Opinión

Pedro Saborido

Escritor y humorista

Amor a la vida y la vejez de Dios

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La Virgen de Luján se encuentra con la Virgen de Banfield, también llamada Virgen de las Enumeraciones. Se ponen a hablar. La Virgen de Banfield le cuenta a la de Luján:
–Vengo de hacerle un milagro a un tipo de unos cuarenta años, ingeniero, que me rezó para que le dé muchos años de vida, pero sin volverse viejo. Es decir: estar igual a como está ahora.
–Y qué le hiciste? –preguntó la Virgen de Luján.
–Le armé un milagro donde de pronto fue viejo durante seis horas. Viejo, pero hecho pelota: 

• Lo hice vivir un buen rato en su oficina teniendo diálogos inconexos. Le hacía preguntar a uno de la oficina: «¿De qué color es esta camisa?». «Es color Rodríguez», contestaba.
• Le hice temblar la mano y le di un cucurucho que terminó estampándose en el pecho llenando de pistacho el cocodrilito de Lacoste. 
• Le armé una laguna mental para no poder acordarse de cómo se llamaba «Jesucristo». Tuvo que empezar a describirlo para que otro lo ayude: «Ese… cómo se llama… el de la cosa que son dos palos… y que murió con dos ladrones al lado… que el padre hacía carpintería…». Fue muy gracioso, juaz, juaz –rió la Virgen de Banfield.

–No entiendo por qué hiciste eso –dudó la Virgen de Luján, que todos saben que es menos jodona. 
–Para que aprenda. Porque el asunto es que al mismo tiempo que se evita morir, que se ama la vida, se huye de la vejez, cuando la vejez es consecuencia de vivir. La suerte de seguir con vida es convertirse en una persona vieja. Así de simple.  
–Okay.  Pero hay una parte que no es así. También se puede ver en una persona anciana lo venerable, lo sabio. Por ejemplo: Dios siempre es representado como una persona mayor. Alguien maduro, experimentado, justo. 
–Bueno, eso es obvio, se supone que al ser eterno y estar desde el principio de los tiempos, tiene que ser un tipo pasado en años. Es decir, barba blanca, pelo blanco. Uno podría pensar: ¿y por qué no es pelado? Bueno, es Dios y ha decidido no parecerse a Roberto Lavagna o Carlos Corach.  Para eso es Dios. 
–Okay –siguió la Virgen de Luján–. Pero en estos tiempos no se rescata tanto el lado sabio de la ancianidad. 
–Así es –siguió la Virgen de Banfield–. Entonces, se puede pensar que Dios, siendo un tipo grande, pueda tener olvidos, descoordinaciones, ciertos rasgos de senilidad que explicarían que, habiendo Dios, el mundo y el universo sean como son.
–¿Alguien en esta época podría pensar que el mundo es imperfecto, injusto y caótico porque Dios tiene Alzheimer? –inquirió la Virgen de Luján. 
–Bueno. Siempre representan a Dios como un adulto mayor. Aunque
también hay otras teorías acerca de cómo es Dios. Paso a enumerar:

• Dios tiene cinco años. Y no tiene aún un sistema ético-moral muy conformado. Es caprichoso, no tiene medida exacta de lo que provocan sus acciones. Es decir, Dios es un pendejo rompebolas.
• Es una adolescente mala onda. Que encima vive fumada. 
• Dios es una señora que se llama Teresa Calandrioni. Vive en Berazategui y maneja el universo de manera tal que todo termina molestando a su cuñada Claudia. La historia de la humanidad, las guerras, el hambre, la evolución, la tecnología, las naciones, todo, todo, solo sucedió, sucede y sucederá para que los sucesos se coordinen de manera tal que Claudia no logre conseguir un albañil que le haga la bajada de cordón para que pueda subir su Volkswagen Surán a la vereda. Eso es lo que no quiere Teresa (que es Dios) que suceda.

–Bien. O sea, que podríamos dejar de pensar en un Dios anciano. Ser torpe, incoherente o injusto no es exclusivo de la ancianidad – concluyó la Virgen de Luján.   
–Así es. Pero insistiría en esa idea de Dios anciano. Tiene algo de interesante como para hacer seductora la vejez. Por lo menos para los creyentes.
–¿Y los ateos?
–Si son comunistas, tienen a Marx, que tiene un look parecido –aclaró la Virgen de Banfield. 
–De todos modos, en gran parte de Occidente, en un pensamiento rápido y estúpido, se suele despreciar la vejez. Por ser vista como debilidad. 
–Así es. Una tremenda combinación de miserabilidad e idiotez absoluta. Por eso voy a insistir en estos Milagros Correctivos, para que la gente aprenda que:

• No relacionar capacidad de disfrutar de la vida con independencia. «El día que no me pueda valer por mí mismo, prefiero morir». Que no ser independiente es ser débil. Y que no se merece vivir, merecer vivir. 
• Que no tener que ser cuidado sea un valor. A un bebé también hay que cuidarlo. Quizá el problema de la vejez sea ese: tener que cuidarlo y que encima no produzca. ¿La ventaja del bebé? Va a producir en el futuro. 
• Ser independiente puede ser un valor para una persona. Pero en realidad es bueno para que el sistema funcione mejor. Menos costo y más ganancia. A esa independencia se la disfraza de mérito y orgullo para que sea deseable. Y ahora mejor paro de enumerar acá, porque estoy a punto de decir que el problema de la ancianidad es que básicamente no produce plusvalía. Y voy a tener problemas por marxista.  

Y así fue como totalmente convencida, la Virgen de Luján también salió a hacer Milagros Correctivos. Para que la gente aprenda a que más allá de algún achaque o alguna incoherencia, la vejez es un lugar al que todos vamos a llegar si es que queremos seguir viviendo. Y entonces es muy, pero muy estúpido, no armar un mundo y una vida donde la ancianidad se viva fenomenalmente bien. Una sociedad con un sano egoísmo, como en un buen espectáculo o al hacer el amor, lo mejor esté al final. 
–La vejez, el postre de la vida– dijo la Virgen de Banfield, que a la mañana había estado en una agencia de publicidad. La de Aguya o una con esa onda.

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