20 de septiembre de 2024
«Tenemos que ganar la calle para decirle no a las SAD», dice el secretario de la Confederación Argentina de Clubes de Barrio. Entre tarifazos y necesidades, el desafío de concientizar a los socios.
«Con la política actual, el deporte social va a desaparecer», advierte el secretario general de la Confederación Argentina de Clubes de Barrio, Daniel Pacín, en diálogo con Acción. Se refiere a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) que se impulsan con fiereza desde el Gobierno nacional y al que la AFA, su principal objetivo del ataque, resiste desde las trincheras judiciales a través de fallos cautelares que aún no son garantía. «No creo en la Justicia de este país», lamenta Pacín, dirigente deportivo desde los 15 años (tiene 45: nació el 3 de agosto de 1979) y actual secretario del club Franja de oro, de su barrio porteño, Pompeya, además de integrante del Foro Social del Deporte.
Para Pacín, «es urgente que la sociedad recupere las calles para reclamar». Su llamado se acompaña con la advertencia de que «hay una mentira» respecto de las SAD: «Nos venden espejitos de colores, y un ejemplo es decirnos que tendremos a Julián Álvarez jugando en River hasta sus 30 años y no, nada que ver: con las SAD, un jugador como él se va a ir a Europa a los 15. Y cuando los clubes queden fundidos, porque los empresarios nunca pierden, ellos se van a ir y será imposible volver atrás para recuperarlos. Será demasiado tarde».
–¿Cómo definiría la situación de los clubes de barrio?
–En los últimos ocho o nueve años la venimos remando, no la pasamos bien. La situación económica repercute de lleno en los 20.000 clubes de todo el país, según la cantidad que arrojó un relevamiento del Observatorio Social y Económico de Clubes de Barrio junto a la Universidad de Avellaneda y que abarca desde los más chicos hasta los más grandes, como River o Boca. En la provincia de Buenos Aires hay más de 6.500; y en CABA, 308. Los tarifazos nos matan y frenan todo crecimiento, porque no se puede invertir cuando no se puede pagar la luz.
–¿Cuáles son los ingresos de los clubes de barrio?
–El buffet, la cuota social y el alquiler de salones para fiestas. Pero el consumo en los buffets se redujo al 40% y el pago de las cuotas sociales bajó a un 50%. Y la reserva de salones hoy está en un un 38% o 40%, cuando antes, para esta fecha, estaba lleno.
Pompeya y más allá
Franja de Oro, fundado hace 84 años, tiene 3.000 socios. El grupo familiar paga 4.500 pesos al mes. Cuenta con dos buffet y siete gimnasios. 24 disciplinas, alrededor de 1.200 deportistas de distintas edades y sexos, control médico, actividades culturales. «En el club se genera comunidad y sentido de pertenencia», suelta Pacín. También hay una pileta climatizada única en la zona que no se puede usar porque su puesta en marcha generaría un gasto de gas y electricidad imposible de pagar. «Si abrimos la pileta tendríamos que cobrar 40.000 pesos para no perder plata y la gente no podría pagar eso. Hace tres años, con la pileta en uso, nos vinieron 800.000 pesos de gas. Imaginate si la abrimos ahora: la cifra sería imposible de pagar», explica Pacín. En la última boleta, detalla, llegaron 1.200.000 pesos de luz y 200.000 de gas.
El club está en un barrio con alta tasa de necesidades básicas insatisfechas. «En el club coincide el almacenero con el hijo del que hace changas y con el hijo del abogado. El club de barrio es lo contrario al individualismo. Y en una zona como Pompeya, las necesidades son mayores. En el club de barrio hasta se detectan pibes con problemas alimenticios», describe. Y remarca que hoy, para la gente de escaso poder adquisitivo, gastar dos mil pesos para ir y volver del club en colectivo es un imposible. «Lo único que nos queda es resistir».
–¿En qué punto la posibilidad de las SAD los afecta?
–Si uno se deja llevar por lo que ve en los medios de comunicación masivos piensa que la privatización de los clubes solo afecta a los de fútbol. Pero no es así. Los capitales van a invertir en el fútbol, siempre y cuando dé ganancias. A la vez, las actividades que no tengan ingresos económicos quedarán de lado. Una empresa no va a sostener algo que genere pérdidas; el club, sí. A los clubes de barrio el Estado nos agobia con las tarifas. Los ingresos mermaron drásticamente, lo que nos deja a merced del advenimiento de capitales. Los empresarios quieren la marca Boca, River o San Lorenzo. En los clubes de barrio dejarán el buffet y se quedarán con los terrenos para hacer un negocio inmobiliario. A modo de ejemplo: a la Confederación llegó la denuncia de que a un club de Paraná, Entre Ríos, que da al río, le llegó una propuesta de seguir utilizando el muelle para deportes náuticos, pero en el resto de las instalaciones quieren hacer cabañas. Es decir, del deporte social, olvidate. Las SAD se llevan puesto al deporte social.
–Y si las cosas salen mal, no hay vuelta atrás.
–Hay ejemplos de que en los clubes de fútbol, una vez que los empresarios exprimieron todo, vuelan y dejan el agujero. Pasó en Brasil y en Inglaterra. Acá tenemos la experiencia de Mandiyú de Corrientes, que desapareció y hubo que refundarlo. Los empresarios, además, no harán un gimnasio de vóley si no les da plata. Para practicar vóley vas a tener que pagar cuotas altísimas en lugares específicos. Pero hoy en día podés ir al club y si no podés pagar te van a becar la mitad, pero siempre con la gente adentro.
–¿Hasta cuándo puede resistir la AFA el embate del Gobierno?
–La postura actual de la AFA es correcta: se plantó y hasta ahora no se corrió ni un ápice de lo que decidió su propia asamblea, que es no aceptar el ingreso de sociedades anónimas. Pero el fallo de la Justicia no es firme. El avance de las SAD lo van a parar los socios de los clubes.
–¿Hay conciencia de las consecuencias que pueden derivar de la transformación de los clubes en Sociedades Anónimas?
–No lo sé, porque en los clubes grandes prima mucho el resultado deportivo. Tenés clubes como San Lorenzo o Independiente con una situación económica crítica, sin resultados deportivos, a cuyos hinchas les venden que van a ser el Manchester y que van a ganar la Libertadores y que se solucionará el pasivo. Pero eso no va a ocurrir. Los dirigentes debemos trabajar para concientizar al socio, que es el verdadero dueño de los clubes.
–¿Cómo se hace?
–Ganando la calle para decirle al Gobierno que no queremos las SAD. Porque cuando caiga el primer club grande que se transforme en sociedad anónima, estaremos ante un problemón. Desde los clubes de barrio estamos pensando en hacer un día de apagón de clubes en todo el país para que la sociedad tome conciencia de lo que significa la falta de clubes en la diaria. Pero atravesamos una coyuntura difícil. El otro día les pegaron en la plaza a veinte jubilados que estaban solos. Los mataron a palos y no pasa nada. Falta recuperar la empatía por el otro, lo que prima es una suerte de desilusión, la gente está como anestesiada. Tenemos una sociedad desmovilizada. Por eso hoy la situación es más peligrosa que cuando en 2016 Macri intentó privatizar los clubes deportivos. Si se pueden llevar puestos a los abuelos, qué nos queda a los clubes. A eso sumale un combo con medios dedicados al deporte que fogonean que Boca anda mal, que Independiente anda mal, que San Lorenzo anda mal. Es un gran negocio que no se termina en los clubes de fútbol sino también con los de barrio, muchos ubicados en zonas cuyos metros cuadrados valen mucho como para hacer negocios.
–¿Qué le dirías a la gente en general sobre el peligro de las SAD?
–Que cuando vean las noticias las piensen, que no las consuman como algo masticado. Que busquen en internet qué es lo de las SAD. Y que tanto en este tema como en la cultura en general y en el de los jubilados en particular, la única manera de salir es juntos, peleando, resistiendo, manteniendo nuestras convicciones. Nunca vi tanta falta de humanidad en quienes nos conducen. No son políticamente incorrectos, son humanamente incorrectos. Para contrarrestar esto es fundamental el compromiso de cada uno.