Humor

En el bar

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Atardecer en el bar. Todo estaba en calma. Bueno, tan en calma como puede estarlo en estos tiempos conservadores disfrazados de neoliberales; en estos tiempos neocolonialistas disfrazados de democráticos; en estos tiempos disfrazados.
En una de las mesas, cercana a la ventana, Tobías y Rebequita disfrutaban, si se lo puede llamar así, de una merienda a deux.
–Tobías de mis coyunturas electoralistas, ¡vos no me querés como antes!
–Pero, Rebequita de mi sagrada circuncisión, ¿cómo decís eso? «Vos sabes que yo te quiero /que sin vos me desespero /que por vos me hago estanciero /estadista o carpintero /que te doy mi amor entero /aunque no hay pobreza cero».
–No te sinfundas, Tobías, tampoco te confundas. Poemas de amor politizados hace cualquiera. Mirá, a mí también me salen: «que nuestro amor nos juremos /y vayamos como remos /a los mares venceremos /y un sueldo digno logremos /que al otro nos entreguemos /y nunca, jamás, Cambiemos». ¿Te das cuenta Tobías de mis rasgadas vestiduras? ¡Yo sé que me amás, pero no me amás como antes!
–Te amo igual que siempre, Rebequita de mis tiempos de cólera.
–Entonces tu amor no es sincero, Tobías de mis cólicos contrariados.
–¿Por qué decís eso, Rebequita de mi neuralgia estratiforme?
–Porque, Tobías de mis dulces sin glucosa, ¡vos me dijiste que me querés «igual» que siempre! Y no te enteraste, ¡todo lo que sincera, aumenta! Así que vos me estás haciendo creer que tengo derecho a tu amor, pero no me lo querés dar. ¡Tu amor está de paro!
–No, Rebequita de mis calores andropáusicos. Mis bases amorosas están calmas, no tengo nada que reclamarta.
–¡Reclamarta! Tobías de mis triunviratos epopéyicos, no me descomas. Si hay una Marta en tu vida, blanqueala.
–Pará, Rebequita, que yo no paro de amarta.
–¡Amarta! Mirá, Tobías, yo no quiero crear caos social, y mucho menos vincular, pero esto no me gusta nada. Solamente te voy a decir una cosa.
–¿Qué, Rebequita de mis corazones?
– Si en nuestra relación va a haber un paro… ¡poné la fecha!

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