Humor | Por Santiago Varela

No se puede creer

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Santiago Varela / Ilustración Pablo Blasberg

Una de las frases más escuchadas en el país en estos días es «No se puede creer», a la que se le suma «No puede ser que esto sea cierto». Sin embargo, lamentablemente, aunque no se pueda creer, es cierto. ¡Increíblemente cierto!
Este hombre, el de la papada, existe, es real y es el presidente elegido por la gente. Por lo menos por la gente que lo votó creyendo que el ajuste era la única solución y que sería dirigido hacia la famosa casta, sin imaginar siquiera que la famosa casta pudieran ser ellos mismos, más nosotros, más la tía Rosa y más todos los perejiles que andamos sobreviviendo por ahí.
¡Y ni les cuento la sorpresa para la clase media! Argentina estaba orgullosa de su clase media, única en casi toda América Latina. Tan única como la Pava de Monte y ambos hoy en peligro de extinción. Para colmo cuando ellos se quejan por el aumento alevoso de las prepagas, los colegios, la nafta, las expensas, los estacionamientos y el alimento para mascotas, diciendo que les están poniendo las glándulas en la morsa, la única solución que les ofrecen es que se busquen alguna ONG proteccionista, mejor europea, que se ocupe de ellos.
A diario nos encontramos con sorpresas mayúsculas: que haya gente que festeje que rajen a otra gente como si fuera un gol de Messi, que se traguen un bot con lombriz y todo que anunciaba que los precios de un súper estaban bajando, que el cholulismo de los hermanitos los lleve a viajar y juntar millas todo el tiempo, que traten de comunistas a todo el que les cuestione algo; que les diga al G20, que son los que tienen toda la guita, que en realidad ellos no saben manejar la economía y otras cuestiones tan asombrosas como estas, siendo no menores el tema de la bajitud, el atril y la tarimita, son cosas que no se pueden creer.
Todo nos hace recordar a Carlos Saúl, aunque a aquel le gustaran más las mujeres que los perros. Uno vendió el país y andaba en Ferrari, el otro intenta vender el país y casi se sube a un avión de combate. Ambos aprovecharon el cargo para hacer cosas que jamás soñaron que podrían hacer, como chicos en una juguetería. Aclaremos, los chicos son ellos y los juguetes para que ellos lo rompan los pagamos nosotros.
Sin embargo, muchos creen que hay que darle tiempo argumentando que las encuestas aún no lo defenestran. En época de hackers, postverdad, fake news e inteligencia artificial, creerle ciegamente a una encuesta que no se sabe cómo se hizo, quien la encargó y quien la pagó, es más peligroso que arreglarle una caries a un tiburón. Pero como esta es una columna de servicio vamos a decirles algo que nos ayudará a todos: Los Reyes Magos son los padres… o por lo menos lo eran antes.

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