Humor | Por Rudy

Con Rebequita se come, se educa y se cura

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Rudy

Viene llegando el calorcito… y en esa tarde findeprimaveral, Tobías y Rebequita, juntitos, juntitos.
–Ay, Tobías de mi mercado de riñones, ¡qué hermoso compartir esta tarde conmigo misma y contigotismo!
–Sí, Rebequita de mi pulso alterado, no puedo evitar evocar aquel día en que te propuse nuestra relación biunívoca.
–Ay, Tobías de mi recauchutaje, ¿cómo olvidarlo? ¡Mirá que lo intento, eh! Pero no puedo olvidarte a ti, diciéndome a mí: «Rebequita floreciente de mi primavera electoral, ¿deseas acurrucucharte junto a mí con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros?».
–¡Eso te dije, lo recuerdo!
–Y yo te respondí: «Acábala con los preámbulos, ¡ahora, Tobías!».
–Sí, pero rápidamente nuestro plan primavera se devaluó, y por más persuadidos que estuviéramos, nos torcieron el brazo. Y poco después, te hablé con el corazón, pero vos me respondiste con el bolsillo, Rebequita.
–Es que estábamos en el mismo vuelo, pero sin paracaídas, Tobías.
–No, estábamos mal, pero íbamos bien, y me acuerdo que te dije: «Seguime, que no te voy a defraudar».
–Sí, pero también me dijiste «amor que para, amor que cierra», y nuestro vínculo amoroso se fue convirtiendo en una extraña convertibilidad. Un beso: un dolor; un beso: un dolor; y además te agarró el efecto tequila y me dijiste que podíamos viajar a Japón en una hora y media a través de la estratosfera.
–Yo lo único que quería era que me reeligieras, Rebequita, y para conseguir eso, iba a hacer cualquier cosa, ¡hasta era capaz de hacer una aeroisla para vos!
–Sí, Tobías de mi corpúsculo de Golgi, pero yo estaba recesiva, y además, siempre lo mismo, siempre lo mismo.
–¿Dices que era aburrido?
–Es que lo eras, mi maestro entre los maestros, almacenero entre los almaceneros… estabas como blindado, habías cambiado mucho, sufriste un verdadero megacanje.
–Yo era el mismo, Rebequita, y nuestro amor estaba condenado al éxito; además, vos viste cómo son los vínculos, «el que puso esperanzas, recibe esperanzas».
–Bueno, Tobías, pero después vinieron años de recuperación, de crecimiento, de revalorización de nuestro vínculo.
–Sí, Rebequita, y eso no fue magia, no fue magia.
–No, pero cuando creíamos que estaríamos bien para siempre, que nadie iba a perder lo que tenía, de pronto todo se volvió a caer.
–Fue un sinceramiento, Rebequita, ¡mala mía! Lo reconozco: pensé que en el segundo semestre todo iría mejor, pero… seguimos yendo de acá para allá, como podemos.
–Bueno, Tobías, pero cumplimos 40 años juntos.
–Así es, Rebequita de mi alma en pena, quiero regalarte algo para festejarlo, ¿qué te gustaría?
–Lo que quieras, pero, ¡ni se te ocurra regalarme una motosierra!

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