Opinión

Pedro Saborido

Escritor y humorista

Todos los Diegos, el Diego

Tiempo de lectura: ...

Una pareja de mediana edad está hablando de forma razonable acerca de su separación.
–Bueno, Gabriela. Está claro que vos te quedás con el auto, el loro y el contador. Yo con la camioneta, la waflera para hacer wafles con cara de Duhalde y el derecho a llamar a Damián, el plomero.
–De acuerdo. Deberíamos ver qué hacemos con Nancy y Julio. Siempre es un problema una pareja amiga. Podemos quedarnos con uno cada uno, hacer turnos para verlos o empujarlos a que también se separen así compartimos temas de conversación.
–¿Qué hacemos con Maradona?
–¿Qué cosas, Mariano? ¿La foto que tenemos con él? ¿El merchandising? ¿Los posters? Del merchandising vos te podés quedar con el Maradona inflable para la pileta y yo con la corneta que soplás y se escucha «la tenés adentrooo…».
–No. Me refiero al recuerdo de Maradona. Tenemos muchos recuerdos juntos. Nos pusimos de novios el día que le ganamos a Inglaterra en México.
–Éramos una nena y un nene. ¡Cómo nos besamos ese día!
–Muy apasionados estábamos Gabriela. Ahora no tenemos sexo desde que se fue Guzmán de economía.
–En realidad no tenemos sexo desde que asumió Alberto, Mariano. Pero bueno, así son las cosas. La verdad que los recuerdos de Maradona me gustaría quedármelos. Sobre todo el de ese día. Besándonos con el relato de Victor Hugo… Sigo excitándome cada vez que escucho «¡¡¡de qué planeta viniste!!!».
–A mí también me pasa. El psicólogo me dijo que era un reflejo condicionado. Aunque yo me excito más con el comentario de Alejandro Apo.
–De Apo deberíamos hablar… Pero es claro que ese gol influyó en nuestro amor. Más de una vez en pleno coito me dijiste «¡Vos sos mi Negro Enrique!». Siempre entendí que era por el pase del gol…
–¿Ves lo que te digo? Vivimos muchas cosas en nuestra vida con Maradona. Es difícil suponer una vida sin él. Obvio que no es que uno estuviera siempre pendiente de lo que hacía. Pero ahora ya está… no hay más noticias.
–Yo también lo extraño, Mariano. Era como la luna. No la mirás todo el tiempo. Pero cada tanto la ves. A veces te sorprende la belleza, a veces te parece vulgar. Pero está siempre ahí.
–Claro. Ahora es como si un día mirás al cielo y no está. Y no porque haya luna nueva. Sino porque no está más. Ahora es un montón de recuerdos.
–Sí. Como Maradona para nosotros, Mariano. Así que, si nos vamos a separar, nos vamos a tener que repartir los recuerdos. Yo me quedaría con Diego cebollita y Argentinos Juniors.
–Okey. Yo me quedo con Diego en el Napoli y cuando andaba con el camión Scania por Barrio Parque.
–Entonces yo me quedo con Boca y el del rifle de aire comprimido contra los periodistas.
–Entonces, Gabriela, dejame Maradona con la Tota.
–Entiendo, Mariano, querés ese Maradona edípico. Entonces seguro que podés dejarme el del tatuaje del Che Guevara.
–Bien, bien, Gabriela. Te dejo toda la internación en Cuba. Y yo me quedo con el abrazo con el Papa. Y con Kadhafi…
–Que quede claro que las charlas con Fidel son para mí, Mariano.
–Por supuesto. Deberías llevarte también el «me cortaron las piernas».
–No, gracias. La parte de la enfermera, la efedrina y todos esos asuntos te los dejo.
–No, Gabriela. Los amores son para lo bueno y lo no bueno. No dejes afuera lo que no te gusta.
–Para amar también hay que negar, dejar pasar. Amar también es hacerme la boluda.
–O perdonar…
–Perdonar también es un poco hacernos los boludos. No digo que sea lo principal. Solo que ayuda.
–Por ahí es un balance, ¿no? Lo bueno contra lo malo. A mucha gente se le perdonan cosas que a otras no.
–Por eso existe el amor Mariano. Porque se perdona. Hasta los torturadores pueden tener alguien que los ama. Así que… ¿por qué no nos vamos a amar nosotros o amar a Maradona?
–Qué bueno que los chicos son grandes y van a poder entender que nos separamos, Gabriela. Más difícil es explicárselo a los recuerdos. ¿Por qué lo que era ya no es?
–Porque se termina. Como Maradona. Así que veamos cómo nos lo repartimos. Y quién te dice, hasta podemos de vez en cuando recordar juntos.
–Okey. Y con lo que nos cueste, vemos que decida la ley. Por ejemplo… llamamos a un abogado para ver quién se queda con la tenencia de Alejandro Apo.
–Hagamos un fin de semana cada uno.
–Dale. 

Foto: Télam

Estás leyendo:

Opinión | Pedro Saborido

Todos los Diegos, el Diego