12 de mayo de 2020
Estoy absolutamente harto, hastiado, repodrido, esgunfio, cansado de que me la quieran vender cambiada, que me quieran hacer el verso, que me escondan la pelota. Se los digo así para que se entienda. Ahora, si alguien prefiere algo más cool, se los chamuyo en inglés: estoy harto de las fake news. Encima de que estamos en plena cuarentena, que la mayoría debemos estar guardados, alejados del bicho que si nos agarra nos deja con el tujes mirando al sudeste, que estamos complicados con la salud, con la economía, con el futuro en general, encima de todo esto, hay gente que no tiene el más mínimo escrúpulo en mentirnos alevosamente. ¿Por guita? ¿Por poder? ¿Por odio? ¿Por todo junto? Por lo que sea, pero sucede que ya es demasiado, se les va la mano, muchachos.
A alguien se le ocurre decir «nos invaden los marcianos» y al poco tiempo ya hay titulares en los periódicos que hablan del peligro de los marcianos y de que no se hace nada para frenarlos. Los diarios de economía comienzan a vaticinar que el dólar llegaría a los 248 pesos, los editoriales políticos anuncian que los marcianos estarían sumamente disgustados por la idea de refinanciar la deuda, lo que sería negativo para el sistema solar, los portales de la farándula difunden que habría fotos comprometedoras de la modelo Anahí Culasciatti rompiendo la cuarentena junto con un marciano grandote. En deportes se asegura que Ferro contrataría a un volante marciano porque es verde y se ahorrarían la camiseta. A su vez, en la televisión, la radio y las redes, el tema omnipresente son los marcianos que podrían venir a ver cómo ocuparán la Tierra cuando el coronavirus nos liquide a todos y la casita quede desocupada. Que un astrónomo de la NASA haya salido a decir que los marcianos no existen, solo sirvió para que, de inmediato, pasara a ser llamado «El negador de la NASA».
El problema es que en el medio estamos nosotros. El populorium. Tal vez los que propalan estas cosas pretendan que salgamos con el teflón a hacer ruido para que los marcianos se vayan, y si salimos van a decir que nosotros hacemos lo que ellos quieren. Pero resulta que por aquí tenemos otros problemas, otras urgencias –además del bicho maldito–, cosas que hacer, entre ellas tratar de vivir con una cierta calidad de vida democrática.
Por favor, no nos metan más el perro que después tenemos que alimentarlo y sacarlo a pasear nosotros. Corten con eso de la postverdad y las fake news, porque con esos juguetes se corre el riesgo de que aparezca otro Goebbels, que de esto sabía un montón, y al final terminemos todos pintados de verde laburando para unos forajidos disfrazados de marcianos.
Chau.
(Pablo Blasberg)