Informe especial | VIAJES DIFERENTES

El otro turismo

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Ariana Sacroisky

Crece el sector de las cooperativas, mutuales y organizaciones comunitarias dedicadas a una modalidad que obliga a repensar las lógicas del mercado.

La Rioja. La cooperativa Chacho Peñaloza, una de las entidades que trabaja en la provincia cuyana.

En un mundo signado por la velocidad, las nuevas tecnologías y las decisiones pragmáticas, el turismo se trata de viajar por placer. Por este motivo, es una actividad que, llevada adelante con una perspectiva solidaria, tiene el potencial de generar verdaderos encuentros humanos y, desde allí, aportar a la transformación social y cultural, y a la construcción de otra economía. 
Carlos Irasola, referente cooperativista de la Patagonia, considera al turismo alternativo como aquel que «busca un lugar, pero un lugar con su gente, con su historia, también con la historia de los despojos». Y sigue: «Se trata de un turismo en el que la comunidad recibe a quienes la visitan. Y quienes la visitan deben mirar, pero mirar con ojos bien abiertos, cuidar, no invadir, y requerir las comodidades mínimas necesarias para el disfrute».
Recientemente ha sido publicada la segunda edición del Catálogo de Turismo Cooperativo, Mutual y de Base Comunitaria, desarrollado en el marco del Plan Nacional de Fortalecimiento del Turismo Social Por el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación y el Centro de Iniciativas de la Economía Social (CIES). El catálogo surge de un relevamiento de los llamados allí «agentes prestadores solidarios de servicios turísticos», que promueven el bien común, la sostenibilidad y la ayuda mutua. Se trata de un colectivo integrado por tres tipos de experiencias: las mutuales, las cooperativas y las organizaciones de base comunitaria, formalizadas o no. En el catálogo las propuestas de turismo se agrupan por región geográfica, tal como se presentan en el Programa La Ruta Natural, del mismo Ministerio. 

Misiones. La comunidad Mbya Guaraní Mirí Marangatú de Puerto Iguazú recibe visitantes que se interiorizan en su vida cotidiana.

En esta reciente segunda edición del catálogo se han relevado 221 agentes solidarios de turismo de todo el país. Más de un 60% son mutuales, más de un 30% son cooperativas y en torno a un 5% se trata de experiencias de base comunitaria. Respecto de su ubicación geográfica, la amplia mayoría de estas experiencias, más de la mitad, se encuentra en la región de las Llanuras y la Costa Atlántica, seguida de lejos por la región del Litoral y los Grandes Ríos, de Iberá y del Delta, con el 14%. También es importante destacar que el grueso de las experiencias de base comunitaria relevadas es de la región del Gran Chaco. 
De acuerdo con distintos sondeos, la cantidad de experiencias de turismo solidario en el país es bastante mayor, por lo que se espera que el catálogo crezca con el correr del tiempo. Federico Chab, técnico en Economía Social, explica que los agentes que integran el catálogo han solicitado voluntariamente ser parte, desde el Ministerio se ha corroborado que se encuentran en funcionamiento y, a su vez, cuenten con la habilitación correspondiente. El registro sigue abierto para que más experiencias habilitadas se registren e integren las próximas ediciones.
En el padrón del Instituto Nacional de Economía Social y Asociativismo (INAES) se encuentran 95 empresas cooperativas vigentes en la actualidad que en su nombre hacen referencia al turismo. La primera cooperativa de este tipo nació en 1954: es la Cooperativa de Provisión de Servicios de Turismo para Ferroviarios. En las décadas siguientes se fueron sumando más, pero el gran desarrollo tuvo lugar desde los años 2000. A partir de ese año nacieron el 70% de las cooperativas turísticas vigentes.
Ramiro Ragno es técnico de la Red Argentina de Turismo Rural Comunitario (RATuRC), del Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (INAFCI) y de la Fundación Buenavida. Desde su experiencia, considera que si bien la forma cooperativa es la más adecuada para las experiencias comunitarias, antes de avanzar con el trabajo de gestión que esta estructura requiere, es bueno que las experiencias comunitarias atraviesen un proceso precooperativo de fortalecimiento. 
La RATuRC agrupa a cerca de 100 experiencias de todo el país, 60 de las cuales ya se encuentran maduras y receptivas al turismo. Algunas de las cooperativas que la integran son: Chacho Peñaloza (La Rioja), Espejos de Sal (Jujuy), Red Turismo Campesino (Salta), Yariguarenda (Salta), Valcheta Alén (Río Negro) y Huellas de San Francisco (Santiago del Estero). 

Agroturismo. Una de las cooperativas de la Red Argentina de Turismo Campesino, que agrupa a 100 entidades.

Brindar oportunidades
Un aporte especialmente positivo que el turismo solidario puede realizar a sus comunidades es el de brindar oportunidades de empleo de calidad para la población joven, lo cual fomenta el arraigo territorial. En el caso de las organizaciones de base comunitaria, el turismo suele ser una fuente de ingresos que complementa otras propias de la agricultura familiar. La combinación de actividades económicas es muy positiva, porque permite a las familias contar con ingresos más estables que si dependieran de una única fuente. 
Hugo Benítez es cacique de la Comunidad Mbya Guaraní Mirí Marangatú de Puerto Iguazú (Misiones), comunidad que ha desarrollado un sendero de interpretación de la naturaleza en el que comparte su cultura con quienes la visitan. «Para la comunidad –cuenta– es muy importante que vengan a conocer nuestra cultura, a compartir nuestras comidas típicas, las artesanías, las plantas medicinales, el canto del coro y el saber de los abuelos. El turismo comunitario nos puede ayudar, nos da fuerza». Y, mostrando el cambio necesario para visitar la comunidad, comenta: «Cuando llegan los turistas necesitamos que tengan tiempo, porque tenemos mucho para contar. Es necesario explicar de qué se trata una danza o una canción del coro, para qué se hacen».
En el mismo sentido, haciendo referencia al turismo como experiencia, Laura Díaz, de la Asociación de Guías de Turismo de Malargüe, Mendoza, explica: «Quienes visitan el lugar buscan vivir lo cotidiano de la gente de campo. No es lo mismo comer un chivo, nuestra comida típica, en un restaurante gourmet, con todas las comodidades, que en un puesto, recién sacado del horno, sentados en una silla de totora. El ambiente, la vivencia, es diferente».

Otra forma de conocer. El turismo cooperativo abre oportunidades para pueblos y comunidades a lo largo de todo el país.

Aporte a la integración
Al igual que ocurre en otros sectores de actividad, existe un gran potencial en la vinculación de las experiencias autogestivas al interior de la Economía Social y Solidaria, dando vida al principio de integración cooperativa. El universo solidario del turismo, amplio y diverso, puede fortalecerse desde adentro encontrando canales para la vinculación en red. Las cooperativas y las mutuales, organizaciones que suelen contar con una mayor estructura y experiencia, pueden colaborar con la comercialización, la difusión y la sensibilización sobre las actividades de las organizaciones de base comunitaria entre sus personas asociadas y, de este modo, propender también al desarrollo local en sus territorios. 
Las experiencias de la Economía Social y Solidaria se fortalecen cuando la comercialización de sus productos y servicios es realizada por empresas u organizaciones guiadas por los mismos principios y valores. De este modo, quien comercializa, no solo se guía por un «precio justo», sino que también puede aportar a que circule la información sobre las prácticas. De allí que las agencias de viajes del mundo cooperativo y mutual puedan ser actores clave para el desarrollo de un turismo alternativo. 
Uno de los grandes desafíos de las experiencias solidarias es, por sus propias características, fortalecer a los grupos humanos que las llevan adelante. Como uno de los rasgos principales de las organizaciones de la Economía Social y Solidaria es la democracia interna, el intercambio de saberes entre las cooperativas, las mutuales y las organizaciones de base comunitaria dedicadas al turismo puede ser central para aportar a las dinámicas autogestivas, propendiendo a fortalecer la horizontalidad, la participación y los vínculos al interior de las experiencias.
También como parte del Plan Nacional de Fortalecimiento del Turismo Social, y surgida en articulación con la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y las organizaciones del sector, entre los meses junio y septiembre se desarrolló de modo virtual la diplomatura en Turismo Social, Solidario y Sostenible. Fueron cerca de 1.200 las personas preinscriptas, y las becas disponibles fueron 50. Esto muestra tanto el gran interés que genera la actividad, como la insuficiente oferta que existe en la educación formal respecto de la demanda de formación alternativa en turismo. 
El turismo tiene el potencial de propender al desarrollo local integral, no solo a nivel individual, sino también social. Como menciona Carlos Irasola, son necesarios los vínculos de pueblo con pueblo, de organización con organización, proyectándonos, respetando el modo comunitario de ser y de crecer. Se trata de conocer otras experiencias populares, de compartir las propias, e ir buscando debates y proyecciones hacia el buen vivir».

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