13 de noviembre de 2013
Por primera vez llegamos a disfrutar de 30 años de democracia. Sin golpes de Estado, sin chirinadas, sin dictaduras. Y para festejarlo nada mejor que unas bonitas elecciones. ¡Parece a propósito!
Elecciones que fueron bastante originales. Primero porque en los diarios del día siguiente todos se sentían ganadores. Unos porque sacaron más votos, otros porque tenían más bancas, otros porque entraron en el Congreso, algunos porque pudieron mojar un poquito la vainilla. Creo que el único que andaba con cara de gastritis fue el colorado De Narváez que perdió como en la guerra.
Segundo: otra particularidad de estas elecciones fue que los candidatos más que interesarse por su posicionamiento en el Congreso –fueron elecciones legislativas– eligieron presentarse como candidatos al 2015. O sea que lo realmente importante para ellos era avizorar qué podía pasar dentro de dos años. Suena un poco loco. ¡Es bastante loco! O sea que terminaron las elecciones, pero la campaña sigue… como siempre. Nosotros vivimos en eterna campaña. Para los políticos que laburan nada más que de políticos, pase, pero para los que son intendentes, legisladores o gobernadores, sería bueno que se dedicaran a trabajar por lo que se les paga. Porque en la campaña, todo lo que se hace, se mide en términos de si me conviene o no para 2015… o para 2027… Así, para cualquier gobierno tratar de hacer algo mientras todos están de campaña es más difícil que matar un chancho a pellizcones. Sin contar que muchas cosas que elija hacer también pueden estar influenciadas por la conveniencia en la campaña. En resumen, salvo nosotros, que somos los que las sufrimos, de la campaña permanente y eterna, no se salva nadie.
Tercero, que en estas elecciones CFK –que tuvo siempre una permanencia permanente, valga la redundancia– por motivos de salud no estuvo presente. Y cuando muchos decían que este era un gobierno unipersonal, de pronto se arma un equipo con los que estaban en el banco y llegan las elecciones, ¡y no pasa nada! El país sigue funcionando como siempre. Ninguna hecatombe, ningún desgobierno, nada de nada, todo sigue, bien o mal de acuerdo con el cristal con que se mire, pero sigue.
Y cuarto: los supremos de la Corte, luego de 4 años, ponen en vigencia la ley de Medios diciendo que perder plata –obsesión del grupete– es constitucional. Cosa que muchos sabíamos por experiencia propia. Fue la noticia más esperada y a la vez la que más nos sorprendió.
La verdad, flor de festejo que nos mandamos para homenajear los primeros 30 años de democracia. ¡Salud!
— Santiago Varela