Humor | RUDY

Lealtades

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Mesa de café, Rebequita, Tobías… ¿hace falta algo más? ¡Ah, sí, el barbijo, por si refresca!
–Tobías de mi corazón albiceleste, me alegro de verte nuevamente.
–¡Pero si me viste todo el tiempo, Rebequita de mis promesas cumplidas a medias!
–Eso no implica que no pueda alegrarme por verte nuevamente, Tobías. ¡El corazón tiene razones que la razón no entiende, como dijo mi tío Pascual!
–Pascal, Rebequita, Pascal.
–¡A mí no me vas a enseñar cómo se llamaba mi tío!
–No, Rebequita, jamás pretendería eso, pero el que dijo esa frase fue Blas Pascal.
–¡Y el que la repetía cada vez que se tomaba una copa de más, era mi tío Pascual, porque mi mamá le pedía que fuera razonable y parara de tomar, pero él seguía tratando de que la razón entendiera a fuerza de vino tinto.
–Está bien Rebequita, vos siempre tenés razón.
–Y cuando no la tengo, vos podrías dármela, Tobías de mis blancas nieves y los siete enanitos. Y hablando de dar… ¡Estoy muy ofendida, no me diste ningún regalo este 17 de octubre, ni te acordaste!
–Sí, Rebequita de mi alma en pena. Me acordé de que era el día de la madre, ¡pero vos no sos mi mamá!
–Tobías no seas cínico que te queda feo. Claro que no te pido ningún regalo para el día de la madre, para eso está mi mamá que me regaló una docena de excusas, pero… ¡Era el día de la lealtad! ¿Ya no me sos más leal, Tobías? ¿Ya no me querés más?
–Ay, Rebequita de mis amores, era el día de la lealtad, ¡pero de la lealtad peronista!
–No me des más excusas, te dije que mi mamá me regaló una docena… ¡No importa de qué lealtad se trate, Tobías! ¡Si vos me tenés lealtad, me tenés que hacer un regalo el día de la lealtad, así yo me siento feliz de saber que me querés, y no me quedo en la plaza con los brazos en alto esperando inútilmente que vengan las multitudes a gritar «¡La vida por Rebequita, la vida por Rebequita!».
–¿Qué te pasa, Rebequita?, ¿te autopercibís Perón?
–Eso no importa, Tobías, lo que me importa es cómo me autopercibas vos. Y vos ya no me autopercibís más, Tobías de mi pasado glorioso.
–Rebequita, no digas eso. Yo te percibo maravillosa, como siempre. Te digo más, todas las mañanas me miro al espejo y me digo, ¡qué suerte que tengo a Rebequita!
–Ay, Tobías, ¡qué cosas lindas que te decís! Tomemos un café con doce medialunas, pero percibamos que no engordan, ¿sí?
–Dale
La primavera tiene esas cosas.

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