Humor

Teatro

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(Pablo Blasberg)

 

El Flaco Tarántula, furtivo, se sentó a mi mesa en el café y me susurró:
–Dolape, tengo la justa…
–¿No sería mejor que tuvieras unos mangos?
–En serio, descubrí el secreto –y dijo con voz misteriosa–: todo lo que vemos alrededor es mentira, puro teatro –sentenció mientras se comía el último amaretti.
–Sí, claro, y vos sos Sir Laurence Olivier, revivido, que vino a La Paternal a hacer Shakespeare y, de paso, a morfarse mis amarettis.
–No, loco, hablo en serio: ¿Vos te fijaste cuando los funcionarios del gobierno dicen algo, cualquier cosa?  –dudó.
–Digamos sobre el aumento de algo, o de todo –lo ayudé.
–Digamos –asintió el Flaco mientras pedía un cortado con amarettis–. ¿Vos te diste cuenta de que siempre dicen lo mismo? Las mismas palabras, los mismos gestos, las mismas caras…
–Generalmente cara de piedra –agregué–. Además, que digan siempre lo mismo es normal. A muchos les pagan para ir a la televisión a decir en todos los programas lo mismo. Ejemplo: «Estamos bien y vamos mejor». Reconozcamos que en eso son mucho mejores que Carlitos que decía «estamos mal pero vamos bien». Ahora ni siquiera estamos mal.
–¿Ves? ¿Te das cuenta? A eso me refería –dijo Tarántula sonriente cuando llegó el platito de amarettis–. Yo los miro siempre, y a veces los grabo y los vuelvo a mirar; los sigo, los observo, anoto las frases, los gestos, las mirada. ¿Vos ves las miradas?
–Cuando los miro, las veo; pero generalmente prefiero ver el canal australiano donde me cuentan la vida de los canguros y eso me baja la presión.
–No, bolú, así no te das cuenta, no descubrís la trama, el doble fondo, lo que hay adentro de la albóndiga –dijo con voz enigmática, y casi balbuceante, me confesó–: Son actores.
–¿Actores?
–Actores. Hacen de políticos, de funcionarios, pero son actores. Actores de una obra que representan todos los días. Por eso, si observás la mirada te das cuenta de que están actuando, dicen las líneas del guión, pero están pensando en otra cosa.
–Digamos, entonces, que no son muy buenos actores.
–Hay que ahorrar guita, Dolape –y siguió con su revelación mientras se comía los amarettis–. En realidad, vivimos inmersos en una gigantesca obra de teatro, donde los que gobiernan no dicen lo que piensan, lo que sienten, lo que saben, sino lo que el autor les ha escrito.
–¿Y quien es el autor?
–¡Despacio! Eso lo estoy investigando ahora. Puede que haya varios. Nosotros somos simples espectadores. Y ahora chau, sigo escrutando –dijo, liquidó los amarettis, me dio un beso en la bocha y se las tomó–.
Me quedé solo y pensando que este, en cualquier momento, descubre que los Reyes Magos son los padres… y también con ganas de comer amarettis.

 

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