Humor | RUDY

En el bar. Cada paisito con su vacunita

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Rudy
Hugo Horita

Tarde otoñal. Tobías y Rebequita aislados, distanciados, ensimismados y un poquito encarajinados.
–Tobías de mis desilusiones veganas. ¡Se vienen las vacunaciones!
–Eso dicen, Rebequita de mis retruécanos y, al parecer, ¡ya nos toca!
–Ay, Tobías de mis paramecios caracoliformes, me parece que te estás adelantando a los acontecimientos… Al menos sabé que yo declaré que tengo cinco años menos de los que dice mi documento, por lo cual es más probable que tarden más en inyectarme la intramuscular correspondiente.
–¿Pero por qué has hecho semejante barbitrariedad, Rebequita de mis pesardillas? Perdóname que se me trabuque la lingüística, pero no puedo comprender por qué hiciste algo que te hace más vulnerable y precaria frente a la atrocidad que nos epidemia la vida.
–Ay, Tobías de mis panegíricos desternillantes, ¡qué poco sabes tú de los seres con cromosomas XX! ¡Qué poco entiendes de la femicotidianeidad! Todas mis amigas declararon menos años de los que tienen… Nos sale tan natural como a los ricos cuando declaran lo que tienen a la AFIP, siempre se declara menos.
–Pero es posible que eso te atrase la vacunación, Rebequita de mis peligrosas ensoñaciones.
–Eso dices tú, machizoo, porque no entiendes los nuevos códigos. Lo más probable es que por el contrario, se me adelante el pinchazo. Piensa, piensa, que algo queda. Si fueras tú quien debe introducir la descartable, ¿preferirías hacerlo en un músculo tenso y turgente, o en uno desgastado por una historia de luchas?
–Pero Rebequita de mis cataplasmas desconsoladoras, ¿qué importancia tiene eso? Además, ¿cómo sabés si te va a vacunar un joven apolíneo de rasgos descollantes o uno dionisíaco de extrañas apetencias o una dama cuya trayectoria incluya varias contiendas bélicas o un rostro juvenil no categorizable en experimento socioantropológico ninguno?
–No entendés nada, Tobías de mis algas caídas. ¡No lo hago por elles, lo hago por mí! Para conservar una imagen fotográfica del momento histórico en el que mi brazo sea requerido para la aplicación del elixir galo.
–¿Elixir galo?
–¡La vacuna francesa, Tobías!
–Pero Rebequita de mis ansias romboidales… ¡No existe tal cosa!
–¿De verdad no existe o nos la están ocultando para que nos tengamos que contentar con otras, quizás igualmente efectivas, pero con menos glamour?
–Ay, Rebequita, tú siempre la misma.
–Sí, Tobías, siempre la misma, porque si yo no fuera la misma, tú estarías con otra.
Hay razones que el corazón no entiende, y la razón, tampoco.

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