Humor | RUDY

Deseos son deseos

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Rudy

Tarde invernal, o algo parecido. De pronto, Rebequita habla y dice: –¿Sabés lo que deseo, Tobías de mis enaguas del tiempo pasado?
–No, Rebequita de mis amores contrariados, no lo sé.
–Deberías. Si no sabés cuál es mi deseo, ¿cómo vas a hacer para tratar de satisfacerlo y fallar en el intento?
–Justamente, Rebequita, si yo creyera saber cuál es tu deseo, seguramente me estaría equivocando.
–Y satisfarías mi deseo que es «que te equivoques».
–¿Te hace feliz que me equivoque, Rebequita?
–No, eso no me hace feliz, pero te hace humano a vos, Tobías de mis misterios de la vida cotidiana.Y esto no digamos que me hace feliz, pero por lo menos me da la tranquilidad de sentir la compañía de una persona. En estos últimos tiempos me estuvieron acompañando mi celular, mi compu, mi tele y mi licuadora.
–Uy, eso es muy triste, Rebequita de mis historias de amor y desencuentros.
–A veces sí, Tobías de mis ropajes de ocasión, pero otras, ellos satisfacían mis deseos. Por ejemplo, yo quería un licuado de naranja, y la licuadora me lo hacía sin preguntarme nada.
–Bueno, pero a eso le faltaba el calor humano.
–El licuado me gusta frío, Tobías de mis sueños nocturnos, y eso, quizás vos no lo sabés, pero la licuadora y la heladera, sí.
–Rebequita, discúlpame, no puedo entenderte. Te quejas de la falta de compañía humana, pero luego decís que las máquinas te satisfacen mejor. Es como si te quejaras de la falta de comida y luego votaras al lobo feroz, que te prometió comida, pero te come a vos.
–¡Ay, nada que ver, nada que oír, nada que decir, Tobías! Vos no entendés nada. Yo lo que quiero es que vos «trates de satisfacer mi deseo», no de que lo satisfagas… ¡Para eso está la licuadora! Cada uno en lo suyo defendiendo lo nuestro, todo en su medida y armoniosamente, dejad que los niños vengan a mí.
–¿Qué te pasa, Rebequita? Repetís frases hechas.
–Sí, Tobías de mis pescados rellenos. Ayer fui al súper y había una oferta de tres frases hechas al precio de una, y decidí aprovechar la promo, porque estoy muy ocupada y no tengo tiempo de hacer frases.
–Pero a mí me encantan tus frases caseras, Rebequita.
–La última vez que te hice frases, me dijiste que no te gustaron, que les faltaban algunos verbos, que tenían demasiado gusto a circunstancial de modo, que a tu mamá le salían mejores.
–Ay, Rebequita, no quise decir eso.
–¡Pero lo dijiste, Tobías! Haceme un favor, la próxima vez decí lo que quieras decir, y no digas lo que no querés decir, así te van a poder entender nuestros hijos.
–Pero Rebequita, nosotros no tenemos hijos.
–¡Y claro… los chicos se resisten a tener un padre al que no le entenderían lo que quiere decir! Así que tratá se de ser claro, para que pueda nacer nuestro hijo.
–Pero Rebequita, ¿querés tener un hijo a esta edad?
–¿Ves cómo sos? ¿Qué tiene que ver la edad? Mi prima Entraña tiene 20 años más que yo, y no solamente tiene un hijo, también tiene varios nietos.
Habló Rebequita. Y el mundo sigue andando.

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