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Terrenos de lucha

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Nacido en 2005, el club desarrolla un proyecto inclusivo con jóvenes de barrios humildes. Hoy necesita conseguir una cancha propia para evitar ser excluido de la Unión de Buenos Aires y continuar con sus actividades. Esfuerzos e ilusiones en juego.


Unidos. El equipo de Primera realiza la clásica arenga en la previa de un partido. (Gentileza Floresta Rugby Club)

 

Llegan apurados, algunos vienen de trabajar doce o más horas, otros encuentran en el deporte un estímulo para seguir con sus vidas. Llegan con ganas de jugar al rugby, de compartir, de distraerse. Ubicados en el terreno del Polideportivo de Parque Avellaneda, donde hoy entrenan y compiten, comienza la primera tarea: sacar las piedras y los vidrios diseminados en la cancha. No tienen sede ni cancha propia, pero no les importa. Se arman igual para la ronda inicial, se arengan y de a poquito la pelota ovalada empieza a pasarse de mano en mano. Vienen desde la 1-11-14, Ramón Castillo, Villa Cildañez y Floresta. Son más que amigos o integrantes de un equipo: ellos son el club. El Floresta Rugby Club (FRC) lo integran 50 jugadores del plantel superior, 150 chicos entre juveniles e infantiles y 25 veteranos. Cada fin de semana, la Primera juega el torneo de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) por el Grupo III. Cada fin de semana la pregunta es la misma: ¿Seguirán jugado el año que viene?

Todo a pulmón
«Sumate a practicar rugby». La invitación, impresa en volantes, dirigida a jóvenes de distintos sectores sociales, constituyó el primer paso para formar el club. Esa idea, casi utópica, se concretó el 3 de setiembre de 2005. Tres años más tarde, con el apoyo de los chicos que se fueron acercando, fueron invitados a competir en la URBA. Desde entonces, Floresta Rugby Club no dejó nunca de crecer, de generar pertenencia y de ser un instrumento social importante para muchos jóvenes de zonas vulnerables.
Con un aporte voluntario de 200 pesos como cuota social –el cual más de la mitad de los integrantes no puede pagar–, y sin grandes apoyos del sector público y privado, el club enfrenta una situación de riesgo. Fundamentalmente por la regla –que impuso la URBA en 2016– de que cada institución participante debe tener sus propias instalaciones. «En octubre podemos ser excluidos de la URBA. La ley exige que tengamos una cancha. Tampoco nos permiten alquilar, por lo que el año pasado presentamos un recurso judicial y ganamos un año más de tiempo. Y así estamos: hoy los chicos me preguntan si vamos a poder jugar el año que viene y no tengo respuesta», cuenta a Acción el actual presidente, Juan Marchetti.  
Hasta el momento las autoridades del FRC presentaron un proyecto en la Legislatura porteña para poder utilizar las denominadas «Canchas Peuser», un sector situado en el fondo del Parque Avellaneda, en el límite con la Autopista Perito Moreno, pero todavía no avanzó. «Nosotros solicitamos una cesión parcial del predio por diez años pero la Comisión de Deportes dijo que es técnicamente inviable porque es un espacio público», explica el presidente. La idea era poder utilizar esas dos hectáreas para construir no sólo una cancha de rugby sino también una de hockey y que pueda ser utilizado por las escuelas cercanas.
«Lo llamativo es que a nivel deportivo es uno de los mejores años: crecimos en cantidad de jugadores y se observa compromiso social», confiesa Marchetti.  Hasta el momento Floresta recibió un subsidio para comprar un desfibrilador, equipo que es necesario por seguridad en este deporte. Desde el mundo privado una empresa los ayudó a comprar 50 equipos de shorts y camisetas titulares y suplentes y algunas veces lograron cerrar algún canje para realizar el tercer tiempo (encuentro tradicional entre equipos rivales donde comparten una comida de camaradería). Lo que predomina son los esfuerzos de sus miembros. «El año pasado los chicos vendieron pan dulces y salames para poder pagarse una gira a Bahía Blanca, es todo así, a puro esfuerzo», agrega el presidente.
 Hoy, Floresta Rugby Club está a la espera de que aparezca alguna respuesta para que 200 chicos no se queden sin competencia. Mientras, el presidente y los entrenadores se movilizan. Estuvieron juntando firmas en partidos disputados en estadios de fútbol y también llevaron sus banderas con el mensaje #UnPredioParaFloresta por varias canchas de la URBA porque saben, como siempre, que la única lucha que se pierde es la que se abandona.

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