Humor

Mi génera, cuánto valés

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En el episodio anterior, Tobías y Rebequita discutían. Bueno, como siempre; pero ahora peor.

–Tobías de mis fobias, ¡estás hecho un machisto insoportable! Te oigo y me dan ganas de vomitar. ¡Patriarcadas me dan, patriarcadas!

–Pero Rebequita de mis olvidos inexorables, ¿por qué decís semejante cosa?

–¿Ves, ves? Siempre lo mismo, no aceptás mis argumentos, tenés que cuestionarlos porque soy mujer. Si yo fuera un varón, seguramente no me dirías nada, Tobías de mis mucosas intestinales.

–¡Si vos fueras un varón, yo sería una mujer!, Rebequita de mis amores contrariados.

–¡Y dale con llevarme la contra, y dale con llevarme la contra! Cualquier cosa con tal de no reconocer la igualitaria vos.

–¿La igualitaria?

–La igualitaria, la paritaria, la rectificatoria, la antibiótica de amplio espectro, la que sea. Nunca reconocés mi meritocracia. Nunca me felicitás ni me falocitás.

–Pero Rebequita de mis tardes urbanas y mis mañanas campestres, yo solamente soy tu novio.

–Claro, ¡vos sos el novio! ¡El no-vio! El que no ve nada de lo que yo hago. El que no visibiliza mi crecimiento invisible. ¡Basta de ser el no-vio! ¿Por qué no sos el «vio»?

–Porque yo no soy Elvio, soy Tobías.

–Tobías el «no vio», el eterno no-vio. Pasan los años, sigue noviando y no viendo. ¡Así no podemos seguir, Tobías de mis erratas recauchutadas!

–¿Qué es lo que no podemos seguir, Rebequita mía?

–¿Ves, ves? ¡No, claro que no ves, sos el no-vio! Lo que no ves es que cuando me decís «Rebequita tuya» estás ejerciendo un derecho de posesión feudal, una especie de pernada contemporánea y consuetudinaria que ninguna constituyente convalidó. ¡Machista! ¿Qué querés, que nos gobierne la machonería? ¿Una penarquía, una pitocracia, una República Prostática? 

–Rebequita de mis carnes sinceradas, cada vez entiendo menos lo que decís.

–Y lo que no digo, ni te cuento. ¡Y de los derechos jubilatorios de mis embriones, mejor ni hablamos!

Cuando la tarde se inclina, sollozando al occidente, mejor dejarlo así.

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