10 de mayo de 2018
En medio de la crisis económica que estamos viviendo, es muy común escuchar hablar de «los mercados». Como sabemos que muchos no saben que es esta cosa de «los mercados», vaya aquí alguna información sobre las características más importantes que rodean a este término.
Los mercados estan nerviosos. Los mercados, vaya a saber por qué, tienen una gran propensión a ponerse nerviosos. Cualquier cosa los altera, puede ser el dólar, alguna encuesta, un comentario de un funcionario, etcétera. Por cuestiones que cualquier ciudadano considera nimia, los mercados se ponen nerviosos. Estimo que medicarlos sería una buena medida. No se puede vivir siempre al borde de un ataque de nervios.
Los mercados recibieron un guiño. Una de las formas más habituales de comunicarse con los mercados es mediante el uso de guiños. No se de dónde viene esta costumbre, pero es así. El mercado ve que un ministro o un empresario le hace un guiño –puede ser también una mueca– y de inmediato reacciona, por ejemplo, aumentando alguna cosa, o aumentando muchas cosas… o aumentando todas. Un problema es que el común de la gente ve la morisqueta, pero no entiende que eso sea un guiño, por lo que después tampoco entenderá que aumente todo. Luego no será cuestión de maldecir, sino de observar con detenimiento y saber distinguir.
Los mercados deciden. Uno está acostumbrado a pensar que los que deciden son las personas que son quienes manejan las cosas. Pero no. No es así. Muchas veces son los mercados los que deben decidir, e incluso intervenir para materializar la decisión. En general, cuando los mercados deciden, lo hacen a favor de los empresarios y los banqueros, seguramente porque estos, juntos con otras personas importantes, son amigos incondicionales y devotos inseparables desde siempre de los mercados. Es más, muchos piensan que ellos y los mercados, en realidad, son una misma persona, algo así como Clark Kent y Superman. A nosotros no nos consta, pero…
Los mercados reaccionan. En efecto, los mercados tienen la capacidad de reaccionar, sobre todo si algo no les gusta. Para colmo, a los mercados hay muchísimas cosas que no les gustan. Cuando esto sucede los mercados suelen reaccionar destempladamente. Nosotros podemos preguntarnos, ¿qué hicimos para que nos castiguen con semejante reacción? Lamentablemente, los mercados podrán mandarlo a la quiebra, sacarle hasta el último peso y encima endeudarlo, pero jamás le dirán nada, porque los mercados no son de hablar, sino de hacer cosas.
Quedan ustedes informados.