Humor | En el bar

Lo presencial es invisible a los ojos. Por Rudy

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Santiago Varela
Hugo Horita

Tarde de febrero, Rebequías y Tobita (ya a esta altura son un poco simbiótiques) se siguen cuidando. Usan barbijo, máscara protectora, alcohol en gel, y se ponen un preservativo en cada dedo antes de tocarse la cara (la propia, que la de la otra persona, ni de lejos).
–Tobías de mis riñones a la provenzal… ¿Te diste cuenta de que falta poco para nuestro aniversario?
–Pero Rebequita de mi salmón a la maître d’hôtel… yo sé que con la pandemia hemos perdido parte de la noción temporal, que nuestros ritmos circadianos se han alterado, pero, ¡estamos en febrero y nuestro aniversario es en octubre!
–¿Ves, ves, ves? ¿Ves que sos un machirulo ultraconservador tramontino incandescente cosmopolíticamente incorrecto? ¿Ves que no te adaptás a los tiempos que nos corren? Vos me estás hablando de nuestro aniversario A.C., que era un aniversario individualista y moderno, que solo creía en lo concreto y visible. Pero todo ha cambiado, Tobías, hasta los onomásticos. Ahora, nuestro aniversario D.C., como el de todos, ¿es en marzo?
–¿A.C, D.C.? ¿Qué tiene que ver Cristo en nuestro aniversario?
–¿Cristo? Eso lo sabrás tú, que eres agnóstico a medio tiempo. Yo me refiero a otra «C», la de «Cuarentena». Antes las parejas festejaban los aniversarios de novios, de casados, o incluso de divorciados. Pero ahora, todo adquirió un tinte más intimista.
–¿Y eso?
–Muy simple, las parejas que viven separadas –como nosotres–, conmemoran el tiempo que llevan sin verse, y las que viven juntes, el tiempo que llevan sin relaciones sexuales.
–Pero Rebequita de mis calzones importados, ¿qué decís? ¿Sin relaciones?
–Digo lo que oigo, Tobías, lo que oigo, ya que ver no veo casi nada, porque estoy todo el día metida en mi casa y tengo la vista cansada luego de mirar 186 capítulos seguidos de una serie birmana que parece ser interesante.
–Pero Rebequita, ¡no exageres!
–¿Exagerar yo? Mirá, hay parejas que con tal de tener un momento de intimidad mandan a sus chicos a la escuela pre-esencial en medio de la pandemia, prefieren el riesgo de un contagio, a la certeza de una muerte del vínculo por abstinencia.
–¿Vos te creés que con mandar a los chicos a la escuela se resuelve el conflicto?
–¿Por quién me bebés, Tobías… por quién me tomás? No soy esa clase de paleozoica. Pero qué importa lo que crea yo. Ellos y ellas lo creen, o se los hacen creer los medios enfermónicos, pero yo sé que no es así, que hay algo mucho más profundo en juego, pero que no se ve, porque como dijo el principito valiente: «Lo presencial es invisible a los ojos».
Silencio en la tarde.

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