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El tenis nacional consiguió un triunfo de relieve ante Serbia y quedó cerca de disputar la quinta final de su historia. Claves y perspectivas de un equipo con futuro promisorio.

 

Grupo mundial. Tras ganar el dobles, los jugadores festejaron la clasificación. (Télam)

La Copa Davis, certamen prestigioso e impredecible, continúa entregando emociones fuertes para el tenis argentino. Con autoridad, y sin que los pronósticos augurasen un marcado favoritismo para nuestro país, el equipo ahora capitaneado por Daniel Orsanic derrotó a Serbia en Tecnópolis y se instaló en las semifinales del torneo tras dos años difíciles, signados por algunos resultados frustrantes y desavenencias entre jugadores, cuerpo técnico y dirigentes. Así, el conjunto nacional quedó en la puerta de disputar su quinta final (las jugó en 1981, 2006, 2008 y 2011, sin ninguna victoria).
Un triunfo de alto impacto teniendo en cuenta una serie de razones. Por un lado, la Argentina mostró un juego sólido y convincente, guiado por el correntino Leonardo Mayer, actualmente el jugador argentino de mejor rendimiento en el circuito. Por otro, doblegó a un rival debilitado por la ausencia del número uno del mundo, Novak Djokovic, pero con jugadores de jerarquía para dar batalla. Jamás imaginó el equipo europeo la notoria diferencia observada entre ambas selecciones. En ese contexto cuentan, y mucho, los antecedentes para dimensionar el logro. Basta recordar que hace apenas un año, tras perder con Italia en Buenos Aires, la Argentina debió enfrentar a Israel en un repechaje para no descender a la zona americana, instancia en la que no participa desde 2002. Superó el examen, y ya con la conducción de Orsanic, el equipo respondió positivamente al superar a Brasil en febrero pasado.
En el encuentro ante los brasileños, que incluyó un maratónico partido entre Mayer y João Souza, se vieron algunos aspectos positivos, que se consolidaron en el encuentro siguiente, ante Serbia. Sin figuras de otras épocas, por caso ya no están David Nalbandian, Gastón Gaudio, Guillermo Coria y Guillermo Cañas –a los que se suma Juan Martín Del Potro, hoy aquejado por continuas lesiones en su muñeca izquierda–, la Argentina se hizo fuerte desde el aporte de un grupo de jóvenes jugadores con hambre de gloria. Además de Mayer, quien acumula 6 victorias seguidas como singlista en la Davis, apareció con creces Federico Delbonis, pieza clave de los últimos dos encuentros. Este tenista nacido en la localidad bonaerense de Azul consiguió el punto definitorio en la serie ante Brasil y acreditó un triunfo fundamental frente a Serbia. También Carlos Berlocq tuvo una participación destacada, reafirmando su buen rendimiento en la Davis. La dupla que conformó con Mayer es otra de las grandes noticias que arrojó el encuentro ante Serbia. Por dos razones: el triunfo quebró una racha de derrotas en la especialidad –no se ganaba desde 2013– y ofrece variantes de cara a próximos desafíos.

 

Tiempo de esperanza
El futuro, precisamente, deviene en cierta medida auspicioso para el equipo nacional. Del 18 al 20 de septiembre, los dirigidos por Orsanic enfrentarán a Bélgica, una selección que no revista entre las más fuertes del certamen y tampoco cuenta con jugadores situados en el top ten. Se añade que el conjunto nacional llega en alza tras dos triunfos valiosos y tendrá la opción de sumar a Juan Mónaco, ausente en el último partido por lesión, el argentino mejor ubicado en el ranking. De todos modos, el reto contempla riesgos dado que la Argentina será visitante y su adversario intentará no desaprovechar la inmejorable oportunidad de disputar la segunda final de su historia.
Más allá del resultado en esa serie, el combinado nacional de Copa Davis ha dado un paso adelante en 2015. Lejos de las internas, el compromiso grupal es uno de los rasgos distintivos del equipo confeccionado por Orsanic. Esa idea quedó expuesta en palabras del capitán y también de Mayer, quien dijo: «Yo no soy el líder ni el eje de nada, el eje es el equipo. Tenemos todos la misma importancia a la hora de entrenarnos y competir». Desde esa convicción, el tenis argentino parecería descansar en buenas manos con miras al tiempo por venir. Hoy obtener la esquiva Copa Davis asoma como una meta compleja, pero de ningún modo imposible.

Pablo Provitilo

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