Humor | Por Santiago Varela

Fábula del mono y las peras

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Santiago Varela

Había una vez un bosque en el que vivía un mono que esa mañana se despertó con un deseo: desayunar una sabrosa pera. Para ello, saltando de rama en rama, se acercó al peral y le dijo.
–Buen día, don Peral, quisiera que me vendiera una pera.
–Lo siento don Mono. Pero si quieres una pera, deberás ir a pedirle al olmo.
–¿Al olmo? Pero si el olmo no da peras.
–Es cierto don Mono, pero han difundido tanto y han hecho tanta publicidad con eso de ir a pedirle peras al olmo, que finalmente vino a pedirme las peras a mí, para él poder darlas.
Así, preguntando un poco más, el mono se enteró de que se las había entregado gratis, pese a que sabía que el olmo las vendía y que estas iban en aumento. Inteligente el simio, rápidamente se dio cuenta de que estaba frente a un negocio y decidió concretarlo. Lo primero que hizo fue tentar al peral ofreciéndole un dinero para que le entregara la producción a él. El mono le mostró las cosas que se podían obtener con la plata, que no eran pocas, hasta que finalmente lo convenció y le hizo firmar al peral un contrato de exclusividad por toda la producción.
Luego fue a ver al olmo y le anunció que de ahora en más le tenía que comprar las peras a él y después sí, revenderlas. Al olmo no le gustó la cosa, pero ahora el dueño de las peras era el mono y si quería vender debía aceptar las condiciones.
Al poco tiempo el mono hizo una gran campaña publicitaria en el bosque sobre los beneficios y el placer de comer peras. Si se quería ser un animal importante, era imprescindible comer peras. Esto hizo crecer la demanda por lo cual el mono comenzó a traer peras de otros perales más lejanos y puso para venderlas, además del olmo, a la higuera, al naranjo y a la palmera. De buenas a primeras la pera se volvió un alimento insustituible y el mono se convirtió en un empresario millonario gracias a que les pagaba poco a los perales y menos todavía a los que la vendían.
Llegado a esta situación, el mono aprovechó y comenzó a aumentar los precios de la pera, lo que generó más dinero para él a costa de todos los consumidores.
Enterado el rey león hizo llamar al mono y, confiando en su investidura, le pidió que bajara el precio de las peras. El mono, manso, dijo que sí, que como no, pero al llegar a su casa anunció un nuevo aumento de la pera. Y así comenzó a generarse un gran malestar en el bosque, con infinidad de reuniones, anuncios de sanciones y otras acciones, todas muy lindas, pero ninguna eficaz para evitar que el mono, ahora también exportador, dejara de aumentar el precio de las peras.
Moraleja: No le pidas peras al olmo, mirá lo que termina pasando.

Foto: AFP/DACHARY