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Un golpe multicultural

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Naomi Osaka, hija de madre japonesa y padre haitiano, obtuvo dos logros de alto impacto en 2018, uno de ellos el Abierto de Estados Unidos, que la proyectan como la gran esperanza del circuito. La influencia de Serena Williams en su carrera.


Nueva York. La jugadora asiática levanta el trofeo del Us Open, su primer Grand Slam. (MUNOZ ALVAREZ/AFP/DACHARY)

Con apenas 20 años y una técnica que recuerda a las mejores del circuito, Naomi Osaka, reciente ganadora del Abierto de Estados Unidos, se perfila para ser la nueva gran estrella del tenis femenino. No se trata de un juicio que se deriva de la obtención de su primer Grand Slam. A tono con su figura sobresale un estilo de juego sólido asentado en la potencia de sus golpes, su fuerte personalidad y el apoyo de miles de fanáticos en todo el mundo. En ese plano, cabe mencionar otra importante característica: Osaka es japonesa, pero su fisonomía –piel morena, pelo enrulado, 1,80 metros de altura– no se asemeja a la de una clásica jugadora del país nipón. Se asimila más a una estadounidense. Acaso por este motivo, teniendo en cuenta el predominio de la cultura occidental en el tenis, su presencia llama la atención en el ambiente.
Conviene repasar la historia de la jugadora para dimensionar el impacto que generó en el circuito. Su origen multirracial se debe a su madre japonesa, Tamaki Osaka, y a su padre haitiano, Leonard Maxime Francois, quienes se conocieron en Sapporo antes de mudarse a Osaka, la ciudad que coincide con el apellido que la pareja eligió que lleven sus dos hijas, ya que creyeron que eso los ayudaría a inscribirlas en las escuelas en Japón. Ambas son jugadoras profesionales de tenis, aunque no estrictamente por decisión propia: fue su padre quien en 1999, luego de ver la final de dobles que jugaron Serena y Venus Williams en Roland Garros, decidió que quería eso para sus hijas.

De menor a mayor
Naomi siguió el mandato paterno, aunque ya desde pequeña mostraba pasión por el tenis. El momento clave se produjo luego de que la familia decidiera mudarse a Long Island, EE.UU. Allí, con pocos años, comenzó el camino de la menor de las Osaka, coronado a lo grande en septiembre de 2018 en Nueva York después de su victoria sobre Serena Williams, leyenda del tenis. El triunfo en el estadio Arthur Ashe significó vencer a su gran referente. «Siempre había querido jugar con ella», aseguró Naomi después de la victoria. Y comentó una anécdota que acaso resume su admiración hacia la ganadora de 23 Grand Slams. Osaka contó que aspiraba a que Williams gritara «come on!», el clásico «¡vamos!» que se le suele oír en momentos de tensión. «En algunos partidos nunca lo dice. Entonces pensaba que era decepcionante para las rivales, como si no tuviera que esforzarse. Yo quería que dijese “¡vamos!” contra mí, así que cuando finalmente lo gritó, me alegré».
El presente de Naomi se asienta, entre otras cuestiones, en el esfuerzo, en su mentalidad ganadora y en aprovechar sus momentos. Ya había demostrado sus habilidades desde chica, cuando tenía 8 años y vivía en Florida, otra de las ciudades donde residió la familia Osaka. Allí, Naomi comenzó a perfeccionarse compitiendo contra su hermana Mari, quien también apuntaba a destacarse en la élite, si bien las lesiones la fueron alejando del circuito. Eran partidos que, según cuentan allegados, se jugaban a «todo o nada».
Con esas cualidades, se convirtió en profesional con 16 años y esta temporada llegaron las conquistas: primero, con el prestigioso torneo de Indian Wells, y luego al obtener el título en Nueva York. Este último constituye un logro histórico para el deporte de Japón teniendo en cuenta que nunca antes en la historia, tanto en la rama femenina como de varones , un jugador nipón obtuvo un Grand Slam. Cabe señalar el papel que desempeñó su padre al recomendarle que represente a su país natal en lugar de EE.UU., algo que podría haber hecho debido a su doble nacionalidad y residencia.
Hoy, en su tierra y en otras partes del mundo, sus logros y su juego aparecen en la tapa de todos los diarios. Algunos también se detienen en su físico o color de piel, como contó Naomi cuando recién alumbraba en el circuito, antes de ser lo que es hoy: una campeona que reúne las condiciones de hacer historia grande en el tenis. Como Serena, pero con sello propio.

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