18 de mayo de 2021
Figuras en los ATP de Córdoba y Buenos Aires, los hermanos de
19 y 22 años son las nuevas promesas surgidas de la cantera del tenis argentino. El rol de los padres en su formación, factor clave en dos jugadores con estilos diferentes y anhelos comunes.
Impactos. Francisco y Juan Manuel celebran tras vencer a Albert Ramos Viñolas y Thiago Monteiro, respectivamente, en los certámenes locales. (NA)
Dos hermanos argentinos irrumpieron con todo en el circuito de tenis durante la primera parte de la gira sudamericana. Juan Manuel y Francisco Cerúndolo, 19 y 22 años, se convirtieron en la gran atracción del polvo de ladrillo. Desde 2017, con los rusos Mischa y Alex Zverev, que dos hermanos no llegaban a finales consecutivas de torneos ATP. Juan Manuel, el menor, ganó la suya y se quedó con el Córdoba Open, primer título y en su debut. Francisco, el mayor, se topó en Buenos Aires con Diego Schwartzman. Su segundo lugar no opacó el impacto de este apellido para el tenis argentino.
Si el 2020, en medio de la pandemia, entregó las buenas imágenes de Schwartzman en el circuito masculino, trepando incluso al top ten del ranking mundial, y de Nadia Podoroska, que llegó a semis de Roland Garros entre las mujeres, en este 2021 el tenis argentino empieza a subrayar el apellido Cerúndolo. No se trata solo de la curiosidad de que dos hermanos compitan en el circuito (y con buenos resultados), sino también que son dos jóvenes tenistas formados en el marco de una familia de deportistas.
Alejandro Cerúndolo, Toto, fue tenista profesional y llegó a estar entre los 300 mejores del mundo. Pero también es entrenador con una larga historia de formador de juveniles. Tuvo como dirigidos, entre otros, a José Acasuso, Mercedes Paz y Martín Vasallo Arguello. Su academia, que funciona en el club Ciudad de Buenos Aires, fue una base que también sirvió para sus hijos. Es tanto el vínculo con el tenis que Cerúndolo padre suele contar cómo tuvo que abandonar un partido de Vasallo Arguello contra el unquillense David Nalbandian en el Buenos Aires Lawn Tennis, el 15 de noviembre de 2001, cuando María Luz Rodríguez, embarazada de su tercer hijo, comenzó con contracciones. Un rato después nació Juan Manuel.
Los hermanos Cerúndolo crecieron en ese contexto, se formaron dentro de la propia familia. María Luz también fue jugadora profesional. Es psicóloga, recibida en la Universidad de Buenos Aires, con especialidad deportiva. Y también está María Constanza, la hermana del medio, jugadora de hockey en Belgrano Athletic que integra Las Leonas. Familias deportivas hay muchas. También padres que forman a sus hijos. Pero no siempre funciona y no siempre se genera un ámbito armonioso para el crecimiento. Se imponen mandatos paternos, presiones, situaciones que empujan al chico o chica deportista a llegar al alto rendimiento, pero no siempre de manera amable, algo que luego no solo repercute en su carrera, sino también en su vida.
Algo que siempre remarcan los Cerúndolo es que desde chicos hacían deportes, pero no había una obligación por elegir uno en particular. Su hermana fue al hockey, ellos eligieron el tenis. Puede ser, de todos modos, un traslado natural. «En casa siempre se habla de deporte y a todos nos gusta, eso te incentiva. Pero nos metimos nosotros solos, nuestros padres nos pusieron en el deporte amateur y nosotros elegimos nuestras actividades y nos fuimos dedicando profesionalmente», explicó Francisco en una nota con el diario Ámbito Financiero de hace dos años. «Como padres no les dijimos que tenían la obligación de ser buenos. Les ofrecimos una crianza en un ambiente deportivo y los acompañamos en sus gustos», le dijo Cerúndolo al diario La Nación.
Apellidos en carrera
El tenis tiene una colección de hermanos que compitieron o, incluso, fueron pareja de dobles. Venus y Serena Williams pueden ser uno de los casos más significativos, incluso en ese tránsito complejo y poco amable de la niñez al alto rendimiento. El padre de ambas, Richard, fue el hacedor de la preparación, pero también el hombre al que se señala como un manipulador y controlador. No siempre los hermanos van de la mano, están los que sacan algo de ventaja como Stefanos Tsisipas con Petros, John McEnroe con Patrick, Novak Djokovic con Marko y Djordje, y Arantxa Sánchez Vicario con Emilio.
Juan Manuel y Francisco Cerúndolo, con tres años de diferencia, intentan acompañarse. Aunque fueron por lugares diferentes hasta llegar acá, el más grande solía contarle al más chico con qué se podía encontrar a medida que avanzaba en la competencia. No era lo mismo jugar un Future que un Challenger. No es lo mismo que el salto al circuito mayor de la ATP. Juan Manuel lo hizo con título bajo el brazo: ocho victorias entre qualy y cuadro principal hasta ser campeón. En ese mismo Córdoba Open, Francisco obtuvo su primer triunfo, contra el italiano Gianluca Mager aunque luego quedó en el camino frente a Federico Coria, hermano de Guillermo. Le llegaría en Buenos Aires su momento al acceder a la final. Una curiosidad. Ambos fueron la pesadilla del catalán Alberto Ramos Viñolas. Francisco le ganó la final cordobesa (7-6, 3-6 y 6-2). Juan Manuel lo sacó en semifinales de Buenos Aires (6-2 y 6-3).
Los hermanos Cerúndolo llegaron para confirmar el lugar del tenis argentino, a su constante modo de ver salir jugadores. Uno, Francisco, es potente y ofensivo con una gran derecha. Juan Manuel es zurdo, más bien un estilista, un constructor paciente del juego. Van por más. Mientras Juan Martín Del Potro busca su recuperación y Peque Schwarztman se consolida entre los diez mejores del mundo, los hermanos Cerúndolo anotan su apellido en esa carrera. Y por duplicado.