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Una buena jugada

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Grupos de socios e hinchas lograron unirse para visibilizar una agenda que abarca desde la lucha por memoria, verdad y justicia hasta las reinvidicaciones de género. La restitución del carnet a víctimas de la dictadura en Banfield, Ferro y Talleres de Escalada.


Acto. Familiares de desaparecidos con distintivos de Banfield, junto a Nora Cortiñas, Tati Almeida, Dalia Giovanola, Lucía Barbuto y socios. (Daniel Jatimiliansk)

poderadas, todos y todas construyen a diario lo que podría definirse como una nueva subjetividad. Militan desde adentro de sus clubes, esas asociaciones civiles sin fines de lucro que toman en sus manos una nueva agenda de temas: los derechos humanos en un sentido totalizador, las políticas de memoria, verdad y justicia, las problemáticas de género, la violencia institucional, sin soslayar la defensa del espacio vital en que se mueven, donde practican distintas disciplinas, disfrutan de la recreación, van a la cancha o desarrollan actividades culturales. No quieren que las sociedades anónimas se apoderen del patrimonio que generaciones de argentinos levantaron con sus propias manos y el apoyo del Estado.
El fenómeno adquirió una dinámica que es bastante reciente y tiene mojones. El primero se colocó el 29 de diciembre de 2016 en el hotel Bauen cuando se presentó la Coordinadora de Hinchas. A este espacio colectivo le siguió otro con un fin más específico: la Coordinadora por los Derechos Humanos, que marchó por primera vez el 24 de marzo de 2018 a Plaza de Mayo cuando se cumplieron 42 años del golpe de Estado cívico-militar. Sus integrantes lo hicieron con camisetas de los diferentes equipos en una demostración de armonía inusual. «Entiendo que los logros de la Coordinadora son varios a esta altura, aun cuando se trata de una organización muy joven, con menos de dos años. En primer lugar, se consiguió que la temática de los derechos humanos entrara a los clubes, a menudo reacios a estas cuestiones porque parte de la dirigencia rehúye a la “política”. Pero el tema ya está adentro y de alguna manera se obligó a un replanteo. Había poquísimas instituciones que tenían espacios de derechos humanos y ahora son varias las que lo tienen. Y en las que no, la tarea se hace desde afuera…», cuenta a Acción Ariel Bargach, de Banfield por los Derechos Humanos, socio e hincha del Taladro, periodista y docente. Este club firmó un acuerdo con Abuelas de Plaza de Mayo para colaborar en la búsqueda de nietos desaparecidos.
Lucía Barbuto es su presidenta y la única mujer que está al frente de uno de los 24 clubes que juegan la Superliga. De sus socios e hinchas partió este año una iniciativa que tenía un antecedente parecido en San Lorenzo (ver recuadro) y que empezó a replicarse en otras instituciones. Les restituyeron su condición de asociados a los desaparecidos que la perdieron durante el terrorismo de Estado. Fue el 3 de octubre en el estadio Florencio Sola. Durante el acto, recibieron el carnet once de ellos. «Los 11 de memoria» –definidos así por el espacio que integran Bargach, Florencia Duarte y Sergio Cherco Smietniansky, abogado de la Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo–, entre otros.
El letrado explicó la iniciativa: «El planteo para hacerlos socios de nuevo fue que no reunían ninguno de los cuatro requisitos que establece el estatuto para darlos de baja del padrón: la muerte, ya que en estos casos la figura del desaparecido no es asimilable a la del fallecido; la falta de pago, porque no existe culpa en la mora; la renuncia o la expulsión». Uno de los once desaparecidos es Raúl Ceci, exjugador de las divisiones inferiores de Banfield en los años 60. Integraba un grupo vocalista de música latinoamericana y «llegó a ser titular en la tercera en varios partidos», recordó Smietniansky. Nadie duda de que los socios, hinchas o deportistas desaparecidos fueron perseguidos, secuestrados, torturados y asesinados por su condición de militantes políticos. Abordar sus vidas desde el vínculo con el deporte o el club donde lo practicaron busca completar sus historias y darles más visibilidad. El caso de Estudiantes de La Plata lo demuestra. En sus archivos se encontró el carnet de socio de Rodolfo Walsh, que jugaba al ajedrez en la sede social.
 
Pertenencias
La Subcomisión de Derechos Humanos de Ferrocarril Oeste tomó una medida semejante a la de Banfield y además de restituirle la condición de socios a dieciséis desaparecidos, colocó baldosas que los recuerdan y realizó un mural sobre la avenida Avellaneda, al lado del ingreso al estadio. Allí están las imágenes de Nora Grittini, Sergio Tula –también gimnasta federado del club–, María Cristina Mazzuchelli, Eduardo Vega, Ester Bizzanelli, Eduardo Testa, Jorge Perón Vizcay, Roberto Cristina, Luis Giménez D’Imperio, María Luz Vega, Sergio Kacs, Rubén Kriscautzky, Eduardo Leguizamón, Luis Arcuschin, Alicia Pistani y Eleonora Cristina. En Banfield y Ferro, los organizadores estuvieron acompañados por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Mariano Vugnozzi, presidente de la Subcomisión, dice: «Los clubes le debían a los familiares de desaparecidos volver a su lugar de pertenencia. En donde soñaron, jugaron, hicieron amistades y quizás se enamoraron».
Con menos prensa, Talleres de Remedios de Escalada hizo otro tanto con su socio desaparecido Hugo Goyenetche. Lo volvió a incluir en el padrón restituyéndole su condición de asociado. En el club funciona una Subcomisión de Derechos Humanos que ya había realizado un acto homenaje a 23 víctimas del terrorismo de Estado del partido de Lanús. Familiares y amigos recibieron en su nombre carnets de socios honorarios aunque no todos pertenecían a la institución.

Banderas en común
Las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura no son el único tema que socios e hinchas tomaron como propio en sus clubes. Estas entidades deportivas persiguen el bien común y se rigen por el principio de un socio, un voto. La explicación de cómo se construye subjetividad la desarrolla Beatriz Sarlo cuando amplía un campo que parecía solo reservado a los científicos. En un artículo titulado «Las mejores ideas sin poder», señala: «Hacer sentido es una práctica intelectual que, por supuesto, no ejercen solo los intelectuales. Aunque los intelectuales hayan tenido como oficio hacer sentidos, ofrecer explicaciones y discutirlas, la fabricación del sentido es lo que podría llamarse una práctica cultural tan inherente a la sociedad como los lazos materiales».
Las problemáticas de género también son banderas de lucha en los clubes como un eje vertebrador de su comunicación. La visibilidad que tomó el fútbol femenino desde su profesionalización el 16 de marzo de este año y la lucha que había iniciado antes la jugadora Macarena Sánchez para procurar que las mujeres cobren un salario, actualizaron un debate que casi no aparecía en los medios deportivos. Como mucho, la situación de las futbolistas se abordaba en el Día Internacional de la Mujer, en determinado contexto feminista o como una miscelánea o dato de color, completamente marginal en el tráfico general de noticias. Hinchas y socias tomaron el asunto en sus manos. A la par, periodistas deportivas que sufren una discriminación semejante contribuyeron con su trabajo a que la problemática no salga de la agenda.
El sociólogo Julián Scher, autor del libro Los desaparecidos de Racing, dice algo que invita a pensar sobre esta producción de sentido que desarrollan los hinchas: «Es difícil imaginar esto que ocurre si los clubes no fueran dueños de una serie de herramientas comunicacionales que los habilitan a desplegar discursos propios y a no depender de lo que los medios ajenos digan o no digan sobre la institución».

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