18 de noviembre de 2025
Diego regresa una y otra vez a la memoria de miles que añoran su talento, su rebeldía y su figura incomparable. Gente del fútbol y de otras artes comparten sus sentimientos, a 5 años de su muerte.

Querida presencia. Un grupo de amigos frente a un imponente mural del Diez, en Buenos Aires.
Foto: NA
El profesor Fernando Signorini, que respiró junto con Maradona casi todos los aires que existen, extraña, extraña mucho, extraña a Diego y dice: «Sentimos una especie de desolación emocional, que, lejos de perder intensidad debido al obvio paso del tiempo, parece aumentar en cada evocación. Me resulta imposible encontrar una razón valedera que explique esa ausencia tan presente. Ojalá que nunca llegue a encontrarla. Para seguir disfrutando del placer de ese misterio».
El viejo florista que apila décadas en la vieja esquina donde alguna vez se topó, de verdad, con Maradona, aspira fragancias parecidas a las de Signorini, las fragancias de brisas nobles o las fragancias de sus flores, y asume que extraña, que extraña mucho, que extraña a Diego: «¿Por qué lo extraño? Por lo mismo que extrañaría a estas flores si no estuvieran. ¿Usted vio algo más lindo y más necesario que las flores? ¿Y algo más lindo y más necesario que Diego?».
Dos o diez pétalos de esas flores migran hasta el balcón de Mónica Santino, entrenadora, militante y sembradora de flores de fútbol que se inspiran en Maradona, alguien que extraña, extraña mucho, extraña a Diego: «Lo extrañamos a borbotones porque es tan nosotros que es inconcebible su ausencia. A la vez, es tan perfecta su síntesis del paso por este mundo que es una invitación constante a no resignar nunca ese pueblo rebelde que también somos. Y porque sigue siendo el mejor gol. El que todos y todas quisimos hacer».
Tanta pasión desata el viento que hasta es capaz de envolver a Marta, una docente que apela a Maradona para ahondar la aventura de las aulas, que invita a sus estudiantes a pensar sobre los comportamientos de una sociedad a través de las vidas y de la muerte de Maradona, y que, cuando hace eso, extraña, extraña mucho, extraña a Diego: «Me conmueven, como antes y como siempre, su brillantez y sus problemas, me conmueven porque jugaba como nadie pero, de alguna manera, era parecido a quienes la remamos cada día sin ninguna fama, a quienes, en una de esas, tenemos algunas pequeñas cosas brillantes y seguro que andamos con un montonazo de problemas».
Una contraseña colectiva
Hay vientos que lo abarcan todo, incluso a la jugada más mítica desde que hay jugadas y desde que hay fútbol, una jugada que Jorge Valdano, futbolista de Selección, socio de ataques de Maradona en el México campeón, compartió metro a metro, acelerando en paralelo al propio Maradona, sin tocar la pelota jamás hasta que esa jugada se volvió gol entre los goles, suficiente para volverse un ser que extraña, extraña mucho, extraña a Diego: «Lo seguimos extrañando porque era omnipresente. Una especie de contraseña que servía para todo. Explicaba el bien y el mal por sola presencia. Y, seguramente, por el orgullo de saberlo genio al tiempo que nuestro».
Atravesado por el mismo viento que Valdano, o sea por aquella jugada, Bautista, un universitario en horas de los exámenes de noviembre, confidencia que también extraña, extraña mucho, extraña a Diego: «Mi viejo nos cuenta el gol a los ingleses en todas las navidades. Creo que ejerce esa costumbre como diciendo “les regalo algo de lo más importante que tengo”. Cuando pienso en extrañar al Diego, pienso en eso. Extrañar al Diego es algo que me une todavía más a mi viejo».
¿Será que la memoria es un viento? ¿O será que Maradona es un viento? ¿O será que hay aires y que hay vientos que desafían a la naturaleza y a las leyes de la naturaleza y nunca se van? Acaso por la respuesta a alguna de esas preguntas o por otras respuestas a otras preguntas, la escritora Gabriela Saidon, autora de Superdios, el libro que procura descifrar la edificación de Maradona como santo popular, extraña, extraña mucho, extraña a Diego: «Extrañamos tanto a Diego porque no hay otro igual. Extrañamos todo de Diego, pero, aparte de eso, nadie nos habla al corazón como él nos habló. Nadie se plantó como él frente al poder, nadie se expuso tanto por todos nosotros. Por eso no vamos dejar de extrañarlo nunca».

Compañeros. Valdano y Maradona, celebración en México 86.
Foto: Getty Images
En todas partes
A un muchacho que calza una camiseta de Messi el viento se le cuela entre esa camiseta y lo empuja a hablar: «Al Diego se lo extraña seguido, pero jamás tanto como cuando no pudo festejar el título de Qatar con nosotros». A un señor que le queda geométrico el nudo de la corbata se le viene entera la respiración a la voz: «Hay que extrañar a Maradona para que se embronquen los que quieren que no extrañemos a Maradona». A un periodista que, en otro siglo, verificó que la atmósfera se tornaba en otra atmósfera si Maradona gambeteaba, le brilla el fondo de su computadora con los versos que el relator y poeta Walter Saavedra descerrajó frente a la muerte de Maradona: «Extraño tu gambeta indescifrable,/ el gesto intimidante de tu enfado/ y aquella rebeldía insobornable/que acaso fue el mejor de tus pecados». Todos, todas, en sus diferencias y en su identidad, extrañan, extrañan mucho, extrañan a Diego. En una de esas, ocurre eso por lo que le viaja en el cuerpo joven a la narradora Mica Garay: «A Diego lo extraño mucho y pienso en su maravillosa capacidad de ponerle palabras al mundo, cada vez más indescifrable. De Diego extraño ese termómetro para las causas justas y esa facilidad para que, al decir, como al jugar, seamos felices los propios y se enojen los ajenos».
Si de eso se trata, quizás extrañar no sólo se vincule inevitablemente con lo perdido sino, también, con un rumbo. Lo interpreta con las venas Daniel Arcucci, el periodista que acompañó a Maradona durante muchos años: «Duele la ausencia física de Diego, sobre todo cuando se piensa que, de haber sido cuidado como correspondía, debería estar acá. Pero, de corazón, ¿cómo extrañar a quien está tan presente, al punto que, incluso, parece más presente que antes? “Si estuviera El Diego” se ha convertido, como consuelo, en una frase de esperanza». Y se esperanza porque extraña, porque extraña mucho, porque extraña a Diego, a Diego que, para siempre, es un aire y es un viento que no paran de retornar.
