Humor

¡Libertad, libertad, libertad!

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Julián Elencwajg

Pasan los meses y, contra lo que muchos podían esperar, la figura de esta cronista estrella no solo no perdió vigencia sino que se transformó en una referente casi omnipresente para esos seres que viven fuera del agua y se hacen llamar «argentinos». Evidentemente el pueblo no olvida a quien no lo traiciona.

La fascinación es mutua, por supuesto, y eso es lo que me lleva a continuar con mis expediciones a tierra firme. Quiero saber más acerca de esos mamíferos bípedos que habitan ese territorio aquejado por el mal de su extensión hace siglos y viven obsesionados por la idea de ser libres, al punto que en su Himno Nacional dicen una y otra vez «Libertad», tal vez como un ejercicio de invocación o una apuesta al éxito por medio de la insistencia de gente que cree que el futuro es suyo por prepotencia de trabajo

En mi última excursión, me enteré de que millones de Homo Sapiens participaron en algo denominado «elecciones legislativas» y que muchos de ellos están interesados en que la Libertad encarnada en líderes como Javier Milei y pensadores como Gordo Dan guíe al pueblo como en ese cuadro tan famoso que hizo Eugène Delacroix en 1830 que, hasta que sea robado, se conserva en el Museo del Louvre de París. Está probado que el interés de los libertarios en la pintura –y principalmente de su máxima figura– es muy grande. 

Como exploradora académica que soy, acompañé mi trabajo de campo con el armado de un corpus para construir un marco teórico que me permitiera interpretar lo que veía y así fue como descubrí el caso de la República de Minerva, que fue creada por el millonario de Las Vegas y activista político Michael Oliver, quien donó varios cientos de millones de dólares para la Ocean Life Research Foundation, que ideó una comunidad libertaria sin impuestos, subsidios ni intervencionismo económico en los arrecifes Minerva, situados en el océano Pacífico. 

El experimento en aguas internacionales no duró demasiado: días después de que izaran su propia bandera, acuñaran una moneda y proclamaran el nacimiento de la República de Minerva, cuyo idioma oficial era el esperanto, los habitantes de la micronación fueron desalojados por las autoridades del Reino de Tonga, que reclamaron la soberanía sobre los arrecifes y pusieron fin a la aventura efímera en junio de 1972.

Gracias a mi investigación, descubrí que la pasión por la Libertad no es patrimonio exclusivo de los argentinos: el pueblo rural de Grafton, en Estados Unidos, fue elegido para transformar en realidad una utopía libertaria que, si bien no cumplió con su objetivo de declarar el lugar como «zona libre de Naciones Unidas», sí pudo recortar gran parte de los servicios públicos hasta dejarlos en un mínimo absoluto que redujo a uno la cantidad de policías que trabajaban a tiempo completo y envalentonó a los osos de la zona que, gracias a la autogestión del manejo de la basura y a la decisión de algunos habitantes de alimentarlos, terminaron ingresando a algunos hogares en busca de comida. 

¿Los argentinos enamorados de la Libertad están dispuestos a vivir en un arrecife hablando esperanto? ¿Desean convivir con osos y compartir almuerzos y cenas con ellos? Debo indagar más al respecto para no sacar conclusiones apresuradas. La vida lejos del fondo del mar es mucho más extraña de lo que esperaba. Seguiré investigando.

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