15 de octubre de 2024
¡Ah, la primavera! El clima cálido favorece el encuentro amoroso entre Rebequita y Tobías.
–Tobías de mi corazón partido al medio cual bife de chorizo mariposa, ¿tú me amas?
–Oh, Rebequita, abeja reina de mi panal meloso. ¡Claro que te amo! ¿Querés que te dé el fuego de mi amor, como cantaba Sandro?
–No es necesario, Tobías de mi Juventus divino tesoro, además mi ropa no es antiinflamable, los trajes de asbesto importado están de moda, pero son muy caros. Te creo, vida mía, te creo noche y día, pero necesito igualmente hacerte una pregunta. Considerando el tiempo interanual, digamos de septiembre del año pasado a este, ¿cuánto ha aumentado tu amor por mí?
–Rebequita de mis tripas gordas, no puedo darte esa información porque mi amor por ti es inconmensurable. No hay metro que pueda medir su extensión, vasija que pueda medir su capacidad, balanza que pueda medir su peso.
–Entendí, Tobías, no hace falta que hagas un desfile de herramientas de medición. Y además, ¿quién confiaría en un dato experimental, en estos tiempos tan posverdaderos? Pero vos te estás escapando por la secante.
–¿Será por la tangente?
–Tan gente no sos… si lo fueras, me dirías que tu amor por mí ha aumentado aproximadamente un 123% interanual, superando la inflación amorosa de 2022-23, que fue del 105%, justificada por el fin de la cuarentena, pero vos… vos… ¡Todo aumenta, Tobías, todo aumenta. Menos tu amor por mí. ¡Vos no me querés!
–Pero, Rebequita, ¿cómo decís eso?
–Diciéndolo, Tobías, diciéndolo, ¿de qué otra manera podría ser? ¿Acaso vos sabés hablar comiendo, suspirar transpirando o deglutir una empanada de osobuco braseado a la crema de arándanos con los riñones?
–Me refería al motivo de tu ridícula afirmación, Rebequita. Cualquier sociólogo, cualquier antropólogo, incluso un politólogo en tren de recibirse podría reconocer que lo mío, por vos, es amor. Es el amor de verdad, es el amor como debe ser. ¡No me arrepiento de este amor! ¡El amor es azul! ¡El amor como el viento un día se va! ¡Cómo te extraño mi amor cuando te vas, me falta algo en la vida si no estás!
–¿Qué te pasó, Tobías? ¿Te tragaste una discoteca vintage?
–Disculpame, Rebequita, es que cuando me emociono, empiezo a hablar con frases de los 60 o 70. ¡Perdón!
–¿Ves que no me querés, ves que no me querés?
–Pero, ¿por qué dices eso, amor de mis amores?
–Porque si hay una fase de esos tiempos, es «Amar es nunca tener que pedir perdón».
Silencio en la tarde.