Humor | SANTIAGO VARELA

La ciudad

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Santiago Varela
Pablo Blasberg

Desde siempre los porteños creímos que vivíamos en una ciudad distinta. Y es cierto, hoy se ve que es distinta a las demás, pero no por ser mejor, sino ser más loca y disparatada que las otras.
Y este disparate no es nuevo, viene de la época de la colonia. A diferencia de Lima, Cartagena o Asunción, Santa María del Buen Aire comenzó viviendo del tráfico de esclavos y del contrabando, siendo los esclavistas y los contrabandistas las personas más distinguidas de la aldea, dejando una prole de apellidos ilustres que pueden llegar hasta nuestros días. La ciudad mostró su superioridad usufructuando en exclusividad su puerto, aunque en realidad era un puerto sin muelle, ni malecón ni nada, o sea un puerto sin puerto, al que había que llegar en carro. Incluso Güemes en 1806 se dio el lujo de abordar una goleta inglesa, no desde otro barco, ¡sino con una carga de caballería! Fue la primera vez que un caballo escuchó gritar «¡Al abordaje!».
Así siguió creciendo la cabeza de Goliat, los descendientes de los contrabandistas iban a Francia y traían, además de alguna que otra cocotte, arquitectos para que construyeran sus mansiones con materiales y platería importados. Buenos Aires quería parecerse a París. Años más tarde demolieron alas enteras del Cabildo para abrir avenidas y diagonales igualito que allá. Ciudad muy alienada.
Mientras que en Montevideo es normal ver salir un tipo de la oficina con portafolios, caminar una cuadra, entrar en una playa, sacarse la ropa, quedarse en malla y que del portafolios aparezca un termo, aquí para ver al río, había que pasar por zonas portuarias de dudosa seguridad, atravesar zonas industriales y cuidar que no nos pisara un tren de carga. Luego sacaron los barcos del puerto y pusieron edificios de 30 pisos que le siguen tapando el río al resto de la ciudad. Somos una ciudad con un río que el porteño medio promedio ni ve, ni conoce. ¡Es loquísimo! Eso no pasa en Corrientes, ni en Rosario. Pocos saben que supimos tener una playa llamada Saint Tropez o un Balneario Municipal.
Y ahora, tal vez por el déficit de viviendas, se pretende construirlas en terrenos públicos al lado del río para venderlas a 5.000 dólares el metro cuadrado.
Y si algún aviador conocedor recomienda no levantarlas tan cerca del Aeroparque por razones de seguridad, no sería raro que la respuesta de la inmobiliaria que se encarga del tema fuese: «Saquen el Aeroparque, llévenlo a Viedma para dejar contentos a los radicales y dejen el free shop aquí para no enojar a los inversores».
Así que ya saben: en esta ciudad tan chiflada, el río, como el sol de Marilina Ross, siempre está, aunque no nos dejen verlo.

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