27 de enero de 2016
Calor en la tarde. Y Boni, casi asustado, se deja oír en medio del mate paterno.
–¡No me eches, pa, no me eches!
–Pero Boni, ¿por qué pensás que te voy a echar de casa? Sos mi hijo, te quiero, sos un chico… ¡No hay ningún motivo!
–Uy, no me digas eso, pa. A casi todos los que están echando, los echan sin ningún motivo. Y yo escuché que el otro día le decías a mamá que iban a despedir a la tía Erisipela.
–¡La fuimos a despedir porque se fue de viaje!
–No me importa por qué, pa. Lo que yo veo es que lo único que aparece en todos lados es despidos, despidos y más despidos. No me eches, pa, porque si me echás, voy a tener que irme a la plaza, juntarme con mis amigos, y cantar «¡A volver, a volver, Boni va a volver!».
–Pero Boni, eso que estás diciendo es una locura.
–No, pa, a vos te parece una locura porque sos del siglo XX, un tipo con un siglo de antigüedad, pero ahora en el siglo XXI lo normal es que te echen. Yo ya tengo 12 años de antigüedad en mi trabajo de «hijo» pero no tengo ningún contrato.
–Boni, nunca pensé ni pienso echarte.
–Pa, ahora vos decís eso, pero llega a haber una «necesidad y urgencia» y… ¿yo qué hago? ¿Estás seguro de que no vas a querer «corregirme», «sincerarme», o «desocuparme para que sea feliz»?
–¿Y eso?
–Eso es lo que dijo el señor ese que vende globos amarillos. Dice que los desocupados son felices, que comen lomo cuando están enfermos y pagan la luz con pizzas, pero si comen ñoquis se vuelven militantes y les sube la grasa.
–No entiendo nada.
–Los desocupados tampoco, pa, no entienden, y por eso van a protestar. Y entonces el señor de los globos amarillos los ve protestando en medio del calor y les tira agua para que se refresquen, así son aún más felices. ¡Los que se quedan sin trabajo no necesitan entender! ¡Necesitan un trabajo!
–Claro, Boni, pero ya te lo dije, a vos nadie te va a echar.
–¿Sabés cuál es el problema, pa?
–¿Cuál?
–Que antes del 22 de noviembre a ellos les habían dicho eso mismo.
—Rudy