Humor

Cuarentobías y Prevenquita

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(Ilustración: Hugo Horita)

Tobías y Rebequita no están en el bar. Claro, están cumpliendo con el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio.
–Tobías de mis reciprocidades infodémicas, ¿no irías al bar a traerme un café?
–Pero, Rebequita de mis paralelogramos propiamente dichos, ¿no sabés que no se puede? ¿No sabés que está prohibido, propuesto, sugerido, acordado, ordenado, decretado, establecido y procurado que un acto como ese rompería la cuarentena poniendo en riesgo no solamente a mí sino a ti, a sí y a la población en su conjunto?
–¿Ves cómo sos, Tobías, ves cómo eres, ves cómo you are? Yo no te pedí que vayas, ya sé que no se puede… solamente le pregunté si «irías». Te interrogué por tu deseo de complacerme, por tu capacidad de satisfacer a la mujer de tus amores predispuestos, por tu caballerosidad deportiva.
–Pero Rebequita de mi incidencia subrepticia… ¿querés o no querés un café?
–¿Acaso eso te importa, Tobías de mis pinturas renacentistas? ¿Para qué querés saberlo, si no estás dispuesto a traérmelo?
–Porque… Rebequita de mis decretos anacrónicos, si vos querés un café, sería capaz de hacértelo con mis propias manos.
–Ay, Tobías, solamente te falta una filmina para ser el más seductor de los hombres aislados. ¿Te parece que yo puedo querer que me hagas un café?
–¿Y por qué no, Rebequita de mis sueños estereotipados?
–Intentemos resolver esto por el absurdo, como si fuera un teorema, o mejor, un cafeorema. Yo digo que sí, entonces tú, ¿qué haces?
–Un café.
–¡Nooo… ahora el que no conoce la regla eres tututututú! Si me quieres hacer un café, primero debes lavarte las manos con alcohol en gel, cambiarte la ropa y ponerla en lavandina, tomarte la temperatura. Limpiar la hornalla con detergente, enceder el gas, lavarte otra vez las manos, lavar tres veces la pava y secarla hasta que puedas ver tu reflejo. Poner agua a calentar. Desinfectar el frasco de café, tomar una cuchara, limpiarla, llenarla de café, desinfectar grano por grano el café con jabón blanco, que haga espuma si no, no sirve. Luego tomas la cafetera, la lavas, la desinfectas y la vuelves a lavar, vuelcas el café en la cafetera. Vas a adonde estaba la pava, vuelcas el agua en la cafetera. Tiras todo el contenido porque seguro que ya se hirvió, y el café se quemó. Y empiezas todo de nuevo.
– Bueno si eso te pluguiera más, lo pediría a un delivery, para poner en marcha la capacidad ociosa de nuestra fuerza laboral nacional, y que no decaiga.
–Ay, Tobías, ¿un delivery? Eso es lo que sos vos… ¡Un deliberado!
Y así, las vienticuatro horas, los siete días de la semana.

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