29 de mayo de 2023
¿Son las enfermedades fúngicas potenciales amenazas a la salud pública a gran escala, como sugiere la serie The last of Us? Las razones de la creciente resistencia a los fármacos.
Candida auris. Todas las miradas apuntan a esta levadura poco común que tiene resistencia a los antifúngicos.
Imagen: Shutterstock
Un hongo que coloniza el mundo y desata una pandemia universal sin cura que cambia para siempre los parámetros de la civilización humana, que solo se dedica a intentar sobrevivir desnudando antiguas miserias, pero también nuevas solidaridades. La trama de The Last of Us, la serie que arrasa en todo el mundo, tiene al hongo Cordyceps como uno de los protagonistas principales de la historia. ¿Son los hongos potenciales amenazas a la salud pública en escalas similares a lo que ocurrió con el coronavirus? De a poco, las llamadas enfermedades fúngicas invasivas (EFI) van apareciendo en el radar de los especialistas, apalancadas en la aparición de nuevos patógenos, una mayor resistencia a algunos tratamientos y la poca variedad de fármacos antifúngicos. Se estima que, cada año, hay alrededor de 150 millones de infecciones severas por hongos, lo que provoca más de un millón de muertes.
Una potencial amenaza sanitaria poco conocida que llevó a que en octubre pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicara un informe con una lista de «patógenos fúngicos prioritarios», una especie de catálogo con el nombre de los 19 hongos más peligrosos para la salud pública. Desde esa organización señalaron también que los nuevos datos científicos disponibles indican que la incidencia y el rango geográfico de las enfermedades fúngicas «están expandiéndose por todo el mundo debido al calentamiento global y al aumento de los viajes y el comercio internacionales».
«La posibilidad de una pandemia de origen micótico existe en el sentido que para que eso ocurra tiene que haber un microorganismo de fácil diseminación que sea nuevo, que no encuentre defensas en el organismo, que tenga un largo período de incubación durante el cual la gente se contagia sin darse cuenta, que sea una enfermedad potencialmente grave y que no tenga o no sea efectivo el tratamiento», explica Maximiliano Sortino, bioquímico, docente, investigador y miembro del Comité Directivo del Centro de Referencia de Micología de la Universidad Nacional de Rosario, quien agrega que el foco de todas las miradas está puesto en Candida auris, una levadura multirresistente y poco común que tiene resistencia a los antifúngicos. «Si aparece hay que prender todas las alertas y tomar las medidas de contención para que no sea en el futuro un nuevo problema sanitario», razonó.
Cepas resistentes
Sortino detalla que a la hora de hablar de enfermedades causadas por hongos posiblemente graves aparecen las candidiasis por Candida auris, un agente relativamente nuevo. «El grupo de hongos del género Candida son muchas levaduras emparentadas. Son, de las enfermedades causadas por hongos, las más importantes y las más frecuentes. Son tratables porque hay antifúngicos que permiten curarlas y generalmente afectan a pacientes que tienen causas predisponentes, por eso se las llama oportunistas, porque atacan a personas en edades extremas (bebés o ancianos), embarazadas, pacientes más graves con inmunosupresión por alguna enfermedad o algún tratamiento».
Dentro de los antifúngicos hay pocas familias y para tratar a las candidiasis sistémicas, hay tres. El problema –según menciona el experto– es que Candida auris puede ser resistente a estos tres tipos de antifúngicos, ya que se trata de una cepa multiresistente: «es un problema, porque si hay una cepa resistente a las tres familias de antifúngicos no hay con qué tratarlo, actualmente con ningún antifúngico de uso convencional puede tratarse. Eso es potencialmente peligroso, porque si esa Candida afecta a un paciente inmunocomprometido no hay con que tratarlo. La mortalidad de Candida auris es de casi el 70%».
Poca información, pocos remedios
Para la OMS, la publicación de la lista de patógenos fúngicos prioritarios «es la primera iniciativa de ámbito mundial para clasificar sistemáticamente por prioridad los patógenos fúngicos, teniendo en cuenta las necesidades no atendidas en materia de investigación y desarrollo (I+D) y la importancia percibida para la salud pública» ya que esos patógenos «constituyen una amenaza importante para la salud pública» porque son cada vez más comunes y resistentes a los tratamientos, con apenas un puñado de medicamentos antimicóticos ya disponibles y muy pocos en fase de desarrollo clínico. A eso hay que sumar que para la mayoría de los patógenos fúngicos no se dispone de pruebas diagnósticas rápidas y que las que ya existen no son accesibles de forma generalizada a nivel mundial.
Sortino explica que hasta ahora en Argentina hubo solo dos casos de Candida auris pero que podría haber más, que es lo que potencialmente hay que prevenir. «En relación al Candida auris vemos que la diseminación apareció en distintos lugares del mundo al mismo tiempo, no se sabe si vienen de un ancestro común o las razones, pero sí que hay que tener especial cuidado en pacientes que viajan porque es la gran forma de diseminación. Siempre se hacen normas de control en viajeros o personas que se enfermaron en un país y fueron trasladados, en eso hay que prender las alertas, siempre tratar de llegar a la confirmación de si es o no».
Causas y efectos
¿En qué medida las acciones humanas sobre el entorno han potenciado o ayudado a que aparezcan nuevas cepas de hongos potencialmente más peligrosas? Según Sortino, a la hora de analizar la resistencia de algunos hongos a los tratamientos disponibles una pista puede ser el uso masivo de insumos de origen químico en los cultivos agrícolas. «Hay un fenómeno que se está observamos y es que los principales antifúngicos que se usan en humanos son los triazoles, que también se usan en agricultura. Se vio en algunas zonas donde se fumiga con algún tipo de triazol que hay una resistencia cruzada: se fumiga con un compuesto con una estructura muy parecida a la del medicamento. Una hipótesis de estas resistencias es el uso de triazoles en agricultura», explica el experto.
Otros elementos que cuentan son -de forma paradójica- los avances en la medicina, que han generado un aumento en las edades extremas. «Muchos tratamientos que se usan predisponen a este tipo de enfermedades como los trasplantes de órganos, que requieren inmunodepresión. Algunos tratamientos médicos también pueden ser una puerta de entrada. Son consecuencias de avances médicos de alguna forma», dijo el bioquímico.
Además, existen otros tipos de micosis más relacionados con condiciones socioeconómicas que pueden aparecer, por ejemplo, en personas que caminan descalzas o que acarrean leña en la espalda. En este caso, la enfermedad está asociada a las condiciones de vida de las personas y a su entorno.
«La bibliografía científica dice que el cambio climático es una hipótesis de por qué aparece una nueva cepa, pero hay pocos casos y no se ha estudiado mucho aún. En relación a los hábitos, siempre mientras más sana esté la persona menos chance de enfermarse hay, porque la gran mayoría de los hongos son oportunistas», concluye el experto.