de Portugal, que tenía su interna propia con Cristiano Ronaldo, que se va de Qatar desconectado de sus compañeros y su selección. A Marruecos ahora le toca Francia.

Hijos de la diáspora
Walid Regragui es el autor del equipo. Llegó hace tres meses al cargo. «Somos los Rocky Balboa de este Mundial», dijo. Regragui nació en Francia, pero eligió Marruecos. Como lo eligió Achraf Hakimi a pesar de haber nacido en España. Eligió la patria de sus padres. Ellos son los hijos de la diáspora. Porque la historia de la inmigración lo cruza todo. Marruecos tuvo que cruzarse con la península ibérica, la que tiene del otro lado del Mar Mediterráneo. Y ahora con Francia, que también la tuvo como colonia en el pasado y donde vive una gran comunidad marroquí.
Cuando el equipo gana, llegan las imágenes de París con los festejos que también pueden convertirse en vandalismo o que llegan a la represión policial. El corazón de Marruecos está en Sofyan Amrabat, su mediocampista que tiene la camiseta 4. Impresiona cómo roba pelotas y reparte sin cansancio. Hasta el final, su desgaste para el equipo es descomunal. La Fiorentina lo pagó 15 millones de euros al Brujas. Mientras otras figuras se destacan también por su juego, como Boufal, como Hakimi y Hakim Ziyech, como Youssef En-Nesry, el que deja el alma en la cancha es Amrabat. Si Marruecos es un fútbol de resistencia, Amrabat es la primera línea de esa lucha. Marruecos es una causa, no es solo una selección. La causa árabe, la causa palestina. ¿Podrá con una Francia intratable? El fútbol es una eterna fuente de posibilidades. Francia tiene la facilidad del gol. Le ganó a Inglaterra sin necesitar a Kilyan Mbappé en plenitud. Si no lo tiene a él, aparece Olivier Giroud. Su caja de herramientas es tan amplia que juega este Mundial sin su mediocampo más emblemático, sin N’Golo Kante ni Paul Pogba. Pero hasta el joven Aurélian Tchouaméni llega al gol. Esa capacidad de fuego la hace temible. El corazón de Marruecos da la posibilidad de que a esa potencia se la pueda frenar. 
Qatar 2022 tiene en su otra llave a la Argentina con Croacia. El brillo de Messi frente al brillo de Luka Modric. El mundo creía que ahí tenía que estar Brasil. Su ausencia es la principal sorpresa de este Mundial. Se había paseado con Corea del Sur, bailando, dando clases de fútbol de alto nivel. Había empezado ganando su partido contra los croatas con un golazo de Neymar, pero terminó resolviendo su destino en los penales. Croacia vuelve a tener un Mundial completo, como en Rusia 2018 donde llegó a la final. La Argentina, que tendrá enfrente al conjunto europeo, propone a Messi, al corazón y su fútbol, y a los hinchas. Lo que queda del color del Mundial lo dan los argentinos y los hinchas marroquíes. También la emoción. Messi se lleva por estas horas las miradas, la idea del nuevo Messi, el que protesta, el que le hace frente a los rivales. Eso es también la construcción de una épica.  
Casablanca es un delirio. También Rabat. Marruecos delira con su selección en cada lugar, en Madrid y en París. Pase lo que pase de acá en más, hay algunas certezas. Habrá un campeón, el que se lleve las fotos, el que se lleve la copa a su casa. Pero los Mundiales marcan otras historias. Messi tiene el suyo. Marruecos tiene el suyo. En su cuenta de Twitter, Regragui, el técnico de la selección marroquí, solo tiene un posteo durante el Mundial. Es una cita de Voltaire: «La felicidad es muchas veces lo único que podemos dar sin tenerla y es dándola como la adquirimos».

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