12 de mayo de 2015
«La investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano.»
Aldous Huxley (1894-1963).
«Si usted toma cinco o más medicamentos diarios, uno, seguro, le hace mal.»
Dr. Cresta (Mi gastroenterólogo)
Que la medicina ha avanzado no hay dudas. Prueba de este avance es que cada día aparecen nuevas y variadas enfermedades capaces de mandarnos al otro mundo.
Pero por cada enfermedad nueva, por cada microbio a estrenar, la industria farmacéutica responde rápidamente y al poco tiempo aparecen ingeniosos remedios con forma de comprimidos, cápsulas, supositorios, inyecciones, gotas, jarabes, pomadas, suspensiones, tabletas, píldoras, parches, polvos, cremas, spray, sellos, colutorios, óvulos, colirios, enemas, etcétera, etcétera. Todos en primorosos y coloridos envases y todos con su correspondiente precio. Dijimos que se trataba de una industria y las industrias deben ganar dinero, si es genuina y honestamente, mejor. Una de las particularidades de los medicamentos en nuestro país, es que si usted entra en Internet se sorprenderá por la variación de precios para un mismo producto. Busquemos una monodroga, por ejemplo Meteolato de Latidol para el corazón. Bajo la marca Bobex por 30 comprimidos del laboratorio Lapistrofia Med, cuesta 240 pesos y, dos renglones más abajo, bajo la marca Cardiosan también por 30 comprimidos del laboratorio Mac Allister & Schelotto cuesta la mitad: 120 pesos. Aquí surgen varios análisis. El primero y fundamental es que alguien nos está afanando. Lo segundo es la conveniencia de que los profesionales sepan los costos de lo que indican y cumplan con la ley de recetar por droga y no por marca. O sea, que el que paga elija el producto. Pero aquí es cuando el médico que siempre recetó Bobex y siempre recibió invitaciones del laboratorio Lapistrofia Med para concurrir a congresos y seminarios en distintas playas del mundo en hoteles cinco estrellas, reacciona y pone en duda la calidad del producto más barato. Como pruebas no tiene, siembra la duda, pone cara de «andá a saber que le ponen» y nosotros como pacientes nos quedamos con la angustia de si por ahorrar unos pesos nos jugamos la vida. Y si bien es cierto que todos los medicamentos tienen que estar aprobados por el ANMAT, lo real es que muchos médicos, a la hora de recetar, no creen mucho en la Agencia Nacional de Medicamentos… o no les conviene creer… o vaya uno a saber… lo barato sale caro… ¿qué hago?… y ya que está recéteme un ansiolítico… de los potentes…
—Santiago Varela