Humor

Amor de invierno

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Rudy

Tarde de invierno. Rebequita siempre acalorada.

–Decime una cosa, Tobías de mi corazón solitario, vos, ¿me querés?

–Sí, Rebequita de mis memorias indelebles, yo te quiero.

–Bueno, Tobías de mis carcajadas insondables, yo eso ya lo sabía, pero la pregunta es, ¿vos me querés, o vos «me querés me querés»?

–Yo «te quiero te quiero», Rebequita, mujer inolvidable.

–Bueno, Tobías, pero vos ¿«me querés me querés» o «me querés me querés me querés»?

–Rebequita ¿hasta cuántos «mequereces» me pensás preguntar?

–Ay, Tobías, yo pensaba hasta unos catorce, pero no sé.

–Rebequita de mi ecocardiograma con contraste, yo te quiero hasta el infinito y más allá, pero no sé si sería capaz de repetir catorce «mequereces» en una sola frase y sin solución de continuidad; pero, ¿por qué tanto miedo?

–Ay, Tobías, no sé… Es que soy una persona muy sensible, frágil, precaria, vulnerable y toooda una lista de adjetivos que escuché en un video, tengo miedo de que le pidas un crédito al FMI y me uses de garantía, y después ellos se apropien de mí, me privaticen y te hagan pagar una tarifa por ser mi… mi… mi… ¡Mi Tobías!

–Pero Rebequita de mis dos pulmones y sus alvéolos correspondientes, eso que decís es técnicamente imposible. ¡Majás de los majases ocurriría algo mesejante!

–Tobías, estás hablando al vesre.

–¡Es que cuando me pones nersovio, me pones nersovio y se me agatrantan las pabralas!

–Bueno, bueno, calma, calma… a ver, Tobías, vos pensá que una lee las noticias y se entera de cosas terribles, de países que se endeudan hasta el infinito y más allá, de economías otrora florecientes que revientan de un solsticio para otro a consecuencia de malas decisiones deudológicas, de familias enteras que, autopercibiéndose clase media, se endeudan hasta el bisnieto, y luego terminan en la movilidad social descendiente, de parejas bien avenidas, que culminan la relación en un tsunami deudónico que los somete al discurso de odio, la exclusión social y la discriminación negativa por parte de sus grupos de referencia.

–No entiendo nada, Rebequita.

–Yo tampoco, Tobías, están pasando en el mundo cosas que no se entienden. Lo que hasta ayer era absurdo, se va tornando otro sentimiento, la crueldad está de moda y yo soy una pobre personita…

–Rebequita, jamás me endeudaría con el FMI usándote de garantía, podés estar más que tranquila, ¿y sabés por qué?

–No, mi Tobías rápido y furioso, ¡decime por qué!

–¡Porque el FMI jamás me daría un crédito a mí, ni te aceptaría como garantía a vos!

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