Humor

Sensaciones

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En el bar, tarde de invierno. En la mesa habitual, Rebequita y Tobías. Como siempre. Como cada vez..
–Ay, Tobías de mis sueños de una noche de verano, me siento estrambótica, pantagruélica, semicírcula, macrolípida, poliglúcida, hemisférica, kilográmica, pletórica, exaprótida, hiperaminoácida, grasogénica, macrocósmica y ¡ridículamente esdrújula!
–Pero, Rebequita de mi alma, de mis pensamientos, de mi espíritu, de mi karma, de mi tikún, de mi tao, de mi yinyang, de mi esquema corporal, de mi corazón y el resto de mis vísceras vitales, ¿qué es lo que te ocurre? ¿Tanto lío por un probable, aunque no probado, exceso en tu balanza?
–¡Sos un hiposensible de la calaña más condenable desde la ética, la moral y la estética, Tobías de mi nadamisma! ¿En qué era geológica te cultivaron? ¿Cómo puede ser que escuches a una dama de estos tiempos virtuales y anoréxicos autoinflingirse tan terribles fantasías y permites que ese ataque, por más autooriginario que sea, siga transcurriendo como si tal cosa? ¿Dónde se metieron esas enseñanzas, que no por antiguas y genéricamente perimidas dejan de ser vigentes a la hora de auxiliar a otra ser humana si la ves en riesgo de sucumbir bajo su propio tsunami de autoconmiseración?
–Pero, pero, pero… ¡Rebequita!
–Nada de «pero-nismos» ahora, Tobías. No te aproveches de la coyuntura electoral para rebajarme a nivel de objeto. Peor aún, de «objeto sobrecalificado a nivel de metabolismo graso». En vez de decirme tanto «Mi, Mi, Mi, Mi», en un ataque de tercera nota musical posesiva y machirula, tendrías que haber utilizado el resto de la escala y decir: «¡Faaaa!, estás rebuena!», «Sos un Sol», «¡Te i-Do-latro!», «Sí, sos La mujer, Re-bequita!». Pero vos noooo, vos seguís siendo decimonónico, o decimoctávico, con esos décimo-atavismos de aquellos tiempos en los que los sujetos de cromosomas XY se creían superiores a aquellas que tenían XX y solamente veían en ellas lo que la balanza les decía que tenían que ver. ¡No puede ser que una balanza te construya como sujeto, Tobías!
–Pero Rebequita, sos vos, y no yo, quien trajo el tema a la mesa. Para mí sos fantástica, fenómena, noúmena, esencial, existencial, trascendente, inmanente, permanente, y de tan etérea, hasta podrías ser aleatoria.
Ella sonrió.
–Ay, Tobías, las cosas que me decís me hacen sonrojar –y allí se enfureció–. ¡Y estos no son tiempos rojos, sino verdes! ¿Entendés?
No. Tobías no entendió. Es que nunca entiende.

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