Informe especial | Entrevista a Eduardo Rinesi

«Están solos contra la universidad»

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Osvaldo Aguirre

«Piensan que todas las cosas que merecen existir son mercancías», dice el politólogo sobre la relación del Gobierno con la educación pública. Falacias, mentiras y adoctrinamientos.

Guadalupe Lombardo

Eduardo Rinesi acaba de regresar de Córdoba y se dirige a la Plaza de Mayo para participar en la jornada de protesta universitaria. En su teléfono ha recibido un video con el discurso del decano de la Facultad de Filosofía y Letras en los premios Martín Fierro y frente al bar de Monserrat donde transcurre la entrevista ya hay carteles que exhortan a la defensa de la universidad pública y a la movilización. «La universidad está discutiendo muy bien frente al Gobierno, está discutiendo la necesidad y la importancia de su propia existencia y un conjunto de problemas de la vida nacional, y lo está haciendo con lo que estudia y con lo que investiga», destaca el filósofo y politólogo. «Ahora, cuando del otro lado lo que hay son insultos, estigmas, el sentido común más craso, acusaciones infundadas y groseras, la discusión retrocede muchos escalones», agrega el también exrector de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

–El Gobierno plantea por un lado la supuesta imposibilidad de asignar mayor presupuesto, y por otro lo que llama «la batalla cultural», explícitamente dicho por Alejandro Álvarez, el subsecretario de Políticas Universitarias. ¿Cómo se articulan esos aspectos?
–Por una parte hay un fanatismo teórico neoliberal, un fundamentalismo que es por lo demás bastante raro. Como nos han mostrado en estos meses los economistas que entienden algo sobre el asunto, la enorme mayoría de los países del mundo, empezando por los que sirven de modelo a este Gobierno, no tienen equilibrio fiscal sino déficits extraordinarios. Los Estados Unidos tienen el déficit fiscal más importante del planeta. Por otra parte la verdad es que al déficit fiscal lo genera el propio Gobierno, entre otras cosas eximiendo de pagar impuestos a los ricos más ricos. Sale plata a raudales a través de subsidios a los ricos y no entra porque eximen de pagar impuestos a tipos que deberían sostener el gasto público. El vicerrector de la UNGS, Germán Pinazo, ha mostrado que se necesita menos plata para que las universidades argentinas funcionen como se debe que la que este Gobierno exime de pagar en concepto de impuestos a un señor de apellido Galperin, el rico más rico de este país, que ni siquiera se toma la molestia de vivir en él. De modo que lo del equilibrio y el «no hay plata» son cuentos chinos. Estos tipos están decidiendo para qué hay plata y para qué no hay, mientras subsidian a los ricos e inventan que no hay plata para un miserable aumento de las jubilaciones o para sostener un funcionamiento un poco menos indigno de las universidades. Este pensamiento económico duro coincide con un pensamiento que políticamente representa a la derecha más recalcitrante y torpe. Son dos caras de una misma moneda las expresiones extraordinariamente antidemocráticas a las que nos viene acostumbrando el presidente y el Presupuesto que el Gobierno acaba de elevar a las dos Cámaras del Parlamento. Si este Presupuesto llegara a prosperar así como lo han mandado la universidad continuaría con los mismos problemas el año que viene, si es que no los profundizaría.

–¿La prédica del Gobierno sintoniza con el malestar social por la crisis?
–El Gobierno está haciendo un gran esfuerzo por embarrar la cancha de la discusión universitaria y por sugerir que los universitarios son privilegiados, pero la gente no es imbécil, como lo demuestra el altísimo apoyo que tiene la causa universitaria. Hay una alta valoración de la universidad pública en la sociedad argentina, que se expresa en cosas tan variadas como la intervención del decano de Filosofía y Letras en la entrega de premios Martín Fierro o en las recientes declaraciones de la «líder bolchevique» Mirtha Legrand. Estos tipos están solos en la militancia contra la universidad.

Foto: Guadalupe Lombardo

–El Gobierno niega a la universidad como factor de movilidad social cuando dice que solo asisten los hijos de los ricos. ¿Tiene un programa o el objetivo es reducir el Presupuesto y que la universidad se las arregle como pueda?
–La descripción de que a la universidad solo van los hijos de los ricos es falsa. Cerca del 50% de los estudiantes de todo el país provienen de familias que están por debajo de la línea de pobreza. Por lo demás, si los pobres están subrepresentados en términos relativos en el estudiantado universitario lo que hay que hacer no es describir esta situación como si fuera un dato duro y estático sino desarrollar políticas para que lo estén menos. A eso, por lo demás, están obligados los Gobiernos por una ley de la Nación que establece de manera taxativa que la educación superior es un derecho, lo que quiere decir que los Gobiernos del Estado tienen que crear las condiciones para que ese derecho se verifique. Claro que la derecha argentina tiene el más supino desprecio por la ley. Sobre el proyecto de esta muchachada, me imagino que es el de una universidad que dejará de ser representada y de funcionar como un derecho universal para convertirse en una mercancía más que se pudiera comprar y vender en el mercado. Esta es la diferencia fundamental que tenemos, en materia educativa y en tantas otras, con esta gente. Estos tipos piensan que todas las cosas que merecen existir y ocupar un lugar en el mundo de los hombres y las mujeres y los grupos son mercancías o deben devenir mercancías. No derechos. Que salen plata, como dice el Gobierno. Milei no quiere que las cosas sean derechos sino mercancías.

–La ultraderecha impulsa además la falacia del adoctrinamiento. ¿Se alienta la persecución del pensamiento crítico?
–Es muy autoritaria la idea de que en las universidades hay adoctrinamiento. En un gesto que nadie explica bien, pero que está implícito en el modo en que se formula, esa palabra envuelve a toda teoría, a todo pensamiento diferente de una teoría muy específica, que por cierto no es una teoría muy buena ni muy ampliamente aceptada sino en círculos muy estrechos, que es la teoría sobre la economía y los mercados y el mundo y los valores y la vida que anima la acción de este Gobierno. Pero junto a esta teoría que tiene esta gente hay también otras teorías. Una, por ejemplo, de un señor de apellido Keynes, otra de un señor de apellido Marx, otra de un señor de apellido Shumpeter, que, según dicen los especialistas, algo entendían. Hay un montón de teorías. Estos tipos han leído a cuatro o cinco austríacos y llaman adoctrinamiento a cualquier otra idea más o menos sistemática que se aleje de esos cuatro austríacos a los que estudiaron. No se dan cuenta del carácter profundamente ideológico de la teoría que ellos abrazan, creen que cuando dicen «oferta», «demanda», «equilibrio fiscal» están describiendo cómo funcionan las cosas, y no es así. En una visión no dogmática de las cosas, «cómo funcionan las cosas» es siempre objeto de controversias que son muy ricas y muy necesarias. Digamos de paso que «adoctrinamiento» tiene la misma raíz que docente, docere. Doctrina es un cuerpo de ideas estructurado que se enseña, como se dice de la doctrina social de la Iglesia, la doctrina liberal, la doctrina peronista. Lo que estos tipos querrían es que no tuviéramos más doctrinas que una: la suya, y que no enseñáramos más que las cuatro ideas que ellos estudiaron en las universidades privadas a las que fueron, fuera de las cuales solo ven «adoctrinamiento» y tinieblas…

Foto: Guadalupe Lombardo

–El director del Instituto Balseiro alertó sobre un éxodo de profesores. ¿Hay un daño ya hecho? ¿Qué posibilidades tiene la producción de conocimiento en la universidad bajo el Gobierno de Milei?
–Las universidades argentinas tienen una probada capacidad de resistencia a los ataques que quieren mellar su capacidad de producir pensamientos críticos, heterodoxos, diferentes de los oficiales. Hay algunos tipos de investigación científica que requieren grandes inversiones en equipamiento, como ramas de las ciencias médicas, de las ciencias biológicas, y es muy probable que en esas áreas el desfinanciamiento brutal que lleva adelante el Gobierno produzca una fuerte salida de investigadores del sistema público. En el campo de las ciencias sociales y las humanidades, la investigación es menos costosa. Ese tipo de trabajo requiere inteligencia, heterodoxia, coraje intelectual; todas esas cosas las tenemos. Entonces no creo que vayan a poder detener la marcha del pensamiento crítico en la Argentina porque tiene una historia demasiado rica. Sí están haciendo muy difícil la vida a los profesores y a los investigadores, sobre todo a los más jóvenes.

–¿Cuál sería, entonces, la universidad de la ultraderecha?
–Milei no ha dicho cuál es el modelo de universidad que quiere; ha dicho cuál es el que no quiere, que es la universidad entendida como un derecho y sostenida por el Estado para la producción de conocimiento en los campos más diversos, la universidad que tenemos, una universidad en condiciones de garantizar tanto el derecho individual de los muchachos y las chicas a tener una profesión, un trabajo mejor y a ascender socialmente, como el derecho colectivo del pueblo a recibir de su universidad los beneficios del trabajo formativo e investigativo. Milei quiere una universidad vuelta mercancía, comprable y vendible, que produzca el tipo de profesionales y de conocimiento que el mercado esté dispuesto a comprar. El criterio de valor para este tipo es el valor monetario en el mercado. Y si uno le pidiera más definiciones probablemente diría «por quién me toman, ¿por un dirigista, por un planificador? Yo no tengo que decir cómo debe ser la universidad, el mercado lo dirá». Ese es el pensamiento, mediocre y brutal, de estos tipos.

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