Humor

Tobías decide

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Tarde invernal. Lindo momento para estar tomándose un cafecito, en un bar. ¡Salvo que seas Tobías, o Rebequita!
–¿Qué pasa, Rebequita de mis pesadillas más edificantes? Te noto ansiosa, angustiada, afectada, arrobada, arrebatada, afiebrada, y eso solo por mencionar las percepciones que empiezan con «a».
–Ay, Tobías de mis trasnoches hipnogógicas, estoy un poco emocionada, extraviada, estrambótica, extravagante, extrovertida, estupefacta y erotiforme, y eso por mencionar solamente mis estados que empiezan con «e». Pero a mí no me pasa nada, ¡es el mozo, que hace media hora le pedí un café y aún no me lo ha traído!
–Pero Rebequita de mis operaciones matemáticas, considera su situación. ¡Traer un café no es tarea simple! Primero hay que hacerlo, luego servirlo, luego ratificar que se trate de un café y no de un ornitorrinco, luego autorizarlo, facturarlo, recorrer el largo y sinuoso camino que va desde la barra hasta tu mesa cargando la bandeja que contenga no solamente tu taza, sino también todos los objetos aleatorios, las ammenities que últimamente acompañan y justifican la acción y finalmente depositarlo adecuadamente en tu mesa, desearte buena suerte, pedirte el documento para constatar que vos sos vos y que no te están trayendo un café destinado a otra persona, y cuando todo eso ha sido hecho y rehecho, resolver las posibles anulaciones, impugnaciones y reclamos de la gente de la mesa de al lado, o bien de alguna institución nacional o internacional que reclame la propiedad del café en cuestión.
–Tobías de mis bombachitas, mientras todo eso ocurre, a uno ya se le fueron las ganas de tomar ese café, así las cosas no funcionan.
–¡Te aseguro que sí funcionan, Rebequita de mis deseos ocultos y reprimidos! Porque aunque el café que te traigan esté frío, o quemado, o no tengas ya ninguna gana de tomarlo, te lo van a cobrar igual. En las estadísticas mundiales va a figurar como que alguien pidió un café y se lo sirvieron y el bar puede poner un gran cartel promoviendo su exquisito café.
–¡Pero es mentira, Tobías de mis tataranietos!
–No, el café es exquisito, solo que, frío, tarde, quemado o tan burocratizado, perdió su popularidad.
–Bueno, yo quiero que el mozo me traiga mi delicioso café.
–Tranquila, Rebequita de mis medialunas de manteca, seguro que el mozo termina de escrutiñar los votos de la provincia de Buenos Aires, y te trae tu café.