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Puños pesados

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Campeón mundial con cuatro cinturones, el inglés logró revitalizar la principal categoría del boxeo afirmado en su técnica y carisma. De sus problemas de conducta al duelo con Deontay Wilder que podría convertirlo en la gran estrella del siglo XXI.


Cardiff. A fines de marzo, Joshua sumó el título de la OMB con su triunfo sobre Joseph Parker. (SCARFF/AFP/DACHARY)

Anthony Joshua está a una pelea de lograr lo que ningún boxeador de peso pesado logró en la historia: ser el dueño de los cinco cinturones de campeón del mundo de la categoría en todas las entidades boxísticas. Hijo de madre nigeriana y padre británico con ascendencia nigeriana e irlandesa, nacido en Watford, Inglaterra, a los 28 años se convirtió en una figura emergente en el boxeo: en 2017 noqueó al ucraniano Wladimir Klitschko, rey de la categoría durante 10 años, y el 31 de marzo, en Cardiff, ratificó con una victoria ante el neozelandés Joseph Parker –la primera por puntos de su invicto de 21 combates– ese cambio de era. Además de agregar el título de la Organización Mundial (OMB) a los de la Federación Internacional (FIB), la Organización Internacional (OIB) y la Asociación Mundial (AMB), Joshua, sin pelear nunca en Estados Unidos, siempre en Gran Bretaña, relanzó a la popularidad la categoría de los pesados, la más importante del boxeo.
Tercer campeón mundial británico con tres o más títulos, a Joshua le queda ahora por delante subirse al ring con el estadounidense Deontay Wilder, campeón del Consejo Mundial (CMB) y ganador de sus 40 peleas (39 por nocaut). Todavía no hay fecha, e incluso aparecen en el horizonte de Joshua otros rivales. Sin embargo, Joshua-Wilder será presentada como una serie de peleas, con combate y revancha, en Gran Bretaña y EE.UU. En su país, Joshua, ganador como amateur de la medalla de oro superpesado en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, es una figura carismática de sonrisa jovial que llena estadios: en sus últimas tres presentaciones reunió en total a 250.000 espectadores. En ese sentido, su proyección es internacional. Una prueba de ello es Anthony Joshua: The Road to Klitschko, documental sobre su épica pelea con el ucraniano que la empresa Netflix subió a su plataforma de contenidos audiovisuales.

Vara alta
En la última pelea ante Parker, a Joshua le faltó una dosis de espectáculo. Hubo diferentes lecturas y reclamos. «La multitud de Cardiff no estaba muy satisfecha, pero deberían revisar su decepción –escribió Paul Hayward en el diario inglés The Daily Telegraph–. Poseer cuatro cinturones mundiales después de apenas 21 peleas es un gran logro y se le podía permitir una actuación conservadora, todos los campeones optan por la prevención de riesgos antes que el entretenimiento. La vara quedó muy alta, pero su victoria ante Parker fue un trampolín para una pelea con Wilder». En las principales promotoras de EE.UU., Joshua ya es visto como el boxeador que reúne todas las características para ser una estrella. «La apuesta aquí es que será el próximo gran campeón de peso pesado  y que su próxima pelea con Wilder constituirá la mejor acción en la división desde los tiempos de Mike Tyson, Evander Holyfield, Lennox Lewis y Riddick Bowe», escribió el especialista Greg Bishop en la revista Sport Illustrated.
Si bien se cifran grandes expectativas en Wilder, el favorito es el inglés debido a otros aspectos que lo forjaron como púgil. Por caso, Joshua, ni bien se mudó a Gran Bretaña (vivió hasta los 12 años en Nigeria) practicó fútbol y atletisismo, previo a calzarse los guantes. De hecho, sus 198 centímetros y musculatura le permiten correr los 100 metros cerca de los diez segundos. Como muchos otros, encontró en el boxeo una herramienta para superar los problemas de indisciplina que lo llevaron a cumplir 12 meses de trabajos comunitarios y 100 horas de trabajo sin salario después de que lo encontrasen con marihuana para vender. «El boxeo me salvó la vida, me ayudó a encarrilarme –aceptó–. Antes era un desastre». Joshua vive hoy en una casa modesta en el norte de Londres junto a su madre. Tiene un tatuaje de África en su brazo derecho. Y, cuando relega el placer por la lectura y el ajedrez, construye como un albañil –al fin y al cabo, su primer oficio– a ese boxeador pesado que tal vez esté llamado a ser el gigante del siglo XXI.

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