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Rebelión en juego

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El presidente Donald Trump responde con exabruptos y amenazas a los atletas que defienden derechos y cuestionan las políticas de discriminación. Del Black Power en México 1968 al esgrimista Race Imboden, los casos emblemáticos. Censura en Tokio 2020.

Panamericanos de Lima. Tras ganar el oro, Imboden se arrodilló en el podio para protestar contra la xenofobia y los mensajes de odio. (AFP/Dachary)

Donald Trump tiene un ego a prueba de deportistas que sobresale cuando polemiza con ellos. Al presidente de Estados Unidos no le importa quedar expuesto al ridículo ni a que lo tilden de autoritario. Prefiere retrucar cada una de las críticas que recibe de distintos atletas. Durante su mandato trató de «hijo de puta» al jugador de fútbol americano Colin Kaepernick; invitó y desinvitó a la Casa Blanca a la estrella de la NBA Stephen Curry y de LeBron James, la otra gran figura, dijo que un periodista en la TV «hizo que pareciera inteligente, algo que no es nada fácil». Además, le pidió a la futbolista del seleccionado femenino Megan Rapinoe que no hablara antes de ganar el título mundial. «¡Termina el trabajo!», le enrostró en Twitter, su red social preferida. La capitana cumplió, pero se negó a visitar «la puta Casa Blanca» después del bicampeonato obtenido. Esa fue la frase que eligió para responderle al verborrágico magnate.
Los contrapuntos cada vez más frecuentes de Trump con los deportistas pueden explicarse por dos razones. Una es que el presidente elige con detenimiento a su blanco, al profesional famoso que cuestionará. Eso potencia sus ya masivas audiencias y le resultaría funcional en un año electoral como 2020, en el que irá por su segundo mandato. La otra razón es que el hombre más poderoso del planeta es tan egocéntrico y susceptible que no admite ni la más mínima crítica.
Como fuere, Trump ha ido contra los manuales de estilo de la política. Muchos deportistas suelen ser aliados, cortesanos del Gobierno de turno o prestan su imagen en actos de campaña electoral, además de que se transforman en potenciales candidatos a cargos electivos o ejecutivos. La Argentina es prolífica en ese sentido: Carlos Reutemann, Hugo Porta, Daniel Scioli, Antonio Rattin, Marcela Tigresa Acuña, Carlos Mac Allister y Carlos Camau Espínola son algunos de esos ejemplos. En EE.UU. esa práctica no es tan común pero hay algunos casos: el actor y fisicoculturista Arnold Schwarzenegger y los basquetbolistas Kareem Abdul-Jabbar y Kevin Johnson son los más famosos.
El presidente de Estados Unidos rompió ese protocolo de buena vecindad con el ambiente deportivo. Las protestas contra las medidas que adopta vienen repitiéndose. Una se volvió muy frecuente. Cuando se entona el himno en alguna ceremonia previa a una competencia, hay atletas que no se ponen de pie. Eligen arrodillarse o ignorar las estrofas de la canción patria: «Nuestra causa es el bien, y por eso triunfamos/ Siempre fue nuestro lema ¡En Dios confiamos!», solían entonar orgullosos hasta que llegó Trump a la Casa Blanca.
 

Racismo y maltrato
El último que desafió al presidente fue el campeón panamericano de esgrima Race Imboden, en agosto del 2019, momento en que se disputó la competencia. Cuando llegó al podio en la prueba de florete por equipos en Lima, Perú, puso su rodilla derecha en tierra y en esa posición escuchó impávido el himno que sonaba en el estadio. «Esta semana he tenido el honor de representar a los equipos de Estados Unidos en los Panamericanos, llevando a casa una medalla de oro y otra de bronce. Mi orgullo, sin embargo, se ha visto truncado por las múltiples deficiencias del país que tanto aprecio en mi corazón. Racismo, armas, maltrato a los inmigrantes y un presidente que difunde el odio están en lo alto de una larga lista», declaró el esgrimista.
Cuando su actitud se viralizó, el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC) lo advirtió y amenazó con que no iría a competir a los Juegos Olímpicos de Tokio que se realizarán este año. Finalmente eso no ocurrirá. Además de Imboden, el USOPC apercibió a la lanzadora de martillo Gwen Berry por saludar en la premiación con el puño en alto. Ella hizo recordar a los atletas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos cuando protestaron en los Juegos Olímpicos de México 1968 con un brazo en alto y la mano envuelta en un guante negro. El saludo Black Power (Poder negro, eslogan asociado a la lucha del movimiento afroamericano en defensa de sus derechos) les costó una sanción de por vida. Habían dado indicios de lo que harían momentos antes de correr en la final de los 200 metros. En la villa olímpica colgaron dos banderas desde sus habitaciones. Una decía: «Down with Brundage» («Abajo Brundage», por Avery Brundage, el presidente del COI) y la otra «Let us march» («Déjennos marchar»).

Rapinoe. La estrella del fútbol en un partido frente a Canadá, por el torneo preolímpico. (AFP/Dachary)

Los dos velocistas terminaron mal. Carlos perdió a su esposa, que se suicidó. Smith consiguió trabajo como entrenador después de varios años desocupado. Recién en 2005 la Universidad de San José State, donde él se había formado, hizo el primer reconocimiento importante: una estatua que reproduce el gesto de México 68.
 La exclusión de Kaepernick de la NFL (National Football League) –hubo un boicot para que las franquicias no lo contraten desde 2017 en adelante– quizás tenga su desagravio en los próximos años. Pagó muy caro su gesto de arrodillarse y la explicación de por qué lo hizo: «No me voy a levantar para mostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a la gente negra». La organización que rige el fútbol americano, primero en audiencias cuando se juega la finalísima del Super Bowl, es financiada por el Ejército de Estados Unidos, igual que a otras disciplinas con gran poder de convocatoria en el país.
Son unos cuantos millones en publicidad destinados a alentar el nacionalismo que desafían actos de rebeldía como el que patentó el exjugador de los San Francisco 49ers. Como si fuera un castigo adicional contra Kaepernick, la NFL prohibió un corto comercial inspirado en su gesto de arrodillarse. En él se ve a varios animales que hacen lo mismo cuando se escucha el himno. Era para un aviso de animación realizado por Peta, una ONG que defiende a la fauna y decía: «Todos los seres vivos tienen derecho a ser respetados». La cadena ultraconservadora Fox no lo sacó al aire en el último Super Bowl.
Casi tres meses después de que finalicen los Juegos Olímpicos en Tokio, Trump irá por la reelección. La máxima cita deportiva mundial podría ser una caja de resonancia de la disputa con los deportistas que el presidente de EE.UU. inició cuando llegó a la Casa Blanca. Pero el Comité Olímpico Internacional (COI) acaba de darle una mano. Ya prohibió cualquier tipo de manifestación política de los atletas durante las competencias que se realizarán desde el 24 de julio al 9 de agosto próximos.

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