29 de septiembre de 2025

Queridísima Rebequita de mi corazón, mis pulmones, mi duodeno, mi esternocleidomastoideo y demás músculos, órganos, glándulas, huesos y vísceras que conforman eso que podríamos llamar «yo» y que te aman infinitamente, aunque tal término sea matemáticamente indefinible e indemostrable (el infinito, no mi amor):
Te escribo estas palabras con un pie en una provincia y el otro en otra, para mostrarte que mi amor por ti no tiene límites. Es un amor republicano, representativo y federal, que quiero que sea para nosotros y nuestra posteridad, invocando la protección de dios, y que nos lleve a constituir la unión, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, promover el bienestar general, proveer a la defensa común y asegurar los beneficios de la libertad.
Mi amor por ti tiene facultades extraordinarias, es como la suma del poder público, es unánime, no sometible a plebiscitos ni referendums.
Es un amor vinculante, no estacional, como una frutilla, sino perenne, como el naranjo. Es un amor de altas calorías, energético, proteico, dulce y rico, nutricional, que satisface sin provocar hastío.
Cómo te extraño mi amor cuando te vas, me falta algo en la vida si no estás. Tengo el corazón contento desde aquel momento que llegaste a mí. Le doy gracias a la vida y le pido a Dios que no me faltes nunca, yo quisiera que sepas, que nunca quise así, que antes nunca estuve así enamorado, no sentí jamás esta sensación, que cuando llegue mi amor te dará tantas cosas, o quizás simplemente te regale una rosa. Tus labios de rubí, de rojo carmesí parecen murmurar mil cosas sin hablar, que por ti soy pan, soy paz, soy más y en cada conversación, cada beso cada abrazo, se impone siempre un pedazo de temor, porque me vuelve loco tu forma de ser, me está volviendo loco tu forma de ser, Rebequita, me bates cual si fuera mayonesa, no sé ni cómo me llamo, ni dónde vivo ni me interesa.
Quizás porque no soy un buen soldado dejo que ataques de frente y costado, con tu pecho de dos médanos eternos. Y en tus ojos un cielo transparente, que brillaba atrás del sol, hermosa y salvajemente.
Soy sinceramente tuyo porque tú no necesitas ponerte todas las noches agua bendita, y aunque todavía no sé si te quedarás, miro el breve espacio en que no estás y te doy una canción si abro una puerta y de la sombra sales tú.
Te quiero vida mía, te quiero noche y día, ven a mí, abrázame,
Tobías.
–¡Ay, Tobías, las cosas que se te ocurren!