Bajo la conducción de Hernán Ferraro, referente como jugador, el seleccionado logró conquistar el oro panamericano y clasificar a Tokio 2020. La influencia de Julio Velasco y su compromiso con la lucha de las mujeres por mejorar sus condiciones de trabajo.
31 de marzo de 2020
Unidad grupal. El entrenador junto a las elegidas para disputar el preolímpico, en enero. (Télam)Hernán Ferraro tenía una ventaja cuando hace un año y tres meses comenzó a entrenar a Las Panteras: había visto a las chicas del vóley como hincha, las conocía y también conocía su juego. Pero le tocó asumir ese desafío y advirtió enseguida que estaría al frente de una selección dispuesta a ir por todo. Al menos, a repetir la experiencia olímpica. Río 2016 había sido un primer paso, pero ahora había que ir por Tokio. Aunque el mundo sólo piense por estas horas en la pandemia del COVID-19, la selección de vóley femenina tiene en la mira los Juegos 2020.
A los 51 años, Ferraro se encargó de darle a Las Panteras, al menos en su rol de entrenador, un salto de calidad. Como jugador, fue uno de los grandes armadores del vóley argentino. Lo demostró en Hacoaj a principios de 2000, cuando incluso protagonizó una de las grandes finales de la Liga, acaso de las más impactantes que se recuerde, frente a Olympikus Azul. Y también en la selección, tanto en el Mundial 2002 que se disputó en la Argentina, donde fue suplente de Javier Weber, como en Atenas 2004. Eso era como jugador, aun cuando fuera menos reconocido de lo que merecía; pero lo demás llegaría como entrenador.
Durante cuatro años, Ferraro acompañó a Julio Velasco como asistente en la selección argentina. Para el actual entrenador de Las Panteras aquello fue un máster de vóley, un aprendizaje que lo marcó por siempre. Velasco, considerado una leyenda por muchos, aunque también con fama de difícil, le puso su sello al vóley argentino en su regreso después de sus largas temporadas en la elite italiana. Dicen que cuando hace dos años decidió dejar la selección, Ferraro sintió el dolor hasta las lágrimas.
«Creo que el deporte argentino lo va a extrañar mucho. Me parece que el que quiso escucharlo y verlo, se llenó la panza. Y los que tuvimos la posibilidad de estar al lado suyo, le estaremos siempre agradecidos», dijo en ese momento. Pero la tarea debía continuar. Y Ferraro tenía preparado su lugar. Aunque nunca había dirigido a mujeres, le tocaría seguir al frente de Las Panteras, representantes argentinas de un vóley femenino que aún no es profesional, un paso que todavía se reclama por parte de las jugadoras.
Lo otro que se demandaba era una organización, un nuevo orden de trabajo que, en ese momento, tenía como gran objetivo la clasificación a Tokio 2020. Ferraro, entonces, diagramó una planificación semanal, una nueva agenda para las jugadoras con horarios previsibles. Una suerte de profesionalización organizativa sin profesionalización económica. Y aun así, aclaraba el DT, también quería de ellas algo de improvisación, que es otra búsqueda de la creatividad: un poco de caos dentro del orden. Porque a la vez había que administrar las pocas horas que se tendrían y un espacio compartido con el resto de los atletas en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deporte (CENARD). Un plan racional, como él mismo lo llamó.
En voz alta
La primera prueba fue en los Juegos Panamericanos de Lima, donde por primera vez las mujeres consiguieron subirse a un podio. Las Panteras ganaron el bronce después de vencer a Brasil. Eran las mejores señales para lo que venía. Todavía quedaban cuatro meses para el Preolímpico de Bogotá, el gran desafío para desembarcar en Tokio. Con mucha solidez durante todo el torneo, la Argentina le ganó la final a Colombia, la selección local, y consiguió el pase a los juegos.
Ahora, mientras se combate contra el nuevo coronavirus, Tokio está en el horizonte. Ferraro, que además dirige a los varones de Ciudad de Buenos Aires en la Liga Nacional, sostiene que los jugadores están por encima del técnico en cualquier equipo. Un entrenador, dice, toma decisiones y le entrega una impronta a esa formación. «Pero de ahí en más son los jugadores los que pueden llevar a cabo tus ideas, cambios y tu manera de jugar o no. Para un jugador, cambiar es traumático y pocos lo logran», explicó en una charla con el diario cooperativo Tiempo Argentino.
Y al técnico, agrega, le queda seguir formándose. Participar de cursos, ver otros entrenadores, tratar de crecer. Lo mismo piensa de Las Panteras. Ferraro conduce, pero les pide a sus jugadoras que luchen juntas, que alcen su voz. Y que vayan por más.