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Con Agustín Calleri y Martín Vassallo Argüello como guías, la Asociación Argentina impulsa programas sociales que buscan difundir la práctica de la disciplina e integrar a sectores de bajos recursos. Las experiencias en Buenos Aires, San Luis y Córdoba.


Inclusión. Un docente da consejos a una niña en una clase en el polideportivo de Barracas. (GENTILEZA AAT)

Cuando los integrantes de la Legión, como se denominó al ciclo que hizo historia en la disciplina, asumieron la conducción de la Asociación Argentina de Tenis (AAT), destacaron lo que constituye una de sus principales políticas: darle un rol social al organismo para acercar más gente al deporte. Por tal motivo, concibieron programas de desarrollo social que atiendan una cuestión relevante en lo que concierne a la difusión y la práctica de esta disciplina. «Se busca un cambio cultural», sintetiza a Acción Martín Vassallo Argüello, director ejecutivo de la entidad, para explicar la meta que persigue junto con sus excompañeros en el circuito internacional.
Entre ellos se destaca el propio Calleri, presidente de la AAT. «Desde el minuto cero nos planteamos convertir a la AAT en una institución para los que forman parte del tenis y también para los que quieran acercarse. Hay gente que desea integrarse y muchas veces no cuenta con los recursos para hacerlo. Por eso es tan importante un proyecto como el de Tenis Social, que recorre lugares vulnerables promoviendo la actividad y diciéndoles a los chicos “acá estamos”», indica Calleri a Acción.
En ese plano, el plan cuenta con dos vertientes bien definidas. Por un lado, apuntar con programas y acciones deportivas al fortalecimiento de los clubes, para sumar más asociados. Y por otro, promover el tenis para chicos y familias de bajos recursos que, de otra manera, no podrían practicar este deporte.  «El objetivo es  empezar a convertir el tenis en un deporte social y para toda la vida», afirma Vassallo Argüello. «Llevar la raqueta a lugares donde los recursos no alcanzan es parte de un plan integral», dice el ex 47º del ranking mundial, y añade: «El fin no es solo hacer una acción fugaz, sino empezar a generar espacios concretos y sostenidos en el tiempo donde los chicos puedan hacer su primera experiencia. Les mostramos a las autoridades dónde el tenis puede ayudar y ser una herramienta para potenciar lo que ya se está haciendo, y que tiene que ver con el desarrollo social, la educación y la salud».

De largo alcance
Uno de los pilares para llevar adelante las acciones es el programa Experiencia AAT. Propone realizar actividades con profesionales de diferentes áreas –entrenadores, preparadores físicos– y sumar a estos la presencia de otros adultos para efectuar un aporte integral. Las tareas van desde clases básicas para los que recién se inician, clínicas para las escuelas locales y entrenamientos específicos para jugadores más avanzados, pasando por charlas con profesores y dirigentes para abordar las problemáticas puntuales de cada zona. «En todo lo que hacemos está la capacitación, que es un punto muy importante para que el deporte se arraigue y crezca», dice el director ejecutivo.
Algunos ejemplos demuestran el éxito del programa, que no requiere demasiado presupuesto para su ejecución. «Se trata de ingenio y gestión», explica Vassallo. En San Luis se pudo implementar un plan escolar que está en pleno desarrollo. En Almirante Brown funciona un espacio de conexión entre chicos y adultos con el tenis como herramienta. Y en la Ciudad de Buenos Aires se dan clases gratuitas en parques públicos, controladas por la AAT. Los resultados se ven también en casos particulares. «Cuando los chicos avanzan y están en otra fase, hay otro tipo de contención, con posibilidades de salidas laborales. Hay chicos que se anotaron en programas sociales, que hoy son profesores recibidos en la AAT y que dan clases en los barrios carenciados en los que se iniciaron. Y otros han hecho cursos de arbitraje», cuenta Vassallo.
Iniciativas, en definitiva, que dan cuenta de que existe otro tenis surgido desde las bases y con posibilidades de desarrollo no solo con miras a competir en el alto nivel. Hay un desafío en juego igual o más importante: fomentar la práctica de un deporte que, por muchos años, estuvo reservado a unos pocos privilegiados.

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