29 de junio de 2017
(Hugo Horita)
El bar estaba rebosante. No necesariamente de gente, quizás de deseos, expectativas, desilusiones, recuerdos, historias. Una inconmensurable cantidad de preguntas sin respuesta, y otra, mucho menor, de respuestas sin pregunta.
Rebequita y Tobías estaban ahí, sentados, y un café humeante coronaba el clima de tarde invernal.
–Tobías de mis carnes sinceradas, una duda me conmueve.
–Soy todo oídos, Rebequita de mi corazón.
–No, Tobías de mis cántaros cantores, si fueras todo oídos yo no podría ser de tu corazón, ya que un corazón no tiene lugar en un oído.
–Es una forma de decir, Rebequita.
–Si fueras todo oídos, tampoco podrías decir; solamente podrías escuchar.
–¡Rebequita de mis okays silenciosos, expresá tu duda y trataré de resolverla, o al menos, de postergarla!
–Decime, Tobías, nosotros, ¿qué somos?
–Clase media, Rebequita, somos clase media.
–No, no, Tobías, no me refería a «nosotros», sino a «nosotros».
–No te entiendo, Rebequita de mis ínfulas llenas.
–¡No me entendés porque no me escuchás, Tobías de mis recórcholis!
–No te escucho porque no me dejás que sea «todo oídos», Rebequita mía, mía y mía.
–Es que yo quiero que también seas corazón, pulmones, riñones y cerebro, Tobías de mi anatomía humana de Testut.
–¿Y eso?
–No sé, se me apareció de golpe. Creo que era un libro que usaba mi abuelo cuando estudiaba.
–¿Estudiaba Medicina?
–No, Derecho, pero se le torcía la mesa y tenía que poner ese libro para equilibrarla.
–Entiendo, para poder estudiar «derecho».
–Claro.
–Derecho y claro, o sea que tu abuelo estudiaba de día, cuando había luz, y ponía el libro bajo la mesa.
–Sí, y gracias a él, ahora soy la que soy.
–¿Quién sos, Rebequita?
–¡Soy clase media! ¿No lo acabás de decir?
–Eso era hace unos minutos, Rebequita. Acaban de traer la cuenta del café. ¡No somos más de clase media!
–¿Somos humildes como mi abuelo, Tobías de mis mollejas?
–No, él era un humilde con aspiraciones, nosotros somos humildes presupuestarios.
Y cuando la tarde se inclina sollozando hacia occidente, crece una sombra doliente sobre la clase media argentina.