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La temprana eliminación de Rusia 2018 marca el final de una generación de futbolistas en el seleccionado nacional. El papel de Lionel Messi y la gestión Sampaoli. Las causas de fondo de una frustración anunciada y las incógnitas para la reconstrucción.

Kazán. Messi  y Banega, luego de la derrota ante Francia por los octavos de final que significó la despedida albiceleste de la Copa del Mundo. (Samad/AFP/Dachary)

Fue un mal presagio: Nicolás Otamendi y Marcos Rojo se tomaron la cabeza y dejaron caer las rodillas en el pasto por un tiro libre que no terminó en gol ante Islandia. Se jugaban apenas cuatro minutos. No de la final de un Mundial, sino del debut. Semejante carga nerviosa para jugar al fútbol terminó con otro desconcierto: Enzo Pérez actuó como centrodelantero en un tramo extenso de la eliminación en los octavos de final ante Francia. Esas imágenes pueden ser un comienzo y un final de la selección argentina en Rusia 2018, un viaje dramático, emocional y desconcertante que dejó como certeza el final de una generación de jugadores con el retiro de Javier Mascherano. Y, también, un después que abre muchas preguntas. Lionel Messi, centro neurálgico de la selección, había dicho antes de partir a Rusia que Argentina no era candidata y se había autoimpuesto como buen Mundial terminar entre los cuatro primeros. Algo de razón tenía. En lo que venga, Messi sabe ahora que no estará Mascherano, escudero en el cogobierno de Argentina, y que una camada que creció viéndolo por la televisión será la gran mayoría entre sus compañeros.

Espejismos
Lo que terminó en Rusia, de alguna manera, fueron los años felices: esa selección en una final del mundo en Brasil 2014 y en las de la Copa América, en Chile 2015 y en la edición Centenario de 2016 en Estados Unidos, un espejismo que confundió y que puso a Argentina en un lugar de potencia. La caída ante Francia en Kazán expuso la crisis, con bajos rendimientos de futbolistas y sin una idea de juego definida. Definitivamente puso a propios y extraños en un nuevo punto de partida. Y sin excepción, a Messi también, pero ya con 31 años. «No creo que la mayoría de los hinchas pensaba que íbamos a ir al Mundial y lo íbamos a ganar por Messi –dice el periodista Ezequiel Fernández Moores, presente en las canchas rusas en las que jugó la selección–. Hay mucho ruido en eso, pero cuando se sientan cinco personas alrededor de una mesa, admiten que aún con Messi la selección es un equipo discreto. No esperábamos más de Argentina y sí tal vez más de Messi. ¿Por qué íbamos a esperar más si el equipo se clasificó sobre la hora en las Eliminatorias?».
La generación Messi, es cierto, ganó el oro en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Pero no fue un punto de partida. Más bien, fue otro espejismo. Un año antes, después del Mundial Sub 20 de Canadá ganado por Argentina, la salida de Hugo Tocalli acabó con el trabajo en las juveniles que había iniciado con José Pekerman, cuyos frutos fueron títulos en las categorías y, sobre todo, jugadores que llegaron a la selección. De 2007 en adelante, Argentina no clasificó a dos mundiales sub 20 (2009 y 2013) y de los que jugaron la ediciones de 2011, 2015 y 2017, solo Nicolás Tagliafico (2011) y Cristian Pavón (2015) estuvieron en Rusia. Del último tramo de la gestión Pekerman (2005 y 2007), en cambio, fueron convocados Messi, Lucas Biglia, Sergio Agüero, Federico Fazio, Gabriel Mercado, Ever Banega y Ángel Di María. De ahí que Argentina promedió los 30 años y fue uno de los equipos más viejos en el Mundial. Biglia, campeón con Messi en Holanda 2005, avisó también que no jugará más en la selección.

Estado de confusión
El agravante que desembocó en Rusia 2018 fue la pérdida de una línea de juego y las idas y vueltas de entrenadores. El fin de la era Pekerman, con Julio Grondona en la AFA, y los cambios de entrenadores de la selección antes y después de su muerte tornaron más incierto el panorama. «Uno de los problemas de Argentina, quizás el principal –analiza desde afuera el periodista Diego Torres, del diario El País, de España– es que confundieron los “huevos” con pegar y no con pedir la pelota y desmarcarse hacia arriba. Se impuso el discurso de los “ganadores”, de los acomplejados. Reinó en las instituciones, en los clubes, pero es más fácil culpar a Messi». Si la generación Messi empezó en los Juegos de Pekín 2008, alcanza con precisar que los Juegos de Río de Janeiro 2016, con la salida previa de Gerardo Martino como entrenador de la selección porque los clubes le negaban a los jugadores, fue el principio del final anunciado en el Mundial de Rusia, con Jorge Sampaoli al mando después del impasse con Edgardo Bauza. Ocurre que fueron, en total, siete técnicos en los últimos diez años. Demasiada confusión.
«Quizás algún día se pueda valorar a una camada de jugadores que, bien o mal, siempre dio todo», dijo Mascherano, a los 34 años, abanderado de un grupo que impuso condiciones en el armado del equipo a los técnicos. Lo hicieron con Alejandro Sabella en Brasil 2014, aunque el destino ayudó al técnico. Lo repitieron con Sampaoli en Rusia. Pero el entrenador no ayudó: en sus 15 partidos en 13 meses de gestión nunca repitió una formación y, en especial, cayó hundido y en soledad en su propio mar de contradicciones. Argentina estuvo a cuatro minutos de quedar eliminada con un equipo de «históricos» en primera ronda antes del gol salvador de Rojo. Llegará el momento de los Tagliafico, Pavón, Giovani Lo Celso y Paulo Dybala, los menores de 25 en el plantel de Rusia, y de otros que se quedaron en la puerta como Manuel Lanzini, Ricardo Centurión, Lautaro Martínez y Mauro Icardi. El 6 de septiembre, el equipo nacional tiene su primer compromiso postmundial ante Guatemala en Estados Unidos, un amistoso que iniciará la preparación hacia la Copa América de Brasil 2019. Recién después de la Copa América, en octubre del año que viene, comenzarán las eliminatorias para Qatar 2022. Los materiales de la reconstrucción, más allá de Messi, no serán los mismos. Es una de las pocas cosas que se saben de selección que vendrá.

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